La migración del mundo a las ciudades es un fenómeno imparable… y acelerado. Actualmente, las urbes son responsables del 80 % del PIB global, del 70 % de la energía consumida y del 70 % del total de las emisiones de CO2. Esta situación solo hace posible seguir un camino: nuestra responsabilidad no solo es crear ciudades y comunidades más sostenibles, un reto ya presente en el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 11 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, sino también alcanzar unas metas sociales que las hagan más inclusivas, cohesionadas y resilientes.
Seis grandes retos
Para conseguir este objetivo, debemos afrontar seis grandes retos en las ciudades, en los que los ciudadanos ocupan un papel relevante.
1. Creación de comunidades
El foco en la creación de comunidades es la única manera de hacer las ciudades humanas. En el camino del progreso y del individualismo, hemos ido perdiendo el concepto de comunidad, por lo que ahora es un valor en búsqueda y en fase de recuperación en nuestras nuevas formas de vida, en las que la creación de comunidades es clave.
En esta estrategia de cohesión centrada en la creación de comunidades hay una característica que se erige por encima de las demás como principal motor del desarrollo: la cultura, al fortalecer el sentido de pertenencia, la cohesión social y la identidad colectiva.
2. Ciudades compactas y que fomentan el encuentro entre las personas
La creación en las ciudades de grandes espacios de cohesión social que favorezcan el encuentro (calles, edificios, comunidades de vecinos…) será una de las claves para conseguir esta ciudad humana. Está demostrado que los índices de longevidad son mayores en los lugares en los que se producen más encuentros sociales, como, por ejemplo, los pueblos.
Un ejemplo de ello se encuentra en el pueblo de Acciaroli, de 700 habitantes, que fue estudiado por investigadores de la Universidad de San Diego, asistidos por colegas de la Universidad La Sapienza de Roma, para descubrir el misterio de los pobladores del lugar, que desafían a la muerte con una destacada longevidad. Entre otras muchas conclusiones del estudio, los investigadores vieron que, en esta localidad de calles escarpadas, todos sus habitantes practicaban una actividad física a diario, como el mantenimiento de su huerto o pasear, además de conversar con sus vecinos.
Está demostrado que los índices de longevidad son mayores en los lugares en los que se producen más encuentros sociales.
3. Dimensión a escala de peatón: el concepto ‘walkability’
La identificación del lujo con vivir, trabajar o tener una oferta cultural y de ocio a una distancia que se pueda recorrer caminando hace que este sea más asequible si se vive en el centro de las ciudades. Esto no solo es un factor de cohesión y de activación económica de los centros urbanos, sino que además ofrece enormes beneficios a la sociedad. Por otra parte, la población que vive en lugares menos transitables está asociada normalmente a ingresos más bajos, tiene más incidencias de desempleo, es menos diversa, accede menos a la educación, realiza largos desplazamientos para llegar al trabajo y cuenta con menos espacio para el ocio.
El gran desafío para los urbanistas está no solo en crear nuevas tramas urbanas que respondan a estos principios, sino también en regenerar los vecindarios existentes –las ciudades ya estaban aquí y hay pocas ex novo– y transformarlos en busca de la ciudad centrada en la escala humana y, por tanto, walkable.
4. Ciudades verdes
La “arquitectura verde” no es algo circunscrito a los edificios, sino que nuestras ciudades también deben tener responsabilidad verde. Hoy la arquitectura ya responde a certificados verdes y aplica la tecnología para reducir los consumos. De esta forma, el proceso de construcción debe estar basado en la economía circular y apoyar los fundamentales de la construcción sostenible, la gestión óptima de residuos, el uso de materiales naturales y reciclables y el ahorro energético.
También es necesario ser responsable a escala de ciudad, no desperdiciando los “vacíos urbanos” o las “quintas fachadas” de los edificios para crear un mayor número de zonas ajardinadas. El principal beneficio de este tipo de acciones, gracias a las cuales los espacios verdes se extienden no solo por los espacios públicos, sino también por todas las edificaciones, es generar bienestar y contacto con la naturaleza entre los ciudadanos. Está demostrado que este contacto con la naturaleza y las superficies verdes rebaja el nivel de estrés y aumenta la productividad.
El gran desafío para los urbanistas está no solo en crear nuevas tramas urbanas que respondan a estos principios, sino también en regenerar los vecindarios existentes.
5. Alta calidad del aire
La calidad del aire en las ciudades es un reto mundial y en las grandes urbes es un indicador más de su excelencia. La OMS informa que casi el 80 % de las ciudades superan los límites de contaminación; es decir, nueve de cada diez personas del mundo respiran aire contaminado, lo que significa que afecta al 92 % de la población mundial. Las principales fuentes de contaminantes atmosféricos sobre las que hay que actuar son el transporte, el consumo energético de las viviendas, la generación de electricidad con combustibles contaminantes y la falta de gestión de los residuos.
6. Ciudades conectadas 24 × 365 y participativas
Los ciudadanos quieren ciudades sin fronteras y activas las 24 horas del día los 365 días del año. Ya casi todas las empresas están digitalizadas, con un flujo casi constante de información, y las ciudades tienen ya la misma exigencia, involucrando, además, en su gestión a la sociedad civil.
En definitiva, se trata de seis grandes retos que marcan el camino correcto para que las ciudades alberguen comunidades social y económicamente sostenibles, a la vez que hacen de sus ciudadanos unos seres más inclusivos, más humanos y más resilientes.
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