Parece que hay algo en el número 7 que nos gusta a los que tenemos poca memoria o a los editores de libros … existen los 7 hábitos de las personas más eficientes (S. Covey), 7 razones por las que el agua es importante para el cuerpo humano (F. Davila), 7 leyes de éxito espiritual (D. Chopra)…. pero a mi sólo me han salido 6 razones por las que hacer un programa ejecutivo. Pero son muy poderosas.
Creo que es evidente que en los entornos de fuerte cambio y dinamismo en los que vivimos, es necesario gestionar proactivamente nuestra carrera.
Quizás nuestros padres vivieron un entorno, donde la organización para la que trabajaban se ocupaba de diseñar y pautar su progresión profesional. Hoy este ya no es el caso.
No sólo se cambia mucho más de organización, sino que además los recorridos para llegar a lo que uno quiere hacer son mucho más variados. En cualquier caso, el demostrar la habilidad de sacar tiempo de nuestras apretadas agendas para formarse y profundizar nuestros conocimientos y habilidades juega muy a favor para la siguiente oportunidad profesional: demuestra liderazgo, inquietud y capacidad de esfuerzo.
Hace ya más de 10 años que desde Google reconocían que valoraban de manera muy especial la capacidad de sus empleados y directivos de aprender, especialmente en entornos donde hay mucho por inventar. El propio Satya Nadela, CEO de Microsoft, dice que no quiere perfiles “sábelo todo”, el prefiere los “apréndelo todo”. El haber participado de programas ejecutivos es una manera de evidenciar ese interés por el aprendizaje.
La formación ejecutiva permite explorar temas novedosos que pueden ser relevantes para nuestra carrera profesional y hacerlo de la mano de profesionales muy solventes. Los programas ejecutivos están llenos de directivos que tienen años de especialización en una determinada función, industria y quieren salir de ese encasillamiento. Con frecuencia utilizan periodos de transición para realizar esta exploración.
Estos programas permiten esa exploración sin necesidad de dar explicaciones y con la oportunidad de entrar en algo más de profundidad de lo que ofrece YouTube. En cualquier caso, el demostrar que uno ha tenido la capacidad de formarse más allá de lo que aprende en el trabajo siempre suma puntos.
No sólo el entorno cambiante pero también las vidas profesionales “extendidas” abren paso a modelos de carrera con múltiples funciones y roles, donde la interdisciplinaridad es un valor en si mismo.
Con vidas medias de más de 80 años y cambios en las edades de jubilación, mejor nos vamos preparando para ser productivos durante 50 y quizás 60 años!
David Epstein en su libro reciente Range, describe muy bien el modelo de carrera a lo Roger Federer (probó muchos deportes de pelota antes de centrarse en el tenis) vs. modelo a lo Tiger Woods (donde desde los dos años practicaba el golf) es una posibilidad clara. Hay vidas y rutas alternativas más allá de la hiper-especialización.
Cada vez creo más en la importancia de la revelación de Thomas Kuhn, en su libro sobre las revoluciones científicas, donde identifica a los nuevos en una disciplina como principal fuente de innovación. La capacidad de analizar problemas sin sesgos propios de la disciplina o de una determinada escuela de pensamiento, es con frecuencia, lo que permite identificar soluciones que grandes expertos no ven.
Estos programas ejecutivos permiten, por ejemplo, al experto de finanzas, meterse en temas de estrategia y aportar valor desde el primer día por su visión interdisciplinar.
Además, la formación ejecutiva permite aprender en un entorno protegido, donde uno está a salvo para hacer preguntas y tratar de entender disciplinas o conceptos nuevos.
Todavía prevalece la cultura corporativa donde el jefe tiene que tener todas las respuestas. Aunque si bien, se va abriendo paso a modelos de liderazgo donde hay lugar para la vulnerabilidad, parecería que el entorno académico incentiva de manera muy natural la curiosidad y el aprendizaje profundo. Cuando uno está entre “jefes”, ya no tiene por qué pretender tener la contestación de todo.
El aprendizaje es tanto más efectivo cuanto más se puede ligar a emociones positivas; hay que eliminar el estrés y otros sentimientos negativos que restan de la capacidad de aprender.
Gran parte del éxito de los programas ejecutivos se basa en poner en valor la diversidad de aportaciones y experiencias. La pregunta de uno suele resolver la duda de muchos. Es fácil sentir que uno aporta.
Según Scott Galloway, profesor de NYU de marketing, la curva de la felicidad toca su nivel más bajo, sobre los 40-45 donde parece que se combinan las presiones familiares con las profesionales.
Aunque no comparto esa visión de la curva de la felicidad – esto es para otro blog – creo que no está de más darse un premio en momentos de gran responsabilidad y esfuerzo. Hay un momento donde uno necesita dedicar también tiempo a actividades que producen satisfacción, que dan sentido a lo que uno quiere ser y dejar detrás de sí.
La profesora Laurie Santos de Yale, explica muy bien en su MOOC La ciencia del bienestar, como las experiencias vividas dan un nivel de satisfacción muy superior a las compras materiales.
Hay que buscar recompensar el esfuerzo con experiencias memorables. Estas no sólo son mucho más efectivas en proporcionar disfrute, sino que además cuando se comparten con otros generan también sensaciones positivas. Sin embargo, parecería que cuando compartimos con otros adquisiciones de bienes materiales, generan más bien sensaciones negativas.
Un programa ejecutivo suele venir aparejado con experiencias muy únicas y memorables: las experiencias van desde la sensación siempre curiosa de “volver a clase” muchos años después de haber dejado la universidad, hasta la experiencia de adentrarse en nuevas áreas de saber, de divertirse con gente fresca, de probar nuevas herramientas digitales o viajar a nuevos sitios. Estás experiencias son realmente un premio especial.
Cuando hablamos de la importancia de las emociones en el aprendizaje, no podemos dejar de mencionar la oportunidad de conocer a otros directivos interesantes con experiencias distintas y afinidades comunes.
La verdad, es que a una determinada edad, no es fácil conocer a gente nueva; una vez que uno está encarrilado en un trabajo, en una determinada situación familiar, en una ciudad determinada.. no hay tantas oportunidades de expandir la red de amigos.
Estos programas hacen posible, incluso para los introvertidos, el salir de nuestro entorno habitual y adentrarnos en mundos nuevos a través de otras personas.
Estos directivos, suelen aportar una riqueza adicional, curiosamente no vienen todos de grandes multinacionales; hay un número importante de emprendedores, de empresas pequeñas y medianas de mucho éxito (son las que suelen dar premios y valorar la formación como generación de oportunidades).
Esta variedad de perfiles y de organizaciones crean entornos únicos de colaboración y diversión especialmente ricos y constructivos.
Esta conexión con personas nuevas se produce tanto en programas presenciales como virtuales. Parece que en estos últimos meses hemos aprendido todos a “conectar” de manera personal a través de Zoom. Aquellos que trabajaban en roles globales lo llevaban haciendo desde hace mucho tiempo con bastante naturalidad.
El empezar un contacto y la relación on-line hace los momentos presenciales mucho más ricos: uno ha desbrozado ya la información básica para poder centrarse en aquellas personas más divertidas, sabias, o relevantes.
La conexión entre los participantes de programas ejecutivos trasciende al programa; las escuelas de negocios ponen especial énfasis en apoyar la creación de una comunidad que aúne a sus antiguos alumnos para que se apoyen unos a otros, aprendan unos de otros, se diviertan y les sea mucho más fácil llegar seguir disfrutando del frescor de conocer a gente interesante. Normalmente no es gente banal.
Sentirse miembro de una comunidad especial como la de IE Business School – Executive Education tiene un valor diferencial…Me sigue llamando la atención las historias de Antiguos alumnos que se apoyan, me gusta especialmente el caso de dos antiguos alumnos de los programas de Alta Dirección, donde uno terminó comprando la empresa a otro. Me llena de orgullo poder conocerles en los encuentros organizados y en los espontáneos, son para mí una fuente de inspiración.
Pues no llegué a las 7 razones por las que hacer un programa ejecutivo, salieron 6 razones de peso. Encuentra tu momento y date un premio, lo mereces.
Presidenta Ejecutiva de IE Business School – Executive Education