En la era de la información, cada día resulta más habitual encontrarse con noticias y vídeos falsos, que ponen en entredicho la capacidad crítica y reflexiva de las personas para discernir entre lo que es real y lo que no lo es. Este fenómeno, que comenzó como un proyecto de entretenimiento de unos jóvenes que crearon una página web en la que escribían artículos sobre salud sin tener conocimiento alguno, ha alcanzado proporciones globales en el caso de Cambridge Analytica.
¿Qué decir de las biografías y perfiles falsos de personas creados por los algoritmos? Es posible encontrarse con identidades surgidas de la nada y aderezadas de múltiples detalles, que no levantan la más mínima sospecha sobre su veracidad. Esto es hoy una realidad gracias a la inteligencia artificial.
Ya sea en forma de vídeo falso o de invención del perfil de una persona, la combinación de las capacidades humanas y tecnológicas ofrece la posibilidad de crear una realidad alternativa. Esto demuestra que uno de los problemas fundamentales de la tecnología es que no hay posibilidad de conocer el resultado final una vez que esta se desarrolle. Siempre se espera que sea positivo, pero, como lo demuestra la experiencia, no siempre es así.
Uno de los problemas fundamentales de la tecnología es que no hay posibilidad de conocer el resultado final una vez que esta se desarrolle.
Una vida de algoritmos
Los desarrollos tecnológicos llevan a dibujar escenarios en los que, por ejemplo, ya no solo se dispondrá de acceso y se contará con la sugerencia de contenidos en plataformas como Netflix, sino que dos personas podrán ver, gracias a un chip implantado en su cuerpo, dos versiones completamente personalizadas de la misma película: cada una podrá seleccionar sus actores preferidos o, incluso, un grado de terror distinto en las películas de este género.
Puede que algunos lo perciban como un escenario futurista, en el que los algoritmos serán quienes dirijan la vida de las personas; puede que muchos no deseen dejar en manos de la inteligencia artificial el control de sus vidas.
Sin embargo, desde el momento de despertar por la mañana hasta que el día llega a su fin, las aplicaciones monitorizan el sueño para establecer el momento óptimo de despertarse, sugieren ejercicios físicos basándose en la progresión previa de la persona y su ritmo cardíaco, indican qué e-mails atender o qué tareas realizar de forma preferente, seleccionan el círculo de amistades más importante, señalan qué noticias leer en primer lugar y diseñan la ruta óptima para los desplazamientos.
Los algoritmos obtienen una gran cantidad de información mediante este tipo de aplicaciones, hasta el punto de que no solo conocen los hábitos de compra, las páginas visitadas o las preferencias de contenido de una persona, sino que incluso saben en qué momento su estado de ánimo puede estar alto o bajo.
Puede que muchos no deseen dejar en manos de la inteligencia artificial el control de sus vidas.
Sensación de control
La pregunta que surge es ¿en quién se confía más a la hora de tomar una decisión: en un algoritmo o en una persona?
Tesla puso en sus vehículos un nivel 3 de autonomía, lo que significa que cada cierto tiempo la persona debe tomar los mandos del volante. Esto se hizo así para dar una sensación de control a los conductores, de forma que el ordenador no tuviera por sí solo el dominio absoluto.
Cuando Google realizaba pruebas con su prototipo, consideró la posibilidad de eliminar completamente el volante. Sin embargo, la oposición de sus accionistas disuadió a la compañía.
Facebook, por su parte, permite a los usuarios personalizar los feeds, de forma que pueden seleccionar los asuntos o las amistades que desean ver. Cuando se incluyó esta posibilidad, todos se mostraron más contentos con el uso de la red social porque les daba el control, independientemente de si lo ejercían o no.
La Wikipedia es otro ejemplo más de la capacidad de intervenir; en este caso, en la edición del contenido. Se trata de una opción abierta a todo el mundo y, sin embargo, muy pocos la aprovechan.
Aunque la tecnología crea problemas, ella misma, unida a la capacidad de las personas, es la solución.
Las dos caras de la tecnología
En la mayoría de los desarrollos tecnológicos existen dos caras y, qué duda cabe, muchas veces se producen efectos negativos inesperados, que se conocen posteriormente. Aunque la tecnología crea problemas, ella misma, unida a la capacidad de las personas, es la solución.
El elevado uso de los ordenadores y de los dispositivos móviles, por ejemplo, con la consiguiente demanda de energía por parte de los usuarios, favorece el calentamiento global. La cara buena de la inteligencia artificial es que se están desarrollando múltiples proyectos basados en ella, cuyos objetivos van desde detectar fuentes de agua con las que abastecer a las zonas más afectadas por su escasez hasta identificar cultivos con riesgo de desaparecer, pasando por el desarrollo de las ciudades sostenibles.
En el caso de la automoción, nadie duda del avance en movilidad que ha traído consigo. Esto, que está claro hoy, probablemente no lo estuvo tanto cuando en 1896 se produjo la primera víctima de un atropello. En aquella época, muchos considerarían una locura seguir desarrollando los vehículos a motor. Sin embargo, la capacidad de las personas, unida a la tecnológica, ha permitido encontrar soluciones, que han venido de la mano de los sistemas de seguridad activa y pasiva.
Por tanto, los riesgos que conlleva cada nuevo desarrollo son evidentes y, al mismo tiempo, impredecibles. Sin embargo, los avances y los beneficios también lo son. No es posible aventurar cómo se resolverán en el futuro ciertas situaciones que hoy pueden preocupar a algunos. No obstante, seguro que la inteligencia artificial, unida a las habilidades del ser humano, ayudará a encontrar la vía adecuada para atajar esas cuestiones.
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