En la vida se trata de trazar tu propio camino. Mirando hacia atrás ahora, hay días en los que me pregunto por qué tomé una dirección y no otra.
De joven, uno piensa que todo puede planificarse, pero no es así. Hay preguntas que no tienen respuesta o que no la tienen hoy y tenemos que esperar. La vida es para vivirla, no para planificarla. Por ello, lo mejor que podemos hacer es vivirla con valores y principios.
Hoy las fronteras entre la vida analógica y digital se están difuminando y eso lo está cambiando todo.
No estamos viviendo una época de cambio, sino un cambio de época. Estamos al comienzo de la Cuarta Revolución Industrial: desarrollos en genética, inteligencia artificial, blockchain, realidad aumentada o virtual, robótica, nanotecnología, coches autónomos, impresión 3D, biotecnología… Todas estas tecnologías están ayudando a difundir el conocimiento a una velocidad sin precedentes, siendo las fuerzas motrices de nuestro progreso.
Los volúmenes de tráfico de datos están creciendo entre un 50 % y un 60 % cada año y la mitad del tráfico de datos que fluye a través de nuestras redes hoy en día no está generado por humanos. Hoy queremos estar conectados 24×7×365 y hay 8.000 millones de conexiones móviles en todo el mundo, una cifra superior a la de la población mundial.
Necesitamos valores para construir una sociedad mejor y más justa, que no deje a nadie atrás en términos de participación y que permita una distribución más equilibrada de la riqueza.
Disrupción
La disrupción está afectando a todos los sectores. Estamos viviendo una ola vertiginosa de disrupción y difusión de nuevas tecnologías, que, lejos de reducirse, se convertirán en las tendencias globales que determinarán el futuro, con sus desafíos y oportunidades.
La inteligencia artificial y la inteligencia cognitiva, así como el desarrollo de tecnologías subyacentes, como el reconocimiento del lenguaje, la realidad aumentada y virtual y los algoritmos de aprendizaje automático, son asimismo relevantes.
La tecnología 5G será también una realidad en los próximos cinco años. Multiplicará por cien la velocidad de las redes y por mil su capacidad y, lo más importante, eliminará la latencia. Eso significa que los coches autónomos o la cirugía en remoto serán una realidad.
Nunca en la historia de la humanidad se ha producido una acumulación de tecnología como la que está teniendo lugar ahora, un fenómeno solo comparable a los avances de la Edad de Bronce, el Renacimiento o la Revolución Industrial.
Hasta ahora, los seres humanos han dedicado mucho tiempo a aprender a utilizar la tecnología. Ha llegado el momento de que las máquinas aprendan a entender a los humanos.
Valores y ética
El progreso humano se ha acelerado y ha dado como resultado cambios muy significativos en los sistemas políticos y sociales. La tecnología emerge como el motor de la democratización, el progreso y el bienestar.
Tenemos razones para creer que un futuro brillante nos espera, aunque en el mundo hiperconectado de hoy no todo es aceptable.
Debemos preguntarnos dónde queremos llevar a la sociedad o cómo queremos compartir la riqueza en esta nueva economía. Para lograrlo, necesitamos valores para construir una sociedad mejor y más justa, que no deje a nadie atrás en términos de participación y que permita una distribución más equilibrada de la riqueza.
Estamos cruzando un territorio desconocido. La tecnología también genera debates éticos en torno a los datos, la privacidad, la libertad, la ética de las máquinas, las noticias falsas, etc. Se requerirán nuevas políticas para este nuevo mundo en áreas tales como la educación o los impuestos e, incluso, una declaración de derechos.
No podemos ignorar la tecnología porque es inevitable y potencialmente muy positiva para la sociedad, pero debemos decir “no” a un mundo sin reglas que ponga en peligro los derechos fundamentales de las personas. Es esencial actuar con valores, decir qué principios deben prevalecer, qué es aceptable y qué no.
Las personas siguen siendo esenciales. Hay habilidades como la creatividad, la imaginación, la emoción, la compasión o la ética que no se pueden digitalizar ni automatizar. Precisamente por eso, las personas serán aún más valiosas, porque las máquinas pueden simular, pero nunca pueden ser ni sentir.
No estoy preocupado por que el aprendizaje automático o la inteligencia artificial den a la tecnología el potencial de pensar como los seres humanos. Me preocupan las personas que permiten que las máquinas adopten decisiones finales en su nombre, sin valores ni compasión, sin analizar las consecuencias de sus actos.
Hasta ahora, los seres humanos han dedicado mucho tiempo a aprender a utilizar la tecnología. Ha llegado el momento de que las máquinas aprendan a entender a los humanos. Depende de nosotros qué tipo de sociedad queremos para nuestros hijos y qué límites queremos poner. Un nuevo mundo está emergiendo con nuevos valores que tenemos que escribir.
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