El blockchain, la tecnología del momento (y del futuro), basada en cadenas de bloques que evitan modificar el dato una vez que ha sido publicado, presenta un potencial transformador enorme para la gestión de las ciudades. La tarea de materializarlo involucra tanto a agentes públicos como a alcaldes y equipos de gobierno para descubrir el rendimiento que pueden ofrecer estos sistemas en la gestión de sus entornos, así como a otros profesionales vinculados a la gobernanza de los núcleos urbanos, que deben dar un paso adelante en el entendimiento de esta tecnología. En este otro grupo destacan colectivos como los arquitectos, los juristas, los economistas, los geógrafos o los ejecutivos de las empresas urbanas. El fin último es que todos hagan llegar a la sociedad en su conjunto el beneficio que tiene el ecosistema blockchain para el funcionamiento del entorno.
Blockchain4cities: la gestión descentralizada
Con la llegada del blockchain, la gestión de las ciudades se distribuye entre todas las partes implicadas. Se trata de una gobernanza descentralizada como remedio para los problemas que empiezan a agudizarse en el ámbito sociodemográfico.
Según los datos de diversos estudios, el futuro del planeta será básicamente urbano. Las tendencias apuntan a que la población se está desplazando masivamente a las ciudades, de manera que, en 2025, alrededor del 70 % de las personas vivirán ya en estos núcleos. La forma de vida urbana será, por un lado, el principal motor económico mundial y, por otro, el mayor foco de insostenibilidad del planeta. Emisiones contaminantes, estrés hídrico, desigualdades sociales… son algunos de los problemas que ya se vislumbran en el horizonte. La visión positiva es que las ciudades han sido y son el laboratorio mundial de la innovación a lo largo de la historia. Por tanto, de ahí tienen que partir las diferentes soluciones en los diversos ámbitos que definen la calidad de vida urbana: infraestructuras, transportes, servicios sanitarios, educación, ocio, seguridad, etc.
El blockchain es una de las capas que pueden envolver a todos estos sectores, cuya innovación es apremiante. El gobierno de las ciudades será de todos, ya que, además de los actores públicos y privados, los ciudadanos tienen hambre de participación, democracia y transparencia, tres conceptos clave que vienen de la mano de la tecnología que sustenta el bitcoin.
La forma de vida urbana será, por un lado, el principal motor económico mundial y, por otro, el mayor foco de insostenibilidad del planeta.
Planificación estratégica urbana: una visión holística
Atrás queda la gestión de las tres “B” (baches, bombillas y basuras) de las ciudades, una versión simplificada de lo que significaron los gobiernos verticales, basados en el modelo de organización del clásico ayuntamiento. Todo ha cambiado y ahora los servicios son mucho más variados; por tanto, la consecuencia directa es un cambio de gestión en la res publica: la verticalidad de la organización pública pasa a una visión horizontal. Las consejerías ya no son independientes y pasan a convertirse en conceptos propios de una visión integral.
El área de urbanismo ya es un tótem del que cuelga toda la estrategia de un gobierno, estrategia –claro está– apoyada por herramientas horizontales como el city marketing, con abundancia de datos. Las TIC serán las que distribuyan todo ese contenido a cada silo, permitiendo una eficiente gestión de los servicios. Son los cimientos de las smart cities, ciudades que, además de eficientes y sostenibles, deberán generar plataformas interoperables que produzcan servicios y ecosistemas de innovación desde los que se pueda predecir y también monitorizar lo que ocurra en tiempo real. Se trata de algo que hasta ahora ha quedado reservado para unos pocos actores. La idea es que esta transformación digital dibuje un futuro abierto a la participación.
Los ciudadanos tienen hambre de participación, democracia y transparencia, tres conceptos clave que vienen de la mano de la tecnología que sustenta el ‘bitcoin’.
La tecnología, acorde con las características urbanas
El escenario que se plantea y las respuestas que exigen los retos urbanos conducen a pensar en el blockchain como un gran aliado. De hecho, las condiciones de uso de esta tecnología están muy alineadas con las exigencias de las smart cities:
- Múltiples agentes compartiendo información (la sociedad está ya hiperconectada y esta tendencia irá en aumento, creciendo además el número de dispositivos por persona).
- Actualización constante de los datos.
- Necesidad de verificar que la información que se comparte es válida, así como sus actualizaciones.
- Existencia de intermediarios que añaden complejidad a la gestión.
- Conexiones rápidas y ágiles y participantes que interactúan entre ellos.
Con este cóctel, el valor añadido del blockchain reside en la posibilidad de compartir solo la información que un participante precisa conocer, manteniendo el resto encriptado e inaccesible. Por tanto, se impide la posibilidad de manipulaciones, cambios de información o violación de la privacidad con el uso de la criptografía. Parece lógico que el agente “desintermediado” (ayuntamiento, en este caso) oponga cierta resistencia a la hora de implantar el blockchain. Sin embargo, en el mundo Blockchain4cities, los modelos de negocio no corren ningún peligro. Todo lo contrario: los gestores públicos no tendrían ningún problema en despojarse de esa intermediación siempre y cuando permanecieran intactos el resto de los roles correspondientes al control, la seguridad, la privacidad, la eficiencia, la transparencia, etc.
Varias ciudades, como Santiago de Chile, Toronto, Tel Aviv, Oslo, Milán, Londres o Estocolmo, ya están desarrollando proyectos al amparo del blockchain. En esta línea, Dubái se ha marcado como objetivo prioritario convertirse en la primera ciudad en el mundo que funcione íntegramente a través de la cadena de bloques para el año 2020. Un cambio de gobernanza está próximo.
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