2024 Winners
Faculty & Staff
2024 EDITION
First Prize Poetry in Spanish - Faculty & Staff
Nada
Author: Sergio Rodríguez Jiménez
Receptionist
NADA
“Pensé que cualquier alegría de mi vida tenía que compensarla
algo desagradable. Que quizás esto era una ley fatal”
Carmen Laforet
Hay un deseo de seguir latiendo
que no podemos soslayar, un paso
que seguimos sin recordar, acaso
una penumbra bajo el mismo estruendo…
Hay un presagio hacia el final, tremendo,
de relojes que gimen su retraso,
de paisajes que dan su sol escaso
a tormentas que siguen presintiendo…
Y nosotros en medio de la nada,
girando alrededor de un mismo día
que de noche se pierde en la mirada…
Y en nosotros la voz de una jauría
latiendo como sed enajenada,
como el ansia de hallarse en lejanía…
Second Prize Poetry in Spanish - Faculty & Staff
Duelo
Author: Miguel Arias
Professor
Duelo
I
Nos hemos repartido la vida que has tenido,
ya no es tuya,
y me han tocado tantos recuerdos,
que malvivo borracho de duelo cada noche.
Es tu muerte una herencia espesa,
en la que no me reconozco,
soy un submarino varado
en el fondo de océano,
sacudido por cargas de profundidad
en forma de recuerdos,
unas dolorosamente cerca,
otras mucho más lejanas.
Las cosas lucen, saben, huelen, escuecen distintas,
si no las comparto contigo,
el miedo da mucho más que miedo
extendiéndose desganadamente,
en un vacío que lo ocupa todo.
Tu ausencia es un rugido que rezuma
una nostalgia desolada,
con consistencia de chicle usado,
reblandecido por el roce y las pisadas.
Te atisbo, rabioso,
en las esquinas de mi existencia,
pugnando por subsistir,
temeroso de que te desvanezcas
como un copo de nieve al tocar el asfalto,
si olvido cada palabra, cada paso.
Y no encuentro en qué cajón
me escondiste el compás y el rumbo,
o ese sello de aprobación infinito,
sin cortapisas.
Estoy atrapado en una conversación interrumpida,
tu silencio me habla,
pero apenas basta para alimentar el rato.
II
Cuando yo me muera
quiero que me lloren mis yernos,
que mis hijas no me necesiten,
aunque busquen todavía su espacio reservado,
entre mis brazos.
Cuando muera yo,
espero que mis nietos sepan quien fui,
y se reconozcan en los que me preceden
en esta digna estirpe destartalada,
de hombres y mujeres tan buenos como pudieron.
Espero que algunas mujeres
susurren que las quise atronadoramente,
y que me quisieron.
Y espero que no tengas dudas, Elena,
de que aposté todas mis bazas por ti.
Cuando muera,
repartid el cariño que me quedó por dar,
entre los más necesitados.
Que cosan mis amigos de añares
los desgarros, los jirones irregulares
que deja el amor al desvanecerse.
Y que recorran esas cicatrices imperfectas,
ya suyas, con los dedos y el corazón,
para reconstruir gozos a su manera.
No dejaré una herencia de conflictos, vías muertas,
no embrollare madejas de sentimientos,
ni esconderé llaves de baúles con mis claves
que ya me he vertido en ocasiones, para explicarme.
No espero mucho, cuando muera,
solo quedarme prendido de las comisuras
de los labios de mis tribus.
Esconderme allí,
en el nacimiento de las sonrisas,
para subir, bajar, al ritmo de sus recuerdos.
Pero no os despidáis cuando muera,
hacedlo ahora, muy poco a poco,
un devenir imperceptible,
un camino angosto, pero seguro,
la vida, al fin y al cabo.
Third Prize Poetry in Spanish - Faculty & Staff
Ejercicio práctico para evitar la psicosis
Author: Meag Gardner
Content Creator
Ejercicio práctico para evitar la psicosis
móvil, real
internet, falso
película, real
sueño, falso
abrazo, real
abrazo-emoji, falso
aire, real
aura, falso
día, real
trip, falso
amigos, real
personajes, falso
edad, real
tiempo, falso
carta, real
holograma, falso
palabras, real
pensamientos, falso
simulación, real
simulación, real
simulación, real
simulación, real
— realmente, scardanelli
año 2039
First Prize Poetry in English - Faculty & Staff
Happenstance
Author: María Eugenia Marín
Vice Dean of Global Academic Partnerships
Happenstance
With every breath,
I search for you.
Restless,
I shout your name
to the winds
and summon the gods
to reveal you.
In silence,
I see you
in the depths of the sea
In a butterfly’s wing
In my own reflection.
You are there, I know
As sure as the moon
dances among the stars.
Second Prize Poetry in English - Faculty & Staff
Stardust
Author: Álvaro Navarro de Andrés
Professor at IE Business School
Stardust
Will I die
with my life still in me?
Will I walk
broken, face down, as if pulling a plow?
Will I drive
nowhere, aimless, with my foot on the brakes?
Or………
Will I dare to stand tall,
as my best friend and companion?
Will I embrace every instant,
and savor every second, as if it were the last?
Will I follow my lead,
chin up, shoulders back, marching into the future full of hope?
Come on, wake up, you fool!
Look yourself in the mirror!
You are made of Stardust!
What else do you need,
to speak your truth,
to shout out loud,
to sigh in silence,
full of wonder?
Third Prize Poetry in English - Faculty & Staff
The Oceans of this
Author: Meag Gardner
Content Creator
The Oceans of this
oh impersonal sea
and for free in the end
how I critique your feeling
and make sure you are you
why is the tide of the
world in a bit more than a year or two
ambivalent waters
are a good place to start
the oceans of this of this of this
are the only ones I know of
that are not used.
dip your toe in the end of
the season and take a look
at the same dream.
let it swim
unnamed
in peace.
First Prize Short Story in Spanish - Faculty & Staff
Origami Oto-san
Author: Fabrizia Scapniello
Performance Manager
ORIGAMI OTO-SAN
Como cada mañana, el señor Yatoichi barría la acera frente al edificio. Con gestos precisos y delicados recogía el polvo del día anterior, mientras al final de la calle el sol mostraba sus primeros rayos y anunciaba un cálido día de primavera.
̶ Buenos días, señor Yatoichi.
El doctor Pérez se marchaba a misa a la Basílica de la Concepción: eran las ocho menos cuarto. Poco después, desde el portal se oía el chasquido de los tacones de doña Nuria, que cruzaba el atrio de granito con pasos rápidos. Cuando las manecillas del reloj se posaban en las ocho, Yatoichi comenzaba a recoger los cubos de basura. El olor rancio y casi dulzón impregnaba el aire, pero Yatoichi parecía no darse cuenta. Siempre
empezaba por el primer piso: el cubo naranja para los residuos orgánicos, el amarillo para el plástico. Los cargaba en el primero de los tres ascensores del edificio. Subía al primer piso, los dejaba en la sala de recogida de residuos y volvía a bajar. Repetía esta secuencia cinco veces cada mañana. Dos cubos por planta, diez cubos en total.
̶ Hola, Yatoichi.
Javi salió de repente del segundo ascensor cuando el portero estaba cargando las cajas del cuarto piso en el ascensor de al lado. Los dos se miraron a los ojos desde tan cerca que Yatoichi quedó desconcertado y apenas se frenó.
̶ Hoy no puedo antes de las siete. Tengo al maldito dentista.
