El ser humano invierte más de un 75 % del día en hablar. La voz es su herramienta de comunicación y no le resulta nada complejo utilizarla. Sin embargo, a la hora de afrontar una exposición delante de otras personas, no siempre es capaz de comunicar y conectar con el receptor. Se muestra rígido, incómodo y poco natural. Para lograr una buena conexión hay que desarrollar una voz que sea agradable, natural, dinámica y expresiva.
Existen dos elementos clave para una comunicación efectiva que no siempre se tienen en cuenta: en primer lugar, el objetivo que se tiene al transmitir un mensaje y, en segundo lugar, tener clara la idea que se va a exponer. Además, no todas las personas perciben los mensajes de la misma manera, por lo que es necesario desarrollar la habilidad de adecuarse a la situación a la persona que se tiene delante.
Cada vez existen más herramientas de comunicación digital, como Siri o Cortana, que no responden a voces armónicas, es decir, no varían su vibración y, por tanto, no transmiten emociones y acaban por resultar monótonas. Richard Strauss decía que la voz humana es el instrumento más hermoso de todos, pero, a la vez, el más difícil de tocar. La voz es la carta de presentación al mundo y la huella que se deja en el receptor. Es la marca personal de cada uno y el instrumento diferenciador y el que más conecta por excelencia, ya que nuestras palabras son capaces de evocar nuestras emociones.
La voz humana es el instrumento más hermoso de todos, pero, a la vez, es el más difícil de tocar.
(Richard Strauss)
Habilidad esencialmente humana
La comunicación es un elemento fundamental en el líder y en las organizaciones, por lo que siempre va a ser necesaria esta habilidad humana. Los negocios comienzan con una idea y, si no se sabe transmitir, no saldrá adelante. Si no se es eficiente a la hora de comunicar, la idea no prospera y, en este sentido, cabe destacar la pérdida de naturalidad que muchas veces se produce al priorizar la exactitud del mensaje sobre el objetivo de resultar interesante. Siguiendo estas premisas, debemos atender a los cuatro tipos de comunicación que se pueden distinguir, cada uno de ellos con unas variables que el emisor debe poner en práctica si desea captar la atención del receptor y mantenerlo conectado durante todo el discurso.
La comunicación no verbal es lo primero que captamos, de forma que el 38 % del impacto se produce a través de la voz, el 55 % a través del movimiento del cuerpo y tan solo un 7 % se atribuye a las palabras.
La comunicación fonética tiene como fin principal la transmisión de un mensaje que cale directamente en el receptor y que no resulte monótono. Para ello, se debe hablar a una velocidad moderada y realizar alrededor de cuatro o cinco pausas por minuto. Los silencios ayudan al emisor a mostrarse de una manera más natural, más real. Hablar muy rápido crea una sensación de desagrado en el oyente que le lleva a desconectar; lo mismo sucede si se habla demasiado lento, llegando a aburrir al receptor. Teniendo todo esto en cuenta, lo aconsejable es utilizar una media de 130-150 palabras por minuto y modular la voz mezclando ritmos, subiendo y bajando el volumen, cambiando el tono o enfatizando determinadas palabras. Sin una entonación adecuada y una acentuación óptima, su mensaje no tendrá la misma influencia.
A la hora de comunicar de forma eficaz, es importante mantener la naturalidad y ser uno mismo. En ese momento entra en juego la comunicación kinestésica o corporal. El movimiento de las manos tiene aquí un papel muy importante, que debe ser pausado, tal como discurriría en una conversación familiar o entre amigos, es decir, de una manera tranquila y natural. Los movimientos bruscos, demasiado marcados o repetitivos muestran nerviosismo o falta de confianza en uno mismo. Asimismo, es interesante poner atención en la mirada y las expresiones faciales. Cuando la interlocución es con varias personas, es importante focalizar la mirada en cada una de ellas durante al menos un par de segundos. Si no se sigue esta premisa fundamental, provocará el desinterés y pasividad de aquellas personas con las que no se mantenga esa comunicación visual, que acabarán de escuchar el discurso de manera impasible. Es clave mirar a los ojos, acompasando las palabras con las expresiones faciales.
El 38 % del impacto se produce a través de la voz, el 55 % a través del movimiento del cuerpo y tan solo el 7 % a través de las palabras.
Por otra parte, se encuentra la comunicación verbal, es decir, el contenido del mensaje. Se trata de algo que es necesario focalizar bien, pero que no alcanzará todos sus objetivos si no se acompaña de los dos elementos de comunicación no verbal descritos. La clave del éxito para conectar de forma efectiva es la combinación de comunicación no verbal y verbal.
Otro aspecto que hay que tener en cuenta es el miedo, posiblemente el factor que más cuesta controlar a la hora de hablar en público y, por ello, en el que hay que hacer más hincapié. Un buen control de la respiración puede ayudar a calmar los nervios; de esta forma, la respiración diafragmática permite controlar la voz y la parte mental para mostrarse sereno, conectando directamente con el receptor.
No se trata, desde luego, de una habilidad sencilla, ya que para llegar a ser un buen comunicador se requieren entrenamiento y dedicación. El objetivo es adquirir la destreza necesaria para ser capaz de transmitir una idea que llegue de forma correcta y convincente al receptor.
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