Los estudios realizados tradicionalmente sobre el sector de la auditoría han tenido por objeto el análisis de las grandes compañías presentes en este mercado y sus clientes, es decir, fundamentalmente las empresas cotizadas. La razón es sencilla: los datos estaban ahí y podían ser analizados. Sin embargo, el hecho es que el sector de la auditoría está compuesto en más de un 95 % por pymes.
Las conclusiones de estas investigaciones apuntaban a una posible falta de competitividad y a un exceso de concentración, con la presencia de oligopolios, y, por tanto, a la consiguiente necesidad de establecer regulaciones para impedir la fijación de precios y corregir ciertos desequilibrios. Señalaban, asimismo, que las grandes auditoras y las pequeñas operaban en segmentos diferenciados, que raramente se entrecruzaban.
Con el transcurso del tiempo y dada la mayor disponibilidad de información, el campo de investigación se ha abierto también a estas pequeñas empresas auditoras, lo que ha permitido poner en duda algunas conclusiones previas y arrojar cierta luz sobre la realidad del sector.
En la vida real, antes que entrar en una lucha de precios, las empresas buscan diferenciar sus productos.
¿Es un mercado suficientemente competitivo?
Para responder adecuadamente a esta pregunta es necesario extender el análisis a los mercados locales, en los que negocios de diferentes tamaños demandan servicios de auditoría y las grandes empresas auditoras, denominadas “Big Four”, compiten e interactúan con las más pequeñas del sector.
Desde una perspectiva teórica, en un mercado caracterizado por una competencia perfecta, el precio tiende a equilibrarse y a ser igual al coste marginal del servicio. Sin embargo, en la vida real, antes que entrar en una lucha de precios, las empresas buscan diferenciar sus productos, algo aplicable también a las empresas auditoras.
De hecho, las grandes firmas auditoras están especializadas en prestar sus servicios a las empresas cotizadas; sin embargo, su estructura y su dimensión no las hacen siempre competitivas para acercarse a otro tipo de clientes más pequeños. Por su parte, las pequeñas firmas auditoras compiten en ocasiones con las grandes a la hora de prestar sus servicios a clientes de tamaño medio.
A medida que el foco se centra, entonces, en los mercados locales y en las auditorías de negocios privados y de pymes, en general, se observa que el sector ya no se encuentra necesariamente liderado por una de las “Big Four”, sino que las pequeñas empresas auditoras desempeñan un papel fundamental. Como apuntan algunos autores, esto hace que los precios de los servicios ofrecidos tiendan más al equilibrio de un mercado competitivo.
En el estudio realizado (“Small is big! The role of ‘small’ audits for studying the audit market”) se observa, además, que existe una especialización por sectores en las pymes auditoras, que ofrecen productos diferenciados. Esto, a su vez, incide en la distinta facturación de sus servicios y confirma la idea de que estas empresas son clave a la hora de determinar el verdadero nivel de competitividad en los mercados locales.
Las pequeñas empresas valoran los consejos de negocio que les ofrecen los auditores externos, quienes pueden llegar a desempeñar un papel importante como apoyo de las decisiones de gestión.
Clientes distintos, necesidades distintas
Así como las empresas cotizadas deben someterse por imperativo legal a la auditoría de sus cuentas, en algunos países las no cotizadas no están obligadas a ello, por lo que queda a su libre elección, mientras que en otros la exigencia legal varía en función del tamaño de la empresa, del volumen de facturación o del número de empleados, entre otros factores.
Según indican diferentes investigaciones, las empresas que deciden pasar una auditoría por su propia voluntad lo hacen por distintos motivos. Aquellas empresas en las que los conflictos relacionados con la propiedad estén presentes se decantarán en mayor medida por someterse a una auditoría. Lo mismo ocurre en el caso de las organizaciones en las que los costes de agencia derivados de la relación accionista-deudor y las restricciones contractuales impuestas por los acreedores sean elevados.
Otras características, como el tamaño, la edad y la complejidad del negocio, inciden también en esta decisión. Los directivos se sirven de ellas como instrumentos de control interno e incluso de resolución de problemas. Además, las pequeñas empresas valoran los consejos de negocio que les ofrecen los auditores externos, quienes pueden llegar a desempeñar un papel importante como apoyo de las decisiones de gestión. Incluso, cuando se percibe una cierta debilidad en las instituciones, existe una mayor tendencia a llevar a cabo una auditoría voluntaria. Se aprecia, por tanto, una variedad de clientes, de motivaciones y de necesidades que deben ser resueltas desde el lado de las empresas de auditoría.
A raíz del estudio realizado con una muestra de auditores italianos se ha observado que, además de las grandes firmas y de las pymes, en este mercado tienen cabida también los auditores autónomos, que representan nada menos que el 36 % de la muestra de referencia.
Los factores que inciden en la decisión de estos profesionales de permanecer independientes no son de índole económica –las diferencias con respecto a asociarse con otros son prácticamente inexistentes–, sino que están relacionados con una mayor flexibilidad, libertad y capacidad de conciliación de su vida familiar y laboral.
Estos auditores autónomos, necesarios para muchas pequeñas empresas, desempeñan un importante papel a escala local, sobre todo en el caso de clientes pequeños y medianos, para los cuales desarrollan una función más de asesor o consultor que estrictamente de auditor. En este sentido, el estudio revela que el capital social, es decir, el conjunto de relaciones y de activos intangibles que se aportan en este tipo de relaciones, es un aspecto determinante en la contratación de sus servicios y en el establecimiento de la retribución correspondiente.
El reto al que se enfrentan las pymes, las microempresas y los auditores independientes es el de seguir avanzando de la mano de sus clientes para ser capaces de atender sus necesidades. Donde antes podía existir un pequeño negocio con clientes establecidos en la misma zona, ahora podrían tener que auditar las cuentas de un pequeño negocio, pero con clientes repartidos por todo el mundo, lo que aumenta considerablemente la complejidad del servicio.
En este sentido, pueden mantener su independencia como auditores, al tiempo que se asocian para aspectos relacionados con la formación o el uso de las nuevas tecnologías, de forma que la calidad de sus servicios se vea incrementada. Lo que sí está claro es que quedar anclados estrictamente en lo local no es una opción.
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