Fondos soberanos: de la banca tradicional a la inteligencia artificial

Los fondos soberanos son propiedad de gobiernos que se caracterizan por estar exentos de obligaciones con terceros (pensiones, etc.) y que desarrollan políticas de inversión a largo plazo. Esta ausencia de obligaciones tiene claras repercusiones en las políticas de inversión y facilita que sus volúmenes sean muy importantes, llegando a ser equivalentes al PIB de Rusia y Alemania juntas.

Fondos soberanos de la banca tradicional a la inteligencia artificial

Los fondos soberanos son buenos representantes del grupo de inversores institucionales que sostienen el capitalismo tal como lo conocemos hoy en día. Los fondos soberanos acumulan ya 7,4 billones de dólares; es decir, gestionan activos por un valor equivalente al PIB de Rusia y Alemania juntas. Su influencia en los mercados bursátiles globales es innegable: se calcula que poseen el 9 % de todas las acciones cotizadas del planeta. Sin embargo, a pesar de su tamaño y su influencia, aún sabemos poco de este peculiar grupo de inversores.

La definición de qué es un fondo soberano ha costado muchos años. Se trata de un grupo inversor bastante joven, cuyos límites todavía se están consolidando. Hasta 2005 no existía ni siquiera la expresión “fondo soberano” (sovereign wealth fund, en inglés). Fue el economista Andrew Rozanov quien la acuñó para aglutinar bajo un solo concepto a este grupo inversor heterogéneo y joven: el 70 % de los cerca de cien fondos soberanos en activo ha sido establecido después del año 2000.

Una de las definiciones que proponemos es relativamente amplia, para reconocer el carácter cambiante de este grupo inversor: son fondos soberanos aquellos fondos de inversión en propiedad de gobiernos que, sin obligación de pagar pensiones, desarrollan una estrategia de inversión a largo plazo. Un elemento clave de la definición es distinguir los fondos soberanos de los fondos de pensiones. Los fondos soberanos, por definición, están exentos del pasivo que supone la obligación con los pensionistas que caracteriza a los fondos públicos de pensiones. Esta ausencia de obligaciones con terceros tiene claras repercusiones en la política de inversión, que no debe atender necesidades de liquidez periódicas para hacer esos pagos de pensiones ni otros. Además, la consideración de inversores a largo plazo permite distinguir los fondos soberanos de los fondos de private equity, con horizontes de inversión definidos, y de los hedge funds, muchas veces fondos oportunistas.

Los fondos soberanos tienen una característica fundamental que también recoge la definición: son propiedad de los estados. A veces se trata de gobiernos subnacionales: es el caso de los fondos de Alaska en Estados Unidos o de Dubái o Abu Dabi en los Emiratos Árabes Unidos. En cualquier caso, la consideración de un vehículo financiero público tiene implicaciones directas en la estrategia de inversión y también en la reacción de los países receptores. Desde hace ya una década, los fondos soberanos son sujetos de controversias en múltiples operaciones realizadas fuera de sus fronteras. Esta involucración de los gobiernos para desarrollar el llamado “capitalismo de estado” es algo característico de los fondos soberanos. Las decisiones se toman por criterios financieros y económicos, pero no están exentas de la influencia estatal, la cual será mayor cuanto mayor sea el control que tengan los miembros del gobierno en los órganos de decisión de los fondos soberanos. En fin, los fondos soberanos son buenos representantes del capitalismo de estado que domina economías tan importantes como las de China, Rusia, Singapur, Arabia Saudí o Corea del Sur.

Los fondos soberanos gestionan activos por un valor equivalente al PIB de Rusia y Alemania juntas.

