Ciudades del futuro: los retos de la arquitectura y el diseño

La población urbana se duplicará en cuarenta años, algo que obliga a la transformación holística y sostenible del modelo de ciudad. Para Martha Thorne, decana de IE School of Architecture and Design y directora ejecutiva del Pritzker Architecture Prize, el gran reto de la arquitectura está en su capacidad para hacer metrópolis, que serán más densas y poseerán una alta calidad urbana y una mayor calidad de vida para los residentes.

Ciudades del futuro los retos de la arquitectura y el diseno

Más de la mitad de la población mundial vive ya en áreas urbanas en las que la arquitectura y el diseño van de la mano para hacer grandes aportaciones a través de los servicios urbanos, el medioambiente y los espacios públicos. ¿Es esta la razón de que se preste ahora tanta atención a la transformación de las ciudades?

Las ciudades son muy relevantes, no solo para el mundo de la arquitectura y el urbanismo, sino también para la economía o la política. A esto se une la previsión de que la población urbana se duplicará en cuarenta años, lo que supone un cambio rápido y de una magnitud sin precedentes en la historia de la humanidad. Independientemente de sus razones, esta presión de crecimiento impacta en el funcionamiento de la ciudad, en su gobierno y en la calidad de vida, por lo que debemos asegurarnos de que las ciudades se mantienen como espacios de innovación, cultura y bienestar.

 

¿Cuáles cree que son las claves para que las ciudades puedan adaptarse al futuro?

Los aspectos arquitectónicos y económicos son importantes, pero, más allá de ellos, en el nuevo modelo de ciudad, los retos y las soluciones tienen que abarcarse de forma integral y verse holísticamente. La igualdad y la sostenibilidad son dos de los objetivos que hay que alcanzar, pero los desafíos dependen de cada ciudad y de su punto de desarrollo.

En las metrópolis europeas, la situación puede no ser tan dramática como en los países emergentes, pero esto puede cambiar por factores como el envejecimiento de la población, los refugiados de guerra o de desastres naturales o por el desempleo. Así, mientras que en Europa una de las claves es asegurarse de que las grandes urbes sean motores de crecimiento económico sostenible, en los que sectores de población como los jóvenes puedan encontrar trabajo, en países en vías de desarrollo como Brasil, Colombia o la India, el objetivo es disponer de vivienda y servicios básicos para todas las clases sociales. Este aspecto es muy importante desde el punto de vista no solo de la vivienda, sino también de la gobernanza y de la estrategia de ciudad.

La igualdad y la sostenibilidad son dos de los objetivos que hay que alcanzar, pero los desafíos dependen de cada ciudad y de su punto de desarrollo.

¿Las ciudades seguirán siendo centros de innovación, cultura y bienestar?

Uno de los grandes desafíos es crear espacios de calidad en ciudades densas. En general, las urbes más pobladas son más eficientes y podemos dotarlas de servicios urbanos, movilidad, energía, educación o salud. Lo negativo se produce cuando un sobrecrecimiento rápido de población provoca desequilibrios que hacen que la ciudad deje de funcionar. En la ciudad normalmente se consiguen calidad de vida y eficiencias a través de la mezcla de espacios, funciones y servicios accesibles a la población. Otro aspecto que hay que considerar es que la innovación y las nuevas ideas surgen en las ciudades cuando hay diversidad de gente, junto con una gran actividad económica y educacional.

Creo que la arquitectura puede contribuir muy directamente a alcanzar los objetivos de la ciudad como centro de innovación, cultura y bienestar. Debemos cambiar la perspectiva de que la arquitectura es un añadido o un lujo en tiempos de bonanza, para entenderla como un reflejo de nuestra sociedad y nuestros valores. La buena arquitectura hace la ciudad cómoda, accesible… Vivimos en la arquitectura a la vez que ayuda a formar nuestra memoria colectiva. Por supuesto, hay que evaluar una obra de arquitectura según su función, si es adecuada para ese lugar y ese tiempo y si intenta avanzar en algún aspecto de la disciplina o en ideas de sostenibilidad. Si no se tiene en cuenta la realidad económica, cultural, geográfica y topográfica, no se puede hacer una arquitectura contundente, buena y apreciada por la gente.

 

¿Cómo ha evolucionado el concepto de los espacios públicos?

Es algo que ha cambiado y que espero que siga evolucionando. En el siglo pasado, muchas veces se construía la ciudad solo basándose en los edificios, mientras que ahora la naturaleza de las zonas de alrededor de los edificios es la que nos da mayores oportunidades de ubicar espacios públicos de calidad. Hoy no es suficiente construir un edificio pensando que es una escultura o algo aislado, ya que debe considerarse un “todo” con los alrededores, tener en cuenta aspectos como la movilidad de las personas, el transporte o la seguridad. Con más densidad de población, la necesidad urbana de espacios abiertos, verdes o de ocio cobra una mayor importancia. Hoy en día no debemos pensar en un inmueble como algo aislado, singular, sino como parte de un conjunto de calles, infraestructuras, espacios públicos y edificios que pueden funcionar juntos, crean ciudad y pueden ser un motor de cambio.

Me gustaría precisar que los edificios emblemáticos y los monumentos tienen sentido si nos recuerdan algo importante. En mi opinión, la arquitectura siempre debe ser concebida no solo para servir a las élites, sino también para contribuir a generar calidad de vida, igualdad social y sostenibilidad medioambiental. Cuando entendamos que la ciudad es más que la suma de las partes, entonces habremos dado un gran paso hacia delante.

En Europa, una de las claves es asegurarse de que las grandes urbes sean motores de crecimiento económico sostenible.

¿Qué fuerzas están cambiando la forma de construir ciudades?

Es necesario mirar en cada país y ciudad para saber cuáles son esas presiones o tendencias. En países en desarrollo de Latinoamérica puede ser simplemente el aumento de población por el ratio de natalidad, pero en otros lugares hay presión por la emigración de personas en situación crítica por un desastre natural o humano, como las guerras. Se trata de personas que tienen que huir de sus países y van en busca de refugio. También puede tratarse de ciudadanos en una situación económica muy precaria que albergan la esperanza de ir a otro país o a otra ciudad de su propio país en busca de mejores oportunidades. Otro ejemplo es China, donde hay una política gubernamental tendente a la urbanización como motor del crecimiento económico, que está contribuyendo a la creación de ciudades nuevas de gran tamaño.

 

¿Hay características comunes entre ciudades?

A mí me gusta pensar que las ciudades son como sistemas o, incluso, como ecosistemas. La calidad de los servicios es algo que se puede analizar en todas las ciudades, al igual que la densidad de población que tiene una ciudad, el porcentaje de personas que trabajan en ella o los medios de transporte que se utilizan, pero en todas estas valoraciones hay un límite, ya que, además, hay que tener en cuenta la historia de la metrópolis, que puede ser muy distinta en cada caso. Tenemos que preguntarnos por qué la población está creciendo en cada ciudad, estudiar dónde se ubica la gente que viene del entorno rural o de otros países y evaluar la demografía de cada ciudad, para saber si está envejeciendo o si es una urbe joven.

Además, hay otros aspectos que no son tan obvios. En este sentido, se suele pensar que la calidad de vida es mayor en la ciudad que en el entorno rural; sin embargo, al examinar esta cuestión detenidamente, se ve que la diferencia entre las personas de las capas económicas más débiles y las más ricas está aumentando. En estas ciudades, al perfilar más los datos, se evidencia el empobrecimiento de un cierto sector de la población urbana, algo que es muy preocupante.

No hay mucho que hacer si pensamos que la tecnología va a solucionarlo todo y que la ciudad es solo cuestión del gobierno o de los inversores privados.

¿Qué ciudades son un faro que hay que seguir?

En el campo de la sostenibilidad destacan ciudades que producen energía o que reciclan más residuos de los que generan, como es el caso de Hamburgo (Alemania). En otro sentido, Nueva York ha reconvertido una infraestructura ferroviaria que estaba en desuso y que era como un fantasma en Manhattan en un parque y un paseo públicos. Esta iniciativa ha supuesto la revalorización económica de toda la zona, además de la oferta de lugar de ocio para residentes de todas las capas sociales y turistas.

También destaca como ciudad faro Medellín (Colombia), que se enfrentó a una situación muy complicada de crimen urbano y asentamientos informales de población utilizando nuevos modelos de participación pública y mediante la construcción de vías de transporte y movilidad como motor de nuevos desarrollos, como el teleférico y el trolebús. Además, para la renovación de algunos barrios se pusieron en marcha bibliotecas, no en el sentido clásico, sino concebidas como centros culturales de comunidad: edificios con una buena calidad arquitectónica que simbolizaban la preocupación, la dedicación y el futuro para la zona.

Creo que se puede mirar a distintas ciudades y ver buenas prácticas en diferentes campos. En el caso de Bilbao. Pienso que es una simplificación creer que la transformación de la ciudad se debe al Guggenheim; es un fenómeno más complejo. En un entorno posindustrial, la capital vizcaína es ejemplo de recuperación y limpieza de la ría y del traslado del puerto más hacia el mar, aspectos que considero que han tenido un impacto más importante en la ciudad que la construcción del museo.

Por otro lado, Holanda es ejemplar en el manejo del agua, algo que le viene de su relación histórica con el mar y de su necesidad de recuperar terreno. Por su parte, Londres no destaca en muchos ámbitos, pero sí en que los nuevos edificios tienen limitadas drásticamente las plazas de aparcamiento y solo se permite tener una plaza para coche a las personas con discapacidad. De esta forma, la ciudad limita el número de coches privados, una postura rotunda, pero ejemplar.

 

¿Podemos ser optimistas en la transformación urbanística de las ciudades?

Si nos fijamos en algunos modelos y prácticas que funcionan y los imitamos, creo que podemos ser optimistas de cara al futuro. Por el contrario, considero que no hay mucho que hacer si pensamos que la tecnología va a solucionarlo todo, que la ciudad es solo cuestión del gobierno o de los inversores privados o que la urbe es un lugar únicamente para los que pueden pagarla. Estamos todos en el mismo barco y, si queremos llegar a buen puerto, hay que llevar a cabo acciones coordinadas en diferentes ámbitos.

 

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