James E. Moliterno es una de las estrellas mundiales en ética jurídica, por lo que sus programas académicos han sido premiados en Estados Unidos, y es profesor en la Universidad Washington & Lee y, desde 2004, en IE Law School. Ha escrito un libro provocador, The American Legal Profession in Crisis, que ha sorprendido a asociaciones de abogados y grandes despachos: cree que tienen que cambiar para abrazar el futuro, recuperar la confianza del público y los clientes y participar en los grandes debates y cambios sociales. Y les dice cómo hacerlo.
En su libro sostiene que el mundo jurídico tarda demasiado en adaptarse a los cambios sociales y de modelos de negocio. ¿Cuál cree que es el motivo?
El principal motivo es que los abogados no estamos formados como, por ejemplo, algunos ejecutivos. Interpretamos el presente tomando como referencia los precedentes y los códigos, que reflejan el pasado, mientras los ejecutivos intentan adivinar el futuro para sobrevivir y adaptarse a las nuevas tendencias del mercado o a las transformaciones que traerá la tecnología. Por supuesto, no me refiero a los abogados a título individual, porque sé que hay muchos innovadores; sino a las organizaciones, es decir, a los colegios o despachos que construyen fuertes y muros contra unos cambios sociales y de modelos de negocio que, al final, no pueden ni resistir ni evitar. Tampoco pueden anticiparlos, porque no se ve casi nada a través de esos muros.
Y el lenguaje, la jerga en definitiva, es una piedra más de la muralla…
Exactamente. Se asume, en línea con el espíritu de compañías que fueron líderes mundiales y luego cayeron como Kodak, que no hay que cambiar lo que ya funciona. Por eso, los abogados seguimos utilizando expresiones y fórmulas que nos dieron un buen resultado hace 300 años. Ahí nos sentimos protegidos. Esto es una demostración de inseguridad que, por desgracia, nos aísla del público, de los clientes y de los grandes debates sociales. También produce una sensación entre la gente y nuestros propios clientes de que, en el fondo, nos preocupamos más por mantenernos como un club exclusivo con un lenguaje propio que por sus intereses.
¿Cómo hacemos que los abogados participen más y se adapten mejor a los grandes debates sociales?
Ya han aparecido distintas fórmulas, por ejemplo, en Australia o el Reino Unido. Allí los Gobiernos están intentando que las firmas y los colegios se abran haciendo que sea el Estado y no las asociaciones profesionales quienes regulen el sector. También han fomentado que alguien que no estudió Derecho pueda ser copropietario de un despacho de abogados, que los despachos puedan vender acciones y cotizar en Bolsa, que los socios sean socios y no colaboradores y que se dé entrada a los consejos de administración a profesionales que no sean abogados pero que sepan de tecnología, de negocios o de tendencias sociales. ¡Debemos dejar que ellos nos ayuden a mirar al futuro!
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