Yatoichi asintió, bajando la mirada. La forma de hablar de Javi le divertía, al igual que la marca de almohada que seguía grabada en la sien del joven.
Se conocían desde hacía cuatro años, tres meses y una semana.
Una tarde, Yatoichi estaba sentado en su mesa del vestíbulo del edificio cuando vio al pequeño Javi salir del ascensor. Sus ojos, normalmente de un azul brillante, parecían dos estanques profundos y oscuros. El portero le preguntó si necesitaba algo, pero el niño no contestó. Acercó una de las pesadas sillas de madera y piel que amueblaban el silencioso vestíbulo, y se sentó ante el mostrador. Permanecieron en silencio durante largos minutos. Entonces Javi miró al hombre corpulento, que olía a pan. Le infundía confianza.
̶ ¿Qué estás haciendo?
Yatoichi tenía una hoja de papel amarillo pajizo en las manos. La giraba, la doblaba, la abría, la cerraba, la hacía girar rápidamente entre sus manos. Javi no podía dejar de mirarlo, hipnotizado.
̶ A ver si adivinas qué es.
Era la frase más larga que le había oído pronunciar hasta ese momento.
̶ ¿Una nave?
Yatoichi permaneció en silencio.
̶ ¡Un molinillo!
No hubo respuesta.
Pasaron diez minutos, y entonces Yatoichi levantó la vista de la figurita de papel y miró a los ojos del niño, que se quedó mudo.
̶ ¡Es un pez! ¡Es un pez! ¡Es un pez! Pero ¿cómo lo has hecho?
Pasaron mil veinticinco tardes, muchas de ellas juntos en aquel mostrador. Javi llenó los silencios de Yatoichi con innumerables preguntas. Yatoichi aliviaba la melancolía del chaval, que vivía con su madre, aquejada de depresión.
̶ Hoy ha habido reunión de padres y profesores en el colegio ̶ le dijo una tarde, unas semanas antes de Navidad ̶ . Mamá no ha ido porque sabe que me va bien en el colegio ̶ susurró en voz baja.
Durante aquellas tardes, Javi y Yatoichi crearon miles de coloridos personajes: gatos negros, conejitos blancos, mariposas de mil colores, osos marrones y polares, caballitos de mar, jirafas azules, rinocerontes naranjas, lobos aullando a la luna, tiburones de las profundidades, dragones, unicornios y un sinfín de animales más, en parte nacidos de la milenaria sabiduría japonesa, en parte de la imaginación del pequeño.
No siempre estaban solos en sus divagaciones sobre el papel: los nietos del Dr. Pérez se unieron a ellos un par de veces, intrigados por el misterio de la intimidad nacida entre aquellos dos. Pero pronto se cansaron de los largos trámites a seguir y prefirieron volver a jugar a los videojuegos.
Entre pliegue y pliegue, entre figura y figura de aquel zoo construido a cuatro manos, Javi escuchaba algunos detalles del pasado de Yatoichi.
̶ Eres japonés, ¿verdad? ̶ le preguntó un día.
El portero asintió.
̶ Entonces, ¿por qué vives en Madrid? ̶ le preguntó ̶ .
Es una larga historia ̶ respondió Yatoichi con los ojos bajos. Javi esperaba que la respuesta terminase ahí.
̶ Mi mujer bailaba flamenco, era muy buena. Se llamaba Hana ̶ añadió, sin dejar de mover las manos. Estaba haciendo un elefante.
En otra ocasión estaba doblando una tarjeta verde, cuando Javi le preguntó dónde había nacido.
̶ En Osaka, al sur de Japón. Era una tarde de febrero. Casi nací en el puesto donde mi madre vendía galletas ̶ Javi levantó la mirada, asombrado por aquella inesperada confidencia. Por primera vez le vio sonreír.
̶ Se llamaba Mei ̶ continuó ̶ Trabajaba todos los días del año, en verano y en invierno.
̶ ¿Y quién te enseñó a hacer origami?
Yatoichi le miró directamente a los ojos:
̶ Fue mi abuela Yume. Ella fue quien me crió.
Era una tarde de primavera en Madrid, una de esas tardes de mayo que ya tienen el tórrido color del verano. Javi volvía a casa después de la visita al dentista.
Vio unas luces azules a lo lejos: quizá era una patrulla de policía, o no, era una furgoneta o una autocaravana. ¿Qué hacía una autocaravana en el centro de Madrid?
¿Desde cuándo las autocaravanas tienen sirenas? No era una furgoneta camper. Era una ambulancia.
Corrió por instinto, sin saber por qué. Cuando llegó, acababan de atarlo.
Habían plegado las patas delanteras de la camilla y lo habían introducido en el intermitente vehículo. No podía verlo. Dio un salto y se metió en la ambulancia, a pesar de los reproches del personal médico. No era de la familia, no se lo permitían.
La ambulancia partió bruscamente y no hubo más tiempo para salir, ni para discutir, ni para explicar que aquel portero de aspecto exótico era su mejor amigo. No hubo más tiempo.
Su corazón dejó de latir en el semáforo antes de llegar a la rampa de entrada a urgencias.
En la cámara funeraria estaban todos los inquilinos del edificio de la calle Ayala.
Entre ellos había una mujer rubia de rostro pálido que llevaba de la mano a un niño de ojos azules hinchados. Javi se adelantó sosteniendo en sus manos un jarrón de cristal lleno hasta el borde de figuritas de papel de colores claros. Sin decir palabra, lo colocó lentamente y con sumo cuidado entre las coronas de flores.
̶ Adiós, Origami Oto-san. ̶ Papá Origami.
Second Prize Short Story in Spanish - Faculty & Staff
Ilusión
Author: Carlos Ernesto Muñoz
Business Intelligence Manager
Ilusión
Al nacer, todos los bebés son feos. Sin excepción. Probablemente se debe a que, comoespecie, salimos del horno a medio hacer. Resulta que una de las pegas de ser unmamífero tan inteligente es que esa inteligencia precisa tener un cerebro de tamañoconsiderable, cerebro que junto con el cráneo que lo rodea tiene que poder salir por elcanal de parto. Ese canal no es una autopista de diez carriles, es más bien elequivalente a una carretera comarcal entre dos pueblos de la España Vaciada. El dilema evolutivo que se presenta al combinar estos dos factores tuvo que ser resueltode la única forma biológicamente posible: venir a este mundo en un estado deindefensión absoluta, con lo justo para poder llamar la atención de un adulto y seralimentado hasta que con el paso de los meses y años ese bebé pase de serprácticamente una lamprea para convertirse en un ser humano funcional.
En el preciso momento del parto un bebé no es únicamente feo, es también ungenerador de ruido capaz de eclipsar a los reactores del extinto Concorde. No es algoque lleve a sorpresa si analizamos los instantes previos al parto: como bebé, uno seencuentra flotando plácidamente rodeado de líquido a temperatura más queagradable y de buenas a primeras algo te empuja dirige sin remisión a un conductoexiguo por el que tienes que contorsionarte hasta conseguir salir tras minutos deagonía. Tras esa experiencia eres zarandeado en un entorno frío e ignoto hasta quepor fin te depositan sobre un lugar cálido que de forma incomprensible te resultadesconocido pero familiar a la vez.
