Con mayor o menor implantación en según qué países, el vehículo eléctrico se encuentra en fase de desarrollo a nivel global, con la implicación de un gran número de actores en este sector. Todo ello requiere, además de la propia labor de las firmas automovilísticas y energéticas, una nueva mentalidad por parte de autoridades, legisladores y consumidores. Por ello, la próxima década se antoja crucial para el despegue definitivo de un nuevo concepto de movilidad que, al mismo tiempo, supone un paso más hacia la economía sostenible y el complemento ideal de la smart city.
Será un período de innovación y no exento de tensiones geopolíticas que impactarán directamente en el sector del automóvil, ya consciente de que la electrificación de los turismos es un proceso imparable. La primera pista de lo que se viene la aporta la evolución bursátil de las compañías dedicadas a la producción de vehículos. Las clásicas General Motors, Ford o Fiat, con más un siglo de trayectoria en el mercado, se han visto superadas por compañías como Tesla, nacida hace algo más de una década bajo la filosofía eléctrica y con modelos de conducción autónoma. La firma fundada por Elon Musk se ha llevado por delante un siglo de trabajo y está cambiando el paradigma de consumo de vehículos en los usuarios. La comparativa es similar a lo que ha ocurrido en el sector del retail tras la aparición de Amazon.
La próxima década se antoja crucial para el despegue definitivo de un nuevo concepto de movilidad que, al mismo tiempo, supone un paso más hacia la economía sostenible y el complemento ideal de la ‘smart city’.
El vehículo eléctrico no es nuevo… aunque así lo parezca
No obstante, Tesla no tiene la exclusiva del vehículo eléctrico. Este tipo de turismo tiene su origen en modelos y patentes que datan de los siglos XIX y XX.
El primer coche eléctrico apareció en 1832, cuando Robert Anderson inventó el primer carruaje de tracción eléctrica, con pila de energía no recargable. En 1859, Gaston Planté inventa la batería de plomo-ácido, que podía recargarse. Es casi cincuenta años más tarde cuando el ingeniero alemán Nicolaus Otto inventa el primer motor de explosión. Por dar más datos, en 1899, Ferdinand Porsche fabrica 300 unidades del Lohner-Porsche, coche eléctrico que tenía 64 kilómetros de autonomía solo con baterías.
La era moderna del vehículo eléctrico viene marcada por el modelo EV-1 de General Motors, desarrollado en 1990 con características que, a día de hoy, serían más que aceptables: motor eléctrico de 137 caballos, que permitía circular a una velocidad máxima de 130 kilómetros por hora, con hasta 250 kilómetros de autonomía. Si bien no llegó a comercializarse para la venta directa, fue un coche especial (1.117 unidades) por lo que representaba, debido a las prestaciones que tenía y, sobre todo, por el recorrido tan corto que tuvo en el mercado.
Lo curioso del caso es que, tras haber puesto en circulación todas las unidades y a pesar del éxito claro del proyecto, la empresa llamó a los usuarios para retirar los coches, que fueron destruidos en el desierto de Arizona. En la actualidad solo queda uno completo que funciona en Estados Unidos y se guarda en un museo. General Motors adujo oficialmente razones de viabilidad económica para interrumpir drásticamente este proyecto. Desapareció de la escena el EV-1, pero no así los sueños de algunos en seguir apostando por la movilidad eléctrica.
Este movimiento demuestra el poder que siempre han tenido tanto los grandes fabricantes de automoción como las empresas petroleras.
No hay que olvidar que, de las mayores empresas del mundo, cinco de ellas son petrolíferas y que la economía de unos cuantos países depende de este recurso. Sin embargo, ahora que la movilidad eléctrica cuenta con el aplauso general de productores, consumidores y la clase política, y con la tecnología disponible, el panorama puede cambiar por completo. Se trata de un proceso de transformación que implica una economía y una esfera social diferentes.
Este ritmo propio de la era de la revolución digital terminará por definir el coche como un servicio y no como un producto.
De producto a servicio
La evolución bursátil de Tesla ejemplifica la velocidad que ha tomado esta nueva forma de conducción: un ritmo propio de la era de la revolución digital que terminará por definir el coche como un servicio y no como un producto. Cambiarán, por tanto, las relaciones empresa-cliente y el mantenimiento de los vehículos se hará en línea con software diseñado e implementado por las compañías distribuidoras. ¿Cómo quedará el mercado de los talleres?
A diferencia de otras empresas de automoción que ya comienzan a producir coches eléctricos, Tesla apuesta por no usar concesionarios, porque considera que no aportan valor al cliente. No tiene sentido vender en la cadena de valor tradicional un coche que apenas tiene mantenimiento y en el que la mayoría de las averías se solucionan en remoto.
No hay fuerzas ni grupos de presión que puedan detener todos los cambios que vienen. Las marcas ven un claro nicho de mercado y ya trabajan por mejorar autonomías, prestaciones y diseños en sus gamas de coches eléctricos. El único obstáculo que parece existir está en las infraestructuras. En este caso, las marcas de automóviles van por delante de cuestiones importantes como la red de puntos eléctricos en las ciudades o la capacidad de generación de electricidad renovable. Nadie dijo que fuera fácil, pero la revolución ya ha comenzado.
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