Los datos del estudio World Population Prospects de Naciones Unidas corroboran este fenómeno a nivel global. El modelo tradicional de las tres etapas de la vida (formación, trabajo y jubilación) ha dejado de tener significado. El nuevo modelo será multietapas, tal como lo describe Lynda Gratton (véase el recuadro) y, por ello, tenemos que estar preparados para carreras profesionales de cincuenta o sesenta años en las que tengamos que estar adaptándonos y readaptándonos a las nuevas posibilidades que se abran ante nosotros.
Esto significa un total rediseño de la vida: las personas trabajaremos hasta los setenta u ochenta años, tendremos que aprender nuevas habilidades para los nuevos trabajos y las transiciones de carreras profesionales serán la norma. Tendremos que ser más flexibles, adquirir nuevos conocimientos, explorar nuevas formas de pensar y desarrollar nuevas redes de relaciones.
Estos procesos de cambio hay que abordarlos como oportunidades para redefinirnos a la hora de enfrentarnos a otras carreras profesionales.
Source: “The Corporate Implications of Longer Lives,” by Lynda Gratton et al., MIT Sloan Management Review, Spring 2017, http://mitsmr.com/x/58304.
El dominio dificulta el cambio
Es importante partir de una premisa simple: nuestra identidad profesional no es única. La investigación llevada a cabo por la profesora Herminia Ibarra demuestra que la identidad profesional está construida por muchas posibilidades. Algunas son tangibles y concretas, elaboradas por nuestra experiencia y competencias anteriores, y otras existen únicamente en un futuro potencial.
En otras palabras, “lo que te ha traído hasta aquí no te va a llevar hasta allí”. Este es el principio básico que deben tener en cuenta los profesionales que necesitan reconvertirse. Todo cambio es una situación compleja, especialmente cuando el dominio de las competencias es, al mismo tiempo, un freno para el cambio, un hándicap para la transformación de la mentalidad de los profesionales. Salir de la zona de competencia y atreverse a experimentar con nuevas habilidades requiere un gran valor.
Mi investigación y experiencia trabajando con personas en transición me indica que las identidades profesionales se construyen, son procesos vivos que se moldean sobre la base de la experiencia y las relaciones personales de cada uno, así como de la capacidad que tengamos de dar sentido a lo que hacemos. El nivel de asunción de estos principios determinará el camino de éxito hacia el cambio.
Tendremos que ser más flexibles, adquirir nuevos conocimientos, explorar nuevas formas de pensar y desarrollar nuevas redes de relaciones.
Sin miedo a experimentar
Las verdaderas posibilidades se descubren abriéndonos al mundo, explorando nuevos conocimientos, emprendiendo nuevos proyectos y probando nuevas actividades, entrando en nuevos grupos y encontrando nuevos modelos a imitar.
Esto significa que tendremos que adoptar una actitud más “lúdica” ante lo que hacemos y nuestra identidad: atrevernos a experimentar con tareas y competencias distintas de las que nos han llevado a tener éxito en la carrera que estamos tratando de cambiar.
Con la experimentación, se irán incorporando a nuestra identidad profesional nuevas dimensiones que hasta ese momento permanecían ocultas. El descubrimiento de nuevas alternativas va dando continuamente forma a nuestra identidad profesional.
Se trata de un proceso que puede ser más o menos largo en el tiempo, pero necesario para la adquisición de las habilidades y competencias que exige el mercado.
Descubriendo una nueva red de relaciones: el papel de los contactos
Salir de la zona de confort también afecta a la red de relaciones.
Es imposible reorientarnos si permanecemos aislados, ya que todos nos desarrollamos en y a través de nuestras relaciones con los demás. Todos los estudios que se han llevan a cabo desde la mitad de la década de los setenta sobre cómo la gente obtiene sus trabajos no hacen más que confirmar que la mayoría de las personas los consiguen a través de contactos personales. En tiempos de cambios e incertidumbre, el consuelo lo encontramos reforzando los lazos que nos vinculan a nuestra familia y amigos, pero es imposible cambiar de carrera profesional sin alterar y ampliar nuestros círculos sociales.
La investigación demuestra que, aunque pueda no resultar intuitivo, lo que convierte en útil a un contacto de cara a realizar una reorientación profesional no es tanto el grado de intimidad ni el poder que ostenta el contacto en su entorno, sino las personas distintas a las que nosotros no conocemos y a las que nos puede franquear el acceso. Esto nos abre más alternativas, además de darnos la opción de encontrar modelos a imitar en los que queremos convertirnos. Naturalmente, tener un contacto con una importante escuela de negocios o asociación profesional puede mejorar sustancialmente las perspectivas de entrar en determinados círculos que, de otra manera, nos serían vetados. Las redes de contacto más cercanas nos pueden aportar consuelo en los momentos difíciles de la transición, pero no nos enriquecen ni nos ayudan a reorientar y verificar una serie de identidades posibles e, incluso, pueden ver el cambio como una pérdida.
Como señala el Dr. Mario Alonso Puig, Fellow in Surgery por la Harvard University Medical School, el proceso de reorientación es un viaje vivencial que se realiza en compañía de otras personas que aportan ayuda y recursos para adquirir los nuevos conocimientos que se necesitan.
Tenemos que invertir tiempo en explorar las diferentes alternativas que nos ofrece el mercado y simultáneamente construir una nueva red de relaciones que nos amplíe las opciones.
El cambio de carrera profesional
Cualquier proceso de cambio profesional lleva su tiempo y es importante tenerlo presente para gestionarlo. En primer lugar, tenemos que internalizar la situación. Este proceso, lejos de ser una pérdida de tiempo, es realmente necesario, ya que no solo permite incrementar el conocimiento que tenemos de nosotros mismos, sino que además nos proporciona seguridad en nuestras capacidades y nos ayuda a asumir la nueva situación. Por otra parte, también tenemos que invertir tiempo en explorar las diferentes alternativas que nos ofrece el mercado y simultáneamente construir una nueva red de relaciones que nos amplíe las opciones.
Uno de los problemas habituales que aparecen en la reorientación no es tanto definir el tipo de trabajo que más nos gusta y al que mayor significado le encontramos, sino cómo idear la forma de transferir las viejas preferencias y valores adquiridos en el pasado a contextos nuevos y distintos, así como la forma de integrarlos con las nuevas oportunidades.
Estar en ese tránsito no siempre resulta agradable y, ya que no existe un camino claro ni un modelo que se pueda seguir que nos garantice salir airosos de esa situación, sí que contamos con algunas ideas, procedentes de la investigación y de la práctica, que no nos conviene olvidar:
- Manténgase activo, actúe, explore alternativas en las que pueda “exportar” sus capacidades para abrirse camino hacia una nueva forma de pensar y de ser. El proceso de reorientación es un desafío para redefinirnos, asumiendo que “lo que te ha traído hasta aquí no te va a llevar hasta allí”.
- Permítase un tiempo, un período de transición, y no se autoimponga plazos. Es mejor vivir las contradicciones propias de la situación que tomar una decisión prematura. La experimentación y el juego harán que el proceso sea más ameno y enriquecedor.
- Amplíe y ramifique su red de contactos. Déjese asesorar por expertos. Recuerde que todas las reorientaciones requieren apoyo social y que reorientar la carrera no es simplemente cambiar de tipo de trabajo; también es cambiar las relaciones que rodean nuestra vida profesional. Realice el cambio en compañía, nunca en solitario. Abra la puerta a nuevos contactos personales.
- Sea flexible, realista y mantenga su mente abierta. Cuando se abren ventanas de oportunidad, hay que ser capaz de verlas en su totalidad, con sus inconvenientes y sus ventajas.
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