De hecho, una de las características más importantes de los fondos soberanos es que se trata de una historia de países en desarrollo (developing, de acuerdo con la clasificación de las Naciones Unidas) más que de economías desarrolladas. Si tomamos como referencia el grupo de países ricos miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, descubrimos que solo Australia y Noruega poseen fondos soberanos en el top 20 de fondos por activos bajo gestión. Es cierto que Noruega es la excepción que confirma la regla: no solo porque es un país europeo y rico, sino también porque posee el mayor fondo soberano del mundo, con activos que rozan ya el billón de dólares, y además es una referencia en gobernanza, transparencia, inversión responsable y actividad accionarial. En fin, Noruega es un jugador clave de la industria, pero esa industria está dominada por países en desarrollo.

China, Arabia Saudí, Kuwait, Singapur y los Emiratos Árabes Unidos son los países que dominan el listado de los fondos soberanos más importantes del planeta. De hecho, el 82 % de los activos de esta particular clase de inversores públicos está en países en desarrollo o economías en transición. Detrás de Noruega aparece el gigante China Investment Corporation (CIC), creado hace tan solo diez años y con activos valorados en 814.000 millones de dólares. Este gigante chino ha invertido en múltiples sectores y su evolución inversora refleja bien una tendencia que se aplica a toda la industria de fondos soberanos y muestra claramente la evolución del sector.

En diciembre de 2007, CIC invirtió 5.000 millones de dólares para hacerse con el 10 % de Morgan Stanley. La inversión fue un desastre financiero que recibió múltiples críticas por parte de diversos estamentos públicos chinos, que no entendían el rescate de un sector tan estratégico del principal rival económico del gigante asiático. En aquellos meses, los fondos soberanos llegaron a invertir 56.000 millones de dólares en el sistema financiero occidental: Barclays, Citigroup, Credit Suisse o UBS recibieron la inversión multimillonaria de fondos soberanos de Singapur, China, Kuwait, Catar o los Emiratos Árabes Unidos.

Durante la década siguiente hasta nuestros días, los fondos han dejado más espacio para las inversiones en sectores alternativos: las infraestructuras, el sector inmobiliario o incluso el venture capital han recibido la inversión masiva de estos gigantes de la inversión. Los fondos invierten ya el 30 % de sus activos en mercados no cotizados, frente al 12 % de 2007. En el mismo período, el peso de la renta fija ha pasado de casi el 41 % al 28 % en esta misma década.

Su influencia en los mercados bursátiles globales es innegable: se calcula que poseen el 9 % de todas las acciones cotizadas del planeta.

Con mercados cotizados volátiles y con el recuerdo de la crisis bursátil que siguió al crack de Lehman Brothers, los fondos soberanos se han entregado a la inversión en mercados no cotizados: adquisición de activos energéticos, infraestructuras clave como puertos (Melbourne), aeropuertos (Heathrow) o gestión de aguas (Thames Water), inmuebles (Canary Wharf o el icónico Hotel Plaza) y hasta venture capital (el fondo saudí es el principal inversor del mayor fondo de venture capital jamás levantado: 93.000 millones de dólares dedicados a invertir en sectores tecnológicos como los de la inteligencia artificial o la robótica).

En resumen, los fondos soberanos, que se dieron a conocer entrando en el capital de grandes grupos financieros cotizados, han dado la vuelta a sus estrategias de inversión y ya dominan sectores que requieren una sofisticación mucho mayor, como los de la tecnología, el mercado inmobiliario (hotelero, logístico, comercial…) y las infraestructuras (habitualmente en consorcio con grandes fondos privados y fondos de pensiones públicos), o empresas de reciente creación (los fondos soberanos de Singapur, Temasek y GIC, se cuentan entre los fondos más importantes de la industria del venture capital).

Su influencia es innegable y no parece que vaya a disminuir en los años venideros, a pesar de la caída de los precios del petróleo. Su participación como inversores responsables a largo plazo tendrá proyección en temas tan variados y sustanciales de las finanzas del siglo XXI como la industria del venture capital y el private equity, la llamada “economía verde”, la puesta en marcha de los objetivos de desarrollo sostenible o la mejora en materia de gobierno corporativo.

 

© IE Insights.

 

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