A pesar de que el éxito se puede definir de maneras muy distintas, en realidad consiste en alcanzar lo que cada uno quiere y conseguir aquello que le hace feliz. Son dos los factores que ayudan a una persona a lograrlo. El primero está relacionado con generar continuamente oportunidades de calidad, como son estudiar, crear redes, descubrir mundo y exponerse a situaciones. El segundo elemento reside en aprovecharlas cuando aparezcan.
Este segundo factor es el que supone un mayor reto para la mayoría de las personas. Se da la circunstancia de que, cuando las oportunidades aparecen, son muchos los profesionales que se frenan y no las aprovechan, fundamentalmente, por cinco motivos distintos.
El verdadero enemigo del talento es dejarse llevar por la corriente, es decir, la inercia, que hace creer a la persona que esa oportunidad no es lo suficientemente importante como para abordarla.
Los cinco frenos
El primero es la desubicación. Algunas personas no se encuentran en el lugar profesional adecuado, es decir, no están en su sitio, lo que puede ser consecuencia de un falso positivo o de un falso negativo. El primero consiste en estar situado en la zona de confort y desarrollar una labor para la cual sobran capacidades. El talento de estos profesionales se encuentra muy por encima de los retos que tienen que superar, por lo que al final caen en la autocomplacencia. El falso negativo significa que la persona está en su sitio, pero no en el momento adecuado, lo que la lleva a abandonar la que podría haber sido su vía profesional.
El segundo freno es la inseguridad. Es preciso distinguir la buena inseguridad, que funciona como una señal de alarma y como prevención ante un peligro, de la mala, aquella que hace pensar a quien la padece que nunca está del todo preparado para enfrentarse a los retos.
El tercer obstáculo es la dispersión. Se produce cuando la persona trata de estar en todas partes al mismo tiempo y no es capaz de poner el foco en ninguna. Esto puede producirse por las propias exigencias del trabajo; por ejemplo, tener que desarrollar tareas urgentes, relegando a un segundo plano las que son importantes para el propio profesional.
La desconexión es otro de los frenos a los que se deben enfrentar las personas. Por regla general, surge cuando los tres obstáculos anteriores han hecho su aparición. Es importante no aislarse y construir una red, lo que constituirá una de las mejores fortalezas. En este sentido, un buen uso de las redes sociales puede resultar de gran ayuda.
El quinto freno consiste en la contención. Alguien que se siente inseguro, duda de si está realmente en su sitio, carece de una red a la que solicitar ayuda y se encuentra disperso opta por contenerse y, en consecuencia, pierde oportunidades.
Lo poderoso de estos frenos es que son tan obvios que en la mayoría de los casos resultan invisibles. Para poder superarlos es preciso emprender un camino de descubrimiento y de búsqueda de indicios. El proceso de aprendizaje nace precisamente de la vulnerabilidad y de una necesidad o urgencia de cambio que la persona percibe en su interior.
En el largo camino de la carrera profesional resulta muy complicado concretar un objetivo, pero es clave definir una dirección.
Una vida profesional de éxito
La vida profesional es un largo camino en el que primero se explora, después se aprende, se afrontan despedidas y se comprende y, finalmente, se emprende y se recolecta. Este trayecto se puede entender como un conjunto de canales conectados entre sí. La persona se va deslizando por uno, al ritmo cambiante de la corriente. A ambos lados surgen puertas de oportunidades que llevan a otros canales. Pueden ser grandes o pequeñas, vistosas o discretas; algunas se abren fácilmente y otras cuestan más. Puede aparecer alguna que llame la atención y surgirá la duda de si llevará a un canal mejor. Entonces, es necesario mirar, explorar, ganar perspectiva y atreverse.
El verdadero enemigo del talento es dejarse llevar por la corriente, es decir, la inercia, que hace creer a la persona que esa oportunidad no es lo suficientemente importante como para abordarla o que carece de la capacidad necesaria para llevarla a cabo.
Cuando la inercia sale vencedora, los profesionales se contentan con hacer lo mínimo y no involucrarse, lo cual es perjudicial tanto para ellos como para la organización. En el otro extremo, puede darse el caso de que la persona que se encuentra desubicada decide sacrificarse, lo que implica algo positivo para la empresa, pero no para ella. En ese caso, dejar la organización estaría justificado, pero la huida no puede convertirse en una estrategia constante, puesto que supone perder a un profesional que podría contribuir con su talento.
Es necesario no perder de vista que las oportunidades que surgen no son perfectas y, en el momento en el que aparecen, lo importante es pedir ayuda, si es necesario, para intervenir y crear puntos de inflexión.
Las personas que se dejan llevar por la inercia no provocan esos puntos de inflexión ni los aprovechan; se quedan a mitad de camino en la búsqueda de la cima y desperdician su talento. Generalmente, piensan en términos de “superhéroe”, lo cual es un grave error. Su quietud y su contención proceden precisamente, de entender que cada persona debe tener por sí sola la capacidad de enfrentarse a cualquier reto, una idea que genera frustración, culpabilidad y aislamiento.
El talento es acción: sin ella no hay talento, sino tan solo una promesa.
Es preciso acercarse a las oportunidades como héroes, seres vulnerables que requieren la ayuda de otros y la fortaleza de su propia red y que son conscientes de que empezar el camino y atreverse es mejor, en todo caso, que no hacerlo. Los héroes conocen las cinco claves del éxito: disfrutar del camino, confiar en uno mismo, poner foco, construir redes y pedir ayuda cuando es necesario para no dejar que las puertas se cierren, porque aprovechar las oportunidades no es tanto una opción como una responsabilidad, para extraer al máximo el talento disponible en una sociedad.
En el largo camino de la carrera profesional resulta muy complicado concretar un objetivo, pero es clave definir una dirección. Será preciso ponderar ciertas cosas y despedirse de otras, con el propósito de dar cabida a nuevas oportunidades, lo que requiere un proceso arduo en el que hay que actuar y saber pactar con la imperfección. Si el resultado no es finalmente el esperado, esta experiencia ayudará a aprender y a continuar, puesto que los lugares que se van recorriendo llevarán a otros nuevos.
En definitiva, la mayoría de las veces, las estrategias más sencillas ayudan a resolver los problemas más complicados: adquirir perspectiva y mirar, para después ponderar unas alternativas que nunca son equivalentes, dotarse de las capacidades necesarias, tener confianza en uno mismo, contar con aliados, tener un estatus y una marca personal potente que ayude a que los demás nos valoren correctamente y, sobre todo, actuar. El talento es acción: sin ella no hay talento, sino tan solo una promesa.
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