Desde el punto de vista del padre del futuro bebé presenciar un parto tampoco es unaexperiencia recomendable, salvando las distancias siderales de la agonía que puedenpadecer una madre y el bebé, claro. El padre es la persona más prescindible en unparitorio. De hecho, es la única persona prescindible: doctores, enfermeras, el bebé ysu madre… todos tienen un rol que cumplir. El padre puede hacer poco más que demero espectador durante toda esa odisea, y sin una labor perentoria que desempeñarsu atención puede dirigirse hacia otros lares, como por ejemplo al monitor fetal dondepuede ver cómo la frecuencia cardíaca de su futuro vástago oscila más que unpesquero durante una galerna. Hacer de convidado de piedra en ese contexto de caoscontrolado donde de las mil cosas a la vez que transcurren no puedes ser partícipe deninguna da lugar también a que la percepción temporal se altere, y los minutosparezcan horas mientras alternas la mirada entre el monitor fetal y toda la acción quesucede alrededor de la madre. Hasta que al final, aliviado, escuchas un berridomientras médico y enfermeras relajan su postura.“Es una niña”.
Y recuerdas volver a respirar.Esto es, hasta que te falta el aire de nuevo cuando ves a las enfermeras desaparecercon el bebé y al doctor agitado dirigirse hacia ti pronunciando sonidos que suponesserán palabras pero que tu cerebro es incapaz de interpretar, hasta que por fin puedescaptar palabras sueltas como “tragar líquido amniótico” y “pulmón encharcado”. Vayacon la criaturita, acaba de venir a este mundo y lo primero que hace es darle un buenlingotazo al primer líquido que tiene a mano. No tienes suficientes cosas en la cabezani preocupaciones, como para tener que pensar si ir tu descendencia va a ser asidua deAlcohólicos Anónimos.
*****
Darse a la botella es un pensamiento que se habrá cruzado por la cabeza de más de unpadre en esos primeros momentos, para sobrellevar el tsunami de emociones y el saltoa lo desconocido que es la paternidad. Con el paso de las horas descubres que esrelativamente habitual que un recién nacido trague líquido amniótico al nacer, aunquesea menos habitual tragar tanto como para que se encharque un pulmón y tengan queingresar al bebé. Y un par de días después comienzas a vislumbrar lo que será tu futurode incertidumbre, angustias y preocupaciones cuando te comunican que van a tenerque dejar a tu vástago ingresado algunos días más porque durante su convalecencia secontagió de una infección hospitalaria.
“Los bebés vienen sin manual de instrucciones” es la frase que, junto a sus variantesmás o menos jocosas, ocupa el primer lugar en consejos proporcionados por amigos,compañeros de trabajo, familiares y cuñados varios. Da igual el contexto, el momento,o el grado de confianza: cualquier persona cercana que ha experimentado lapaternidad se siente en la obligación de soltarte esa frase, generalmente acompañadade una ristra de indicaciones y consejos no pedidos, y que en su mayoría secontradicen con las indicaciones y consejos proporcionadas anteriormente por otrosconocidos.
Otra de las increíbles revelaciones que tienes en esos primeros días de paternidad esque contar con unas cuerdas vocales capaces de articular sonidos complejos es un hitoevolutivo de primer orden. En numerosas ocasiones se hizo patente la importancia depoder comunicarse con palabras y con una lengua común: en la cacofonía que es irsede erasmus, en vacaciones en cualquier país extranjero, en el chiringuito de Zahara delos Atunes donde hablan su versión de español… pero ninguna es tan obvia como almomento de tener una hija. Cuando miras esa criaturita ciega y endeble que secomunica casi exclusivamente de lloros y gorjeos te sientes indefenso, porque sabesque es ella la que se siente indefensa, quieres ayudar, y no sabes cómo. El lenguaje nosolo proporciona la posibilidad de comunicarse y entenderse, también es una ventanaal interior de la persona con la que hablas.
Escuchando con atención matices en eltono, la elección de palabras, los silencios… es posible ir más allá de la literalidad de loque se dice y poder entenderse a niveles más profundos.
Y ahí te encuentras, escrutando a tu vástago y volviendo a preocuparte al pensar queno vas a poder entender qué necesita. Te vuelven a temblar las piernas, vuelves asentir esa congoja momentánea, a escuchar esa letanía que repite “no estoypreparado para esto”. Respiras hondo, dejas atrás el momento de indecisión y teaventuras en el terreno desconocido que será tu nuevo día a día.
Con el transcurrir de las semanas te das cuenta de que una vez más no tenías por quépreocuparte tanto. Al principio la comunicación era imposible y cada momento delloro desencadenaba un zafarrancho de combate para recorrer rápidamente lapirámide de Maslow, de abajo a arriba, buscando la pieza mágica que acallará el llanto.
De manera casi automática desarrollas un esquema mental de prioridades, arboles dedecisión y algoritmos que agilizan los sucesivos imprevistos, a la vez que te especializasen la comunicación bebé-adulto. La imposibilidad de comunicarse con palabras ya noes un estorbo: de la misma forma que aprendiste a leer entre líneas cuando habla unadulto y a prestar atención e interpretar toda su comunicación no verbal, hasdesarrollado ese talento oculto que tiene cualquier padre para identificar los sutilesmatices en el lloro de un bebé y así dar con la solución al problema al primer intento.
O, como mucho, al segundo. A veces, al tercero. Pero bueno: ¡nadie es perfecto!Llevar a tu hija a vacunar y presenciar su sufrimiento ante esa agresión beneficiosapero inexplicable para ella te remonta a tu propia infancia, y te lleva a divagar tratandode encontrar el primer recuerdo real que tienes de esos años. A medida que tratas derescatar esos recuerdos retrocediendo en el tiempo notas que éstos se hacen másdispersos, las imágenes más borrosas, y terminas dándote por vencido. Rebuscando entu memoria y remontándote a tu infancia llegas a un punto en el que vislumbrasalgunos retazos, algunas secuencias de imágenes fraccionadas, como una películaalmacenada en una cinta VHS defectuosa. Honestamente, no podrías afirmar si sonrecuerdos originales o si son recuerdos reconstruidos a través de conversaciones contus padres o basados en consultas al álbum de fotos familiar.
Hay algo que sí tienes claro: ningún recuerdo, original o reconstruido, llega a esosprimeros meses de vida. Te preguntas por qué será, si hay alguna razón para que todoslos seres humanos hayan olvidado esos primeros meses donde tienen lugar miles deprimeras veces, innumerables ocasiones de primeros momentos. SI es un mecanismode protección para olvidar paulatinamente tantos momentos de angustias,frustraciones, dolores y pesadumbres que ocurren antes de tomar siquiera concienciadel propio yo. Probablemente sea más un problema de espacio en el disco duro: uncerebrito tan pequeño y por desarrollar no tendrá tanto lugar para almacenarrecuerdos, y ese lugar será constantemente ocupado por nuevos recuerdos queostenten una mayor relevancia y prioridad.
Reflexionando sobre las pesadumbres de la criaturita que se ha vuelto el centro de tuexistencia, cambias el foco hacia tus propios desvelos. Tantas noches de insomnio,tantas visitas a urgencias casi siempre por nimiedades, tantas nuevas lavadoras porponer, tantos productos que comprar, y desaguisados que solventar… pasan factura. Yte cuestionas cómo es posible que, siendo tan duro, haya familias que se hanplanteado tener un bebé después del primero. Y luego, otro. ¡Y otro! Y piensas en tuspadres, y en lo complicado que tuvo que ser para ellos hacer lo mismo que estáshaciendo tú ahora, pero con muchos menos avances tecnológicos. Y a continuaciónpiensas en tus abuelos, y en cómo pudieron criar a tus padres con unos medios muchomás rudimentarios y con la medicina y la cobertura sanitaria a años luz de la actual.
Siguiendo el árbol genealógico te remontas a tus bisabuelos, y te cuestionas cómo fueposible que tu abuela pudiera salir adelante siendo una más entre nueve hermanos, ycómo tuvo que ser cuidar, proteger y hacer crecer esa familia inmensa durante laGuerra Civil y a través de todas las penurias de la postguerra. No es cierto quecualquier tiempo pasado fuera mejor. Y es al esfuerzo de todas esas generacionesprevias a quien hay que dar las gracias de que no podamos mirar al pasado conañoranza.
*****
Lo que más añoras es un método infalible de crianza, una solución definitiva, una guíacertera y precisa. Y a pesar de todos esos gurús de la crianza y sus métodos tu mentevuelve al “Complex Problem Solving”, ese concepto que te viene a la cabeza día sí, díatambién. Descubriste esa metodología hace algunos meses, leyendo un artículo quemencionaba las diez “soft skills” que el World Economic Forum pensaba que serían másdemandadas en 2025. Acunando a una niña de pocos meses a las tantas de la mañana,reflexionas otra vez sobre ese acrónimo, “CPS”, y la diferencia entre problemascomplejos y problemas complicados. ¿Es un bebé asimilable a un problema complejo,o a un problema complicado? Sin duda, estás en el caso peor: es un problemacomplejo.
Un problema complicado es mandar un cohete a la Luna. Es difícil, sin duda. Perotienes unas leyes constantes y conocidas por las que te puedes regir, una serie deprincipios que siempre funcionan, y a base de tiempo y esfuerzo puedes dar con lasolución, una solución que funcionará siempre en situaciones similares. En cambio con un bebé cada día te depara una situación desconocida, fenómenos de alta variabilidaddonde no hay manual que funcione, no hay experto al que llamar que te proporcionesesa solución infalible e inequívoca: necesitas ser capaz de desencajarte la mente,utilizar toda la información que posees de manera creativa para poder dar respuesta alproblema actual con las herramientas que has adquirido, obviando cualquierconocimiento aprendido si tu instinto te dicta que será contraproducente.Todas esas horas invertidas en leer, releer, y resumir libros y artículos sobre bebés ycrianza han tenido una única utilidad: proporcionarte la determinación de mandartodo ese conocimiento acumulado al garete cuando la situación así te lo sugiere. Cadabebé es una personita distinta a cualquier otra personita que haya hollado la faz de latierra. Todas esas guías que pretenden ser el santo grial de la crianza y contener todaslas respuestas definitivas son como aquellos problemas de física de Secundaria:“calcule el volumen de una vaca. Comience por asumir que la vaca es una esfera deradio X…”. No hay una persona “tipo”; el comportamiento y la mente de una personano son vacas esféricas.Pasillo arriba, pasillo abajo. Pasillo arriba, pasillo abajo. Al final, caerás rendido ydormido tú antes de que lo haga tu niña. Tu problema complejo. Pasas delante de laestantería donde tienes los libros heredados de tu padre de la saga La Fundación, deIsaac Asimov. Una trilogía primero, a la que se sumó con posterioridad otro puñado delibros, que parten de la premisa de que en el futuro desarrollaremos una cienciallamada psicohistoria. Una nueva ciencia que será capaz de predecir el destino de todala humanidad. Pocas cosas te parecen más desternillantes ahora que esa premisa,cuando ves que serías incapaz de predecir siquiera cuántas horas o minutosconseguirás que el pequeño humano que tienes entre los brazos pueda dormir deltirón cuando le deposites en su cuna.
*****
De la cuna, al suelo. Nunca pensaste que se pudiese gatear tan rápido. Persigues portoda la casa la visión de un pañal y unas piernecitas, agradeciendo todos esos años degimnasio que te han ayudado a mantenerte en buena forma física y a evitar unos másque probables dolores en las lumbares. El aumento de la movilidad de un bebétranscurre ante tus ojos casi a cámara rápida: es increíble el poco tiempo que teparece que ha transcurrido desde que no podía casi ni darse la vuelta hasta ahora, y nodudas de que en muy poco tiempo te asombrarás otra vez de lo rápido que ha pasadola niña de arrastrase gateando a erguirse y comenzar a andar con un bamboleoinseguro pero efectivo.
Lo que te lleva a rondar la casa revisando una vez más que todo lo que se encuentre auna altura inferior a un metro es inaccesible o inocuo. ¿Mueble bar? A un altillo,también por falta de uso reciente. ¿Artículos de limpieza? Bajo llave tras una puertasiempre cerrada. ¿Esquinas puntiagudas? Limadas o con plásticos protectores.¿Adornos pequeños? En una caja del armario, donde se quedarán hasta que pasenalgunos años.“Si parpadeas, te lo pierdes”, y sonríes mientras piensas en la famosa frase de laFórmula 1. Efectivamente, aunque el día a día sea una montaña de novedades, unconstante aparecer de nuevos e inverosímiles retos, con el transcurso de los días todasesas vivencias se van agrupando y entremezclando unas con otras, y solo la pruebagráfica de vídeos y fotos ayuda a recordar momentos específicos que de otra manerase habrían perdido entre la avalancha de nuevos recuerdos.Recuerdos que también se pierden por el peso de la rutina, palabra imprescindible enesta etapa. Baño, cena, cuento, cuna. Cumpliéndola de forma inexorable se consigueregular la actividad de esa personita capaz de pasar de picos de actividad desbordantea sueño profundo en cuestión de minutos. Y esos es lo que intentas con el último pasode dicha rutina: leer su cuento preferido para que poco a poco se le vayan cerrando losojos y termine abandonándose en brazos de Morfeo. Conseguida la hazaña, es elmomento de dar el día por terminado, dirigirse a la cama y descansar para así tenerfuerzas de afrontar un nuevo día, y nuevos retos. Y con ese pensamiento apagas la luzdel dormitorio y te dispones a dormir.
*****
Abres los ojos, desorientado, sin saber muy bien dónde te encuentras. Poco a poco tebajan las pulsaciones, consigues ubicarte y reconocer tu cama de siempre, el tacto dela almohada y la familiar elasticidad del colchón. Noche cerrada. Una noche más queno consigues dormir del tirón, en la que vagas entre el sueño y la realidad, dondeambos se entrecruzan llevándote a ese mundo desconcertante y perturbador desueños vívidos. Son ya varios meses de dormir sin dormir, de tratar de descansar sinlograrlo. De sentir una losa sobre tu cabeza al pensar en todas las vivencias recientes.
Te incorporas a oscuras, y vagas por la habitación con un propósito claro, pero a su veznebuloso. Miras fijamente por la ventana a los coches transitar por la calle débilmenteiluminada, intuyendo sobre esta estampa tu propio reflejo en la ventana como unespíritu o una sombra de lo que eres. Parpadeas, sales de tus ensoñaciones y te dirigeslentamente a tu cama para abrir el canapé, y hurgas entre cajas con ropa de fuera detemporada buscando los utensilios que dejaste ahí tras el último arrebato hace algunassemanas. Comienzas a trabajar en silencio, sin hacer ruido, metódicamente, con unosmovimientos ya muy entrenados.Terminas los preparativos algo sudoroso. No tanto por el cansancio, sino por la certezay la inevitabilidad de lo que se avecina. Esta vez sí, tras varios amagos yarrepentimientos, es la definitiva. Te dejas caer. Tus últimas sensaciones son para la soga que se cierne cual boa constrictor, un puñoinexorable que se cierra sobre tu cuello privando a tu cerebro del oxígeno necesariopara continuar funcionando. Tu última visión es al interior del canapé, donde siguedesde hace meses la cunita desmontada. Desde que poco antes del parto la madre detu hija diera señales de vida tras días desaparecida para golpearte con aquellasfatídicas palabras: “no eres el padre”. Palabras que le arrebataron a un padre su hija, ya una hija su padre. Palabras que fueron más que palabras cuando la madredesapareció sin dar señales de vida y te embarcaron en una búsqueda casi infructuosa,en una lucha contra el tiempo y el burocrático leviatán judicial en pos de la verdad.Palabras que se demostraron falsas con el tiempo, pero que ya habían cumplido sufunción: desgarrar cualquier vínculo entre un padre y su hija, privarles a ambos delderecho a tenerse el uno al otro. y Palabras que hacen que día sí, día también piensesen todos esos momentos no disfrutados y perdidos para siempre y te engañesmanteniendo la ficción de que sí tuvieron lugar. Palabras que convirtieron en pesadillaesa paternidad que esperabas con tanta ilusión.
Third Prize Short Story in Spanish - Faculty & Staff
La casa de las cien habitaciones
Author: Victoria Camporro
Coordinator
LA CASA DE LAS CIEN HABITACIONES
Penny y Jimmy se trasladaron a vivir a la casa que ella había heredado de su abuela en su pueblo natal. Era una casita bonita y coqueta que cumplía con las expectativas del joven matrimonio. Ya sabéis: reformar algo aquí y allá, amueblarlo a su gusto, arreglar el jardín plantando sus flores preferidas y criar un par de hijos. Tres, si las cosas iban bien. Así que lo hicieron todo según el mapa de ruta que habían urdido durante los años de noviazgo y que, por otra parte, se podían haber comprado en cualquier gasolinera de carretera. No llevaba a ningún sitio muy especial.
Los niños crecieron y ellos se quedaron solos en aquella casa. Y entonces algo sucedió. Penny empezó a levantar muros que dividían las habitaciones en dos o incluso las subdividió más veces si eran amplias, como el salón, con la excusa de que necesitaba un lugar para la lectura, una habitación para la plancha, un cuarto de costura o un vestidor nuevo.
La casa empezó a parecer una colmena llena de celdas, cada una consagrada a alguna de las tareas que obsesionaban a Penny.
Cuando ya no pudo sacar más habitáculos porque era físicamente imposible, pidió a Jimmy que le construyera una habitación adosada y luego otra y otra y así fueron desapareciendo el huerto, el jardín la zona de barbacoa y el garaje sucesivamente.
Penny se volvía loca yendo de una habitación a otra intentando pasar un rato en cada una. O limpiándolas todas.
Una mañana, durante el desayuno, Jimmy le dijo que había pasado todo el fin de semana contándolas. Habían alcanzado el centenar y era más que suficiente. No pensaba construir ni un centímetro más.
Entonces Penny se enfadó y, con la excusa, se fue a dormir a la habitación de los invitados que a partir de entonces denominó el dormidero.
Todas las mañanas se proponía empezar a limpiar desde el fondo de la casa para terminar en la entrada, pero nunca lo conseguía. Se iba enredando en cada una de las habitaciones y quedó atrapada en el laberinto sin poder llegar nunca a la puerta principal. Un día, sin ton ni son, dejó sobre la mesa el plato de la comida para su marido y ella se fue a comer a su nueva habitación: el comedero. Entonces Jimmy empezó a buscarla como loco por toda la casa.
Hacía tiempo que sólo la veía a la hora de comer y esto le pareció el colmo.
Pero Penny había taladrado en cada puerta de cada habitación una mirilla que disimulaba tapando con un corcho teñido del color correspondiente a modo de camuflaje. Cuando quería cambiar de estancia, primero miraba por el agujerito para ver si su esposo estaba en la habitación contigua y, si la encontraba vacía, abría y cerraba la puerta discretamente para no dar muchas pistas sobre su paradero.
A veces veía a su marido dormitando en un sillón en la salita de la siesta o leyendo en la biblioteca y entonces cambiaba la ruta dando un rodeo hasta su destino. Jimmy nunca sabía dónde estaba su mujer.
Pero un día Penny cometió un error. Creyó la habitación vacía porque había dejado la puerta de un armario abierta, tras la cual se había agazapado Jimmy. El pobre llevaba esperando ahí más de una semana, subsistiendo a base de cacahuetes que le aportaban bastante energía.
Penny al principio no lo vio, pero cuando estaba cruzando la habitación, hacia la mitad más o menos, notó su presencia. Y se giró asustada. Vio a Jimmy agazapado en un rincón mirándola con los ojos muy abiertos.
Hacía ya mucho tiempo que no estaban juntos en la misma habitación y mucho más que no se miraban a los ojos.
El impacto del inesperado encuentro tuvo dimensiones de explosión nuclear. No mediaron palabra. No hicieron gesto alguno. Pero un haz de luz con forma de hongo como el de Hiroshima salió por la chimenea de la casa e implosionó en el espacio sideral. Después de recuperar la vista, tras tremendo fogonazo, Jimmy intentó decir algo, pero se le había olvidado hablar y tampoco tenía nada que decir. Penny le miró unos segundos más sin reconocer ya la casa ni los ojos. Como si le hubiesen borrado la memoria.
Se giró, despacio, sin decir tampoco nada, que era lo que había que decir en ese momento, y consiguió, al fin, atravesar todas las habitaciones sin detenerse en ninguna hasta que llegó a la puerta de entrada a la que llamó puerta de salida y salió. Podía haberse quedado, pero le apetecía tomar el sol.
FIN
First Prize Short Story in English - Faculty & Staff
Sevita Sings
Author: Ashton Lewis
Coordinator
It was late in the evening when I first came to Los Niños Perdidos, an orphanage just outside of Santiago. My mother had insisted I leave the city, on account of all the unrest ripping our country apart, and so I got a job as the groundskeeper in the crummiest orphanage I’d ever seen. I was met at the gate by Padre Manolo, the head of the orphanage, who brusquely greeted me and explained my duties as we walked towards the outbuilding that I was to share with Adolfito, the general handyman of the orphanage and an all-around slacker.
After Padre Manolo left me to acclimate myself to my new home, I lay down and tried to shut out the snoring I could hear coming from the opposite side of the room.
I was just on the edge of sleep, in that place between worlds, when I heard a noise wafting in through the window. It was a song, I thought, subtle and low. Muy bella, I thought, beautiful, but it unnerved me. I couldn’t put my finger on it, but I swore I’d heard it somewhere before. Sleep found me then, and all thoughts of that strange song were driven from my head by morning. Everything, in fact, was driven out of my head that morning. That’s the first time I saw her.
It was the way the silver crucifix crested her breasts, the way it framed them perfectly, that made me fall in love with her. That and her light brown, twinkling eyes that offset the dreariness of her habit, and her kind, wry small. It was what I didn’t see, what lay beneath the surface of that calm sea that intrigued me, captivated me.
It was the hottest summer anyone could remember, and I’ll never understand how Sister Sevita could stand it, being smothered under all that dreary, starchy black cloth, a living mummy embalmed in piety and vows I hoped she wouldn’t keep. The other nuns at Los Niños Perdidos orphanage dressed in the same way, a flock of sheep for their shepherd, but Sister Sevita was different. She was young and beautiful, smart too, and one time I had the nerve to ask her why she was willing to throw her life away to be a nun in a crummy orphanage outside the capital.
“Por el amor de Dios, Guillermo, for faith,” was all she’d replied, her hoarse voice never rising above a whisper, and I realized the candles I would light every Sunday for Mass were nothing compared to the torch I was seemingly destined to carry for her.
She’d always wanted to be a singer, she told me, and see the world outside of her tiny coastal village. She said people told her she’d had the voice of an angel, and she even made it as far as the Teatro Municipal, the grandest theatre in all of Santiago.
It was her accident, Sevita said, that snuffed out those dreams like a candle in the breeze, stripping her of everything she’d ever had and everything she’d ever wanted, all in the blink of an eye.
Unable to sing, she retreated into the arms of her faith and devoted her life to God. I wasn’t sure exactly how long she’d been at Los Niños Perdidos before I arrived, but I didn’t think it long. None of the children seemed to know her very well, and those that did always seemed to regard her with a mixed sense of awe and nervousness. I assumed it was because of her youth and her beauty, evident even under her habit and in such strong contrast to the other sisters at the orphanage.
Sevita never told me what caused her accident. She always changed the subject as soon as I brought it up and unconsciously put her hand up to her throat, so I took it upon myself to ask Madre Rosarita, the head sister at the orphanage.
“Oh that poor girl, muy lamentable, such a sad story. It’s best not to bring it up, Guillermo. For some, the grief is still too near.”
Nobody at Los Niños Perdidos seemed to want to talk about Sister Sevita, and even during Mass she seemed to occupy a dark corner all by herself, content to pray in her own little world the rest of us didn’t seem to belong to. Her standoffishness made me even more attracted to her, and instead of being a turn-off, her complete dedication to what she believed in fascinated me. Sister Sevita always prayed at the same time every morning, and I’d often stop in on my way to cutting the grass or trimming the hedges.
“Don’t you get tired of praying so much, of always being on your knees?” I’d ask her, sometimes jokingly, sometimes serious. I liked to watch her pray, but I was always disconcerted about why she did it. God, to me, seemed about as important as fake money, a currency that I couldn’t spend and a waste of space in my pocket.
She’d always tell me she didn’t pray enough, that she was nowhere near where she should be in her faith. I’d always thought she was the most devout person I knew, but I guess doubt eats away at everyone. Some people can make guilt an art form, can even make it into a saint, and I got to witness its canonization firsthand every day.
It was a strange time for all of us. Altamirano had just led his coup and the country itself was changing into something none of us had the experience to deal with.
The world outside of the orphanage seemed a place fraught with peril and change, but inside the walls the world seemed to stop and slow down. On certain days, I could swear I’d hear the trees growing right outside of my window, whispering to each other and waiting for the world to end. As the groundskeeper I didn’t relish extra foliage, but Padre Manolo always told me that God wanted me to work, that idle hands were up to
no good.
Life was quiet there, and Sister Sevita and I would always find time to walk together under the trees every evening. She had to know that I was in love with her, I put hints into every single word I spoke to her, but she never let on. Maybe it was God, maybe it was her, but I resented both for repressing what I knew she felt, somewhere underneath all the cloth and oaths and rosaries. Several times I considered leaving, just running away and not looking back. It seemed easier than being reminded every day of what I would never have, of being a slave to a desire that was driving me mad.
On the night I finally decided to leave, exactly a year to the day that I’d arrived, everything changed. The unrest in the capital had spilled out into the outlying areas, right to the foot of the mountain that loomed over Los Niños Perdidos. We heard gunshots and yelling, first in the distance but gradually coming closer. Many of the children were frightened, and Sister Sevita and the other nuns attempted to calm them down. Adolfito and I occupied our time by smoking cigarettes behind the rectory.
“Que onda? Do you think they’re going to come in here, Guillermo? Those cabrones have been shooting at each other for the past week, there’s no telling how long we’re going to have to listen to this noise.”
“No se, Adolfito, I don’t know, but I doubt there’s anything in here that anyone could want. That’s the whole point of an orphanage. No one wanted these kids, so who is going to come and try to take them now? We don’t have money or valuables here, and that’s our problem. This place is falling apart.”
It turns out I was wrong. None of us remember what faction decided to grace us with their company, but around nine o’clock at night a harsh, echoing knock was heard throughout the orphanage, and angry voices emanated from the other side of the gate. Padre Manolo was livid, shouting about the sanctity of the orphanage and how no one had any respect for the clergy anymore. I came up to the gate with him, curious as to
what he would do in the face of angry militants. He didn’t disappoint, screaming until he was red in the face. His spit-flecked tirade fell on deaf ears, however. He had stopped to catch his breath when the leader of the militia hit him square in the face with his sidearm, and Padre Manolo flew back, a stream of blood erupting from his face.
Guerillas streamed into the orphanage, impregnating our peaceful space with their noisy, aggressive presence. Padre Manolo lay on the ground, cradling his nose. Adolfito and I were herded along towards the central building where the nuns and children were cloistered, praying to be delivered from whatever evil these men had planned for us. They were haggard and obviously desperate. They forced all the nuns and children into the central courtyard and lined us all up, keeping their guns pointed at us and glaring with their cold, hard eyes.
Amid all the crying, praying and yelling, Sister Sevita walked right through the group of men like Moses through the Red Sea. Like everyone else but me, all the men seemed unnerved by her presence. The man who struck Padre Manolo, the man who I thought was going to kill us all, went white as a sheet when he saw her, and his mouth hung open in a sort of silent scream. Her veil still covered her hair, but her throat was bare and I could see a large, angry red scar that zigzagged its way across her skin. I couldn’t hear what she was saying to the man, I didn’t want to know, but she started walking towards the grove of trees next to the chapel, a strange grove that never seemed to catch much light, and he seemed compelled to follow her.
I could never say what happened in the shadows under those trees, but the leader of the militia never came back out. Whether he left another way or stayed there, in the grove, is only known to God and Sister Sevita. She never mentioned him afterwards, didn’t even acknowledge the night had ever happened, but I saw something in her eyes when I tried to bring it up, a strange mix of triumph and pain. The man’s soldiers, sensing something was wrong, had left almost immediately after he went into the trees, slinking back through our gate like so many dogs with their tails between their legs.
Several of the nuns helped Padre Manolo get to the infirmary, while others ushered the children back to their beds. No one talked about what had happened, but I heard many hushed prayers and a slight look of fear in everyone’s eyes. I stayed waiting in the courtyard for Sister Sevita to come out, but she didn’t. I wasn’t going into those trees, so I stayed there a while, until the night got to be too much for me to bear and I returned to my quarters. An already snoring Adolfito occupied the cot across the room, and as I drifted off to sleep, I swear I heard something like a song floating through the night, the faint sound of a woman’s voice carried on the breeze.
I saw her the next morning during the early prayer, in her usual prostrated position. The other nuns prayed with her, but as usual none seemed overly inclined to have much interaction with her. When the prayers were over, they left quickly and without a word to her or to each other. I found myself alone with her, and she smiled when she saw me.
“Buenos dias, Guillermo. I’m glad you made it to the prayers this morning. I’ve noticed you haven’t been coming to them lately.” She didn’t mention the previous night, so neither did I, though it weighed heavily on my mind. My eyes went to her throat, now covered by her veil. I could still see the angry red scar there, burning its way through her throat and my memory. Somehow, knowing it was there made her even more beautiful to me. It explained a lot, I suppose, things we couldn’t say out loud but that mattered anyway. I excused myself to go start work and left her there to her
own devices.
That year passed like they always do, over before you even have time to think about them. The orphans came and went, some to new homes and some thrust into the world on account of their age. The new children, like the old, always seemed to shy away from Sister Sevita, acknowledging her while keeping their distance.
I didn’t mind. Being alone with her as often as possible was my only motive. She said that the other nuns would frown on us spending time alone, but they never seemed to care. If we passed them on our walks together, they’d always cross themselves and look slightly abashed, but they never interfered with us. We were a world apart, and that’s how I preferred it.
It’s easy to get complacent when things are going the way you want them to, but that’s exactly what I did. I accepted things the way they were, and fooled myself into thinking that Sister Sevita was one day going to fall in love with me, to abandon her vows and live in the fantasy world I had designed for us. Every time she told me her religion was the most important thing in the world to her, I wanted to run the opposite way and never look back; but every time I looked into her eyes, light brown and twinkling whenever they caught the light, I resolved myself to stay, to spend eternity pushing a rock up a hill I would never reach the top of.
On the first anniversary of the night the guerrillas had invaded the sanctity of our orphanage, I heard a strange sound floating through the air as I was walking back to my quarters. It was haunting and beautiful, and made the hair on the back of my neck rise. It sounded like a million sad things transfigured into sound and thrown into my ears, an elegy for life as I had known it and an apology for life as I wanted it.
I followed the sound to that dark grove by the church, the one Sister Sevita and the militia leader had disappeared into that night a year ago. It had always been quiet and dark, but since that night we’d all avoided it. Still, I was compelled to walk into the trees, so beautiful was the voice I heard. It was a woman’s voice, I realized as I drew near, clear and strong and sad, the dying of autumn leaves and the melting of winter snow put together in one amazing voice.
As I crept closer, I recognized the outline of a nun’s habit, soaking in the dark and becoming a part of the night. I couldn’t make out her features, but I intrinsically knew it was Sister Sevita by the way my heart seemed to try to jump out of my chest and onto the ground.
Her voice - it was her voice - seemed entwined with the night, caressing the darkness and cutting through it. I could see the notes, floating through the air like fireflies, little stars burning brightly before fading out. I stood, spellbound, hearing a voice that shouldn’t have been singing, that hadn’t been heard in a long time.
I don’t know how long I stood there, listening to her sing. There was an otherworldly quality to her voice, like it didn’t quite belong in this world, if any. I
pulled myself away, somehow; I felt that if she caught me there listening to her, she’d somehow disappear and I’d never see her again. I made it through the trees and was on the path to the outbuilding when I ran into Padre Manolo. We looked at each other, and
I could tell he’d heard the song as well.
“Padre…” I started, but he cut me off before I could ask him anything.
“No, Guillermo, no preguntas. Sometimes it’s better to accept what we don’t understand with faith, rather than to question it. Sometimes knowing takes away from meaning. Learn to accept that and your life will be much easier, mijo.”
He left me standing there, feeling stupid and confused. I got back to my room and opened the bottle of aguardiente that Adolfito and I kept in reserve. Adolfito kept me company, and I drank enough to be able to block out the faint sound of singing I could hear coming in through the window. He didn’t seem to notice, but he rarely ever noticed things like that. The magic in the world seemed to escape him, just as I was trying to escape it now.
It was morning when I woke up in the chapel, just as the sun began to stream through the windows. I felt like a vampire about to be set on fire. The bitter taste of aguardiente and regret were on my tongue, and my head felt like there was a war going on inside it.
“Hola, Guillermo!” I looked up and Sister Sevita was standing there, smiling at me, her eyes sparkling. It was her eyes, really, that captivated me most of all. Those eyes made me fall in love and then held me there, unable to move, unable to breathe. It had ceased to
matter to me that we could never be together the way I wanted us to be together. Her religion, her songs, I ceased caring about everything. I was in love with her, inescapably, and I was content to walk around the orphanage with her forever, through everywhere but that one dark grove I never entered again.
Second Prize Short Story in English - Faculty & Staff
Covenant
Author: Ashton Lewis
Coordinator
“Who here has never spoken in tongues?”
Brian’s hand shot up before he even thought about it, and he regretted it by the time he’d halfway scanned the room to see who else had been stupid enough to do the same. In a room of about ten preteen boys, it was only him and a tall, sleepy-faced boy with hair like black macaroni who had outed themselves.
“Okay, why don’t ya’ll come up to the front,” said Mr. Wells, the leader of that night’s youth group. The room was small, but each step to the front seemed to take a thousand years. He
could feel the eyes of all the other, smarter boys on the back of his neck, boring into the back of his head. Why couldn’t he have stayed quiet?
Brian and the sleepy-faced boy both dragged their feet, trying to will the walk to the front to last until the main church service ended and their parents would come collect them. If Brian could
have convincingly moved backwards and out the door he would have, but Mr. Wells wasn’t going to let anyone off the hook so easily. “C’mon, boys, don’t be shy. The trumpet will have sounded twice by the time ya’ll get up here if ya’ll keep moving like that.” And there they were, finally, standing facing towards the back. The room full of boys stared at them, eyes wide, a few smirks here and there among the cooler ones, a tense stillness from the more devout.
“Now I want all of you boys to close your eyes and lift your voices up to the Lord. Pray for these two, that they’ll be baptized in the fire of the Holy Spirit.” All eyes dropped down, the devout murmuring in prayer and the smarter ones squinting through semi-closed lids to see what would happen to Brian and Sleepy-Face. Mr. Wells and his two helpers, all three of them men Brian’s father’s age, closed in on Brian and his mumble-mouthed companion, forming a tight ring around the two boys.
Brian could smell the men’s sweat and cheap cologne, the kind that came in a dark green bottle, and he could smell the bad breath barely masked by Certs and Tic Tacs. He felt the sweaty hands being laid on his head, gently pushing it back but not allowing him any way to straighten himself out. Fifteen plump fingers were pressed on his head, and through the tangle of limbs he could see Sleepy-Face being similarly overwhelmed by God’s legion of basketball coaches and car salesmen.
“Lord, we ask you to enter these two young men, to give them the gift of Tongues…” Mr Wells’ voice was quickly muddled by the droning of the other two men, and Brian tried to pray along
with them, to ask God to set him on fire with the Spirit. He could hear Sleepy-Face doing the same, half-heartedly, and for an instant their eyes met through the arms holding them there in
that circle of flesh and spirit.
It seemed to Brian that Sleepy-Face winked at him, his right eye drooping even lower than normal, just for an instant. Then he closed his eyes completely, let his head be pushed back
even further and let the two junior men, both built like high school gym teachers, lower him to the floor. Sleepy-Face started loudly speaking gibberish, alternately babbling like a homeless
person and ululating like a maiden aunt at a desert wedding. His body shook, twisting and gyrating, looking like an epileptic fighting against the light.
This caused the three men to pray louder, their own voices speaking languages and making sounds unrecognizable to man. The two stockier men knelt by Sleepy-Face, a look of triumph and ecstasy on their red faces. Mr. Wells continued to push Brian’s head back, babbling as loud as he could, but his attention was clearly on Sleepy-Face. Brian felt the hand pressing on his forehead ease up slightly, and as he half-heartedly begged God to enter him he was able to twist around to see what was happening on the floor next to him.
Sleepy-Face had entered a fugue state, disassociated with what was happening around him. He was having a full seizure, his head and limbs repeatedly attacking the floor beneath him, and he
foamed at the mouth like a horse being ridden to death. The other boys in the room were staring at him, horrified, any thoughts of prayer forgotten. One or two were crying, their red faces
scrunched in terror.
Mr. Wells let Brian go completely and bent down over Sleepy-Face, pushing his beefy assistants out of the way. “Lord, please-” he choked, his voice hoarse and strained. He tried to restrain
Sleepy-Face, but he might as well have tried to saddle and ride the wind.
“Mr. Hansen,” he said, taking the beefier man by the shoulder, “you better go and get the nurse quick.” He was speaking English now, all pretense of prayer forgotten. Mr. Hansen seemed to
still be somewhere between two worlds, and Mr. Wells shook him harder.
“Condravius,” Mr. Wells shouted at one of the bigger boys, one of the ones who were smirking before the praying started. He wasn’t smirking now. “Go run quick and get Mrs. Petty; she
should be in the sanctuary, in her usual spot by the sound booth.” Condravius was fully in the terrestrial world and didn’t need to be told twice to leave. He jumped up, crossed the room and
was out the door before Brian could take two steps back towards his seat.
Mr. Hansen was starting to regain control of himself now, a fearful look in his eyes. Mr. Hurley, the third man, was crying as he tried to put a sweater under Sleepy-Face’s head, which was still
rapping on the floor like a woodpecker’s beak. Mr. Wells kept wiping foam from the boy’s mouth, muttering softly in what Brian guessed was a prayer for help. Brian heard Mr. Hansen
mutter something about “going to call for an ambulance,” then he hoisted his large, beefy frame up and staggered out of the room, his cheap dress shirt soaked through with sweat.
Mr. Wells looked back at the boys, seeming to remember they were there for the first time since the praying started. “You boys pray now, you pray good and hard for Alonso.” The boys looked at him, looked down at Alonso and then at each other. No one said a word, except for a small boy sitting next to Alonso’s empty seat.
“Alonso’s mamma gave him his epilepsy pills before we came, they in his pocket. Auntie Jada said if he starts to feel dizzy, to take one of them pills before he catches a fit.”
Mr. Wells and Mr. Hurley looked at each other for a split second, then Mr. Wells started digging through Sleepy-Face’s pockets. Brian didn’t wait to see what happened; as Sleepy-Face’s
cousin was talking he had inched towards the back of the room, past the enraptured, horrified boys, and slipped out the door.
He was walking along the carpeted hallway when he heard shouting and running coming his way. He quickly ducked into an alcove and watched as Condravius ran past, followed by Mrs.
Petty and a few other people. He continued until he came to the church’s foyer, empty except for the skinny receptionist and sweaty Mr. Hansen, who were looking worriedly out the window,
waiting for whatever help God could send their way.
Brian slipped out a side door and walked around towards the back of the building, the cool night air a welcome change from the steamy, noisy inside of the church. He listened to the cicadas until they were drowned out by the sound of sirens, and the flashing lights of the ambulance out front cut around to even the back of the building.
It was about an hour later when his parents finally found him, and no one spoke during the long ride home. Finally, his mother turned around and looked at him, her sad eyes peering back into
the darkness of the back seat. “We should say a prayer for your poor friend.” Brian wanted to say that they weren’t friends, but she had already turned around. He could hear his parents up
front, murmuring under their breaths, and as the car gently swayed back and forth across the road he found himself falling into a deep, peaceful sleep.
Third Prize Short Story in English - Faculty & Staff
Sweet Relish
Author: Jorge Cortes
Coordinator
Sweet Relish
“Ugh” gasped Gilbert softly, taking in the situation. Poor reception, typical on this stretch of the 605 freeway. 10mph stop-and-go traffic, trudging ‘southbound’. But this was all ordinary to him, everything in place for a Friday afternoon - except for the video conference; an unwelcome addition. It was important for him to wrap this meeting and be left the hell alone on this highway with those other thoughts he had neglected through the heavy work week.
A few seconds later, the videoconference was now suddenly pristine on his phone screen. A relaxed voice surges, “… that the user experience glitches in the last 12 hours needs to be resolved by QA and PM. Our CS team is saturated. Moving forward, I’ve escalated this to development so they can take their turn on it, but I don’t expect...” Just as quickly, sound and image are lost. Gilbert motions methodically like a bobblehead, in acceptance. A few more minutes it should be over. Seventh meeting today. The previous meetings all touched in some manner or form on the same problem. This final one was presented as a “must-solve”. He knew solving this problem didn’t apply to him. It’s not for his department to solve. It’s just informational, making sure everyone knows the severity of the problem and what’s to be done about it. He had been dutifully tolerant of the regurgitation of information but didn’t need to listen a second longer, especially on Friday at 4pm. He took the exit on Alondra Blvd, making his way to his ex’s apartment. His former pad.
As he inched closer to the apartment, the neighborhood seemed old and worn to him. Like the clothing you’re wearing while you go shopping and you’re trying on a new outfit. You glance through the full-size dressing room mirror at these older clothes before trying on the new threads.
You always wonder how it was you once liked these old rags. He’s glad he’s no longer living there. This place always produces the same low-grade jitters. Yet it’s not wholly an aberration. It held something special for him once, but the discomfort was now ever-present …. everything in place for a Friday afternoon.
As he is arriving at the bungalow, the reception on his cell pops back in perfectly with pristine image and sound. The meeting just wrapped with no clear resolution other than slightly mitigating measures. Gilbert signs off: “Thanks dudes, keep me posted.” They can let it churn in their heads through the rest of the day, he thinks. For him, it’s Aubrey and the Dirtbags now.
Finding parking in this high-density neighborhood is like winning the Powerball draw. Not happening. Cars seem to have multiplied in this area since he last lived there. He blocks the driveway and honks the horn with a short, quarter-second tap.
“Hola Gilberto”, he is startled by Serafina in the front yard. “She’ll be right out. She knows you’re here. She heard your Ranfla turn the corner.”
“Shit”, he thought. He hadn’t seen her at all. He did not expect her outside, in such proximity.
The ex, with water hose in hand, limp and at low pressure - like a drunk taking a leak in a dive bar parking lot – trickled water upon succulents and late-spring flowers….and it wasn’t a Ranfla he was driving. The opposite you could say; his car was an EV. If anything, she heard tires rolling. A unique sound when unaccompanied by a combustion engine.
He forced a smile, looking away though he enjoyed her sarcasm. He didn’t care to look at her mirthless face, (much like his through all of this.) Have it jolt him into old places, situations, what not. He will wait patiently. Small talk only if instigated. This was his mantra with her, post- divorce. Today she said nothing else. Serafina was content with her plants - and he was fine with that. And he kept thinking: how quickly did Aubrey really notice he arrived?
“Hey Dad,” says Aubrey (without looking at her father) as she scurries down the porch steps to
the driveway.
“Hola Mija! Let’s scram, the dirtbags are waiting for us.”
She rolled her eyes, plopped into the front seat, blowing a kiss to her mother who waves her free hand slowly, dejectedly. They return the wave goodbye with more vigor, excited about this outing, together.
The Long Beach Dirtbags, college baseball team, was a new thing for them. It was an escape from their old lives. As a family. It was now just the two and not the three. These were newer circumstances but somehow, they had to make it work now, with some glitches here and there.
Nearly two years now since the separation, 6 months since the divorce. Adjustments were being
made.
They sat behind first base. She, with arms folded, he, drinking a beer and sending some final texts to the team, unrelated to his previous conference call.
Typical behavior to the annoyance of Aubrey. He promised