Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) tuvieron un gran impacto en el descenso de la pobreza en el mundo, con unos resultados muy positivos en el ámbito de la pobreza extrema durante el período 2000-2015. Sin embargo, se trata de un logro parcial y desigual, ya que es necesario resolver los grandes desequilibrios existentes y aportar más soluciones a los nuevos retos globales.
Es urgente que la comunidad mundial actúe. El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ha esbozado cinco megatendencias que se deben tener en cuenta: los cambios demográficos (que se manifiestan diversamente en los países industrializados y del sur), la urbanización, el cambio climático, los conflictos y crisis prolongadas, y las tecnologías de frontera, que provocan cambios profundos en el mundo del empleo y otras dimensiones de la vida humana.
Desde este enfoque, junto con un mejor equilibrio entre las políticas y acciones económicas, sociales y ambientales, surgieron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), aprobados por todos países en el seno de la Asamblea General de Naciones Unidas de 2015.
A partir de ese momento, las miras ya estaban puestas en ciertas brechas especialmente acusadas en la evolución de la pobreza por géneros, además de las enormes desigualdades aún sin resolver en materias como el acceso a agua limpia, electricidad y otros servicios que influyen en la dignidad y la calidad de vida de las personas. La respuesta a estos problemas se hace mucho más compleja con los efectos del cambio climático y la existencia de conflictos prolongados (protracted conflicts) en muchos países.
Los ODS y la Agenda 2030 serían, por tanto, una solución de continuidad a los anteriores ODM, sirviendo como guía estratégica para gobiernos y organizaciones. En comparación con los ODM, los ODS llevan los resultados previstos mucho más allá, ya que los aplican universalmente; es decir, a todos los países, no solo a los países en desarrollo. El medioambiente, la inclusión social y el desarrollo económico deben medirse bajo una misma mirada sostenible.
Es necesario resolver los grandes desequilibrios existentes y aportar más soluciones a los nuevos retos globales.
No es un término nuevo
Quizá pueda pensarse que el término sostenibilidad ha nacido a raíz de los ODS; sin embargo, su uso procede de muchos años atrás, cuando la psicología lo definió como ‘la armonía de vivir con la naturaleza’. También la sostenibilidad estaba en la base de los métodos de producción de cultivos en tiempos tan lejanos como los de la antigua China. La clave de esta visión residía en el respeto a la regeneración de los recursos y una visión y unos valores que tengan como perspectiva a las futuras generaciones.
Por su parte, la tesis de la “Tragedia de los bienes comunes” (Garrett Hardin, 1968) habla de que el largo plazo no será sostenible si cada individuo actúa en su propio interés en un contexto de compartición de recursos como el actual.
Todas estas reflexiones fueron el punto de partida del desarrollo sostenible, definido en 1987 en la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de Naciones Unidas, también llamada Comisión Brundtland, como “aquel capaz de satisfacer las necesidades del presente sin comprometer el derecho de las generaciones futuras para satisfacer las suyas propias”.
Hacia una economía circular y solidaria
La idea esencial de esta reflexión no solo se centra en el medioambiente, sino que además aborda un paradigma más amplio que incluye la transformación económica, la acción política y, por supuesto, las actividades empresariales. De este modo, cualquier crecimiento debe ser considerado desde una visión cíclica y no lineal, en la que cada producto final y cada residuo son el punto de partida para un nuevo producto o servicio sin producir desperdicio y sin agotamiento de recursos. El desarrollo sostenible, por tanto, está apuntando claramente al fomento de una economía circular y de una economía solidaria que trata de aumentar el bienestar de todas las personas sin sobrepasar los límites del planeta.
El medioambiente, la inclusión social y el desarrollo económico deben medirse bajo una misma mirada sostenible.
Importancia de los datos
Para abordar las desigualdades entre los países y dentro de ellos, es necesario recopilar datos mejores, más desglosados y cualitativos, que midan los resultados para diferentes grupos de población y ayuden a abordar causas profundas. Esto requerirá mejores capacidades de recopilación e interpretación de datos a nivel de país y diseñar políticas de protección de datos desde una discusión social activa e informada.
A través de estas reflexiones, la Agenda 2030 se convierte en una guía holística, universal e integradora para todos los países, cuyas contribuciones deben adaptarse a los contextos específicos de cada uno. Se trata de una guía con visión y principios (reflejados en el manifiesto oficial) y estructurada en los ODS, que se deberán implementar en colaboración y de una manera integrada, con el ánimo de que organismos y sectores contribuyan a enriquecer la Agenda 2030 con su conocimiento.
De esta forma, cualquier propuesta o proyecto sobre desarrollo sostenible debe ser útil para la transformación del mundo que proponen los estados miembros, unidos en el seno de Naciones Unidas, con cinco “P” que constituyen cinco ámbitos clave: people (personas), prosperity (prosperidad), peace (paz), partnership (alianzas) y planet (planeta). Estos ámbitos recogen la esencia de los ODS, integrando las dimensiones social, económica y medioambiental con la necesidad de trabajar a través de alianzas y teniendo en cuenta mecanismos de gobernanza a largo plazo.
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