En un artículo publicado en la revista Harvard Business Review, comparamos –junto con los coautores Rocío Bonet, de IE Business School, y Peter Cappelli, de Wharton School– la experiencia laboral de los máximos ejecutivos de cien empresas de la US Fortune, los mayores generadores de empleo de Estados Unidos, a través de tres referencias temporales: 1980, 2001 y 2011.
Hemos elegido los puestos de máximos directivos de los jefes de Fortune 100 ya que representan algunos de los trabajos más importantes de la economía de Estados Unidos, dado que ejercen gran influencia y poseen gran poder. Quisimos investigar los factores que facilitan el acceso a estos puestos, y examinar la manera en la cual estos factores pueden haber evolucionado durante los últimos treinta años, ya que en Estados Unidos se han producido grandes cambios en las relaciones laborales tanto en el entorno empresarial como en el de la competencia interna y externa, junto con el fenómeno de la globalización.
Supongo que uno de los aspectos más interesantes de nuestros hallazgos para los lectores de esta revista concierne a la trayectoria profesional de las mujeres ejecutivas: ¿con qué frecuencia encontramos mujeres en los puestos más altos y cómo han llegado a ocupar su trabajo actual?
Las mujeres ejecutivas han acumulado más años de estudios que los hombres.
Las mujeres ejecutivas ocupaban casi un 18 % de los puestos más altos de Fortune 100 en 2011, lo que representa un aumento considerable desde 2001, cuando la proporción era de un 11 %, y un enorme incremento desde 1980 cuando esta proporción era de 0 %. La presencia de mujeres se reparte de manera uniforme entre empresas que agrupan diferentes características, como por ejemplo su tamaño, el total de ventas anuales, los ingresos netos y la edad de la empresa. Están ligeramente más dispuestas a trabajar en el sector de finanzas, los servicios sanitarios e industrias de venta al por menor. Se hallan más probablemente en sectores de productos de consumo y –sorprendentemente– en el sector aeroespacial.
Las mujeres ejecutivas han acumulado más años de estudios que los hombres. En otras palabras, necesitaban unos índices más altos de capital humano que sus colegas varones para alcanzar los puestos ejecutivos más altos de Fortune 100. Las mujeres obtenían más títulos: el 86 % de las mujeres frente únicamente al 69 % de los hombres que tienen titulaciones de postgrado. Además, las mujeres ejecutivas acudieron a otros tipos de instituciones educativas: solo un 6 % de las mujeres que poseen un primer grado provienen de las universidades de la Ivy League, comparado con el 11 % de hombres graduados en la Ivy League.
A pesar del porcentaje creciente de mujeres presentes en el Top-Ten de puestos ejecutivos de Fortune 100, el cuadro 1 revela que las mujeres ejecutivas siguen teniendo muchas menos oportunidades que los hombres para acceder a los puestos de líderes y son más propensas a ocupar trabajos de nivel intermedio. Sin embargo, al mismo tiempo, son tan propensas como los hombres a ocupar el nivel inferior de estos puestos.
En el lado positivo, las mujeres tardan menos tiempo en llegar a los puestos ejecutivos. Aventajan a los hombres en tres años en la carrera hacia los puestos más altos. Revisando las trayectorias profesionales nivel por nivel, constatamos que las mujeres conservan esta situación: las 137 mujeres de nuestra encuesta que se hallan en posiciones de nivel intermedio tardaron 23,1 años en alcanzar su actual puesto, a diferencia de los 26,3 años que tardaron los hombres aspirantes a la misma posición. Las mujeres ejecutivas son más veloces, no por ocupar menos puestos en el camino hacia la cumbre, sino por pasar menos tiempo en cada trabajo. Pasan 4,3 años de media, a diferencia de los hombres, que pasan 5,0 años. Las mujeres son ascendidas más rápidamente.
Solo podemos imaginarnos dos razones que expliquen esto: es posible que las mujeres que sobreviven en las filas de ejecutivos de las empresas de Fortune 100 sean un grupo de profesionales muy capaces, un grupo extremadamente elitista. Sin embargo, también es posible que las mujeres asciendan en la jerarquía corporativa más rápido debido al tipo de puestos que ocupan. Un estudio de los títulos que poseen las mujeres ejecutivas en niveles intermedios, por ejemplo, revela que sus títulos más frecuentes son los que indican especialización funcional (directores generales jurídicos, de recursos humanos, etc.) en lugar de ejercer responsabilidades de gestión empresarial general. Las funciones del personal entre las mujeres ejecutivas (contabilidad, recursos humanos, área jurídica, etc.) superan en número a otro tipo de posiciones de línea productiva (operaciones, ingeniería, etc.).
Un ejemplo de seguimiento de ejecutiva de vía rápida es Jill Hazelbaker, que consiguió ascender a un alto puesto ejecutivo como jefe de Comunicación Corporativa de Google en muy poco tiempo, a los 30 años. Previamente ejerció de portavoz en campañas políticas y fue miembro del staff del Partido Republicano. Lo más notable fue su participación en la campaña presidencial de John McCain como directora de Comunicación Nacional.
Otro ejemplo de seguimiento rápido es Geeta Nayyar, jefa oficial de información médica en AT&T. En primer lugar, tiene una excelente formación académica: cuenta con titulación MBA por la Universidad George Washington y un grado de Medicina de la Universidad de Miami. Consiguió ascender rápidamente gracias a una estrategia que pocos consejeros de carreras profesionales recomendarían: saltando de manera radical de una empresa a otra. Su primer trabajo profesional fue de jefe médico en APCO a nivel internacional entre 2008 y 2010. Pasó menos de dos años allí y se marchó a Vangent Inc. para convertirse en directora general médica. Después de menos de año y medio, fue fichada por AT&T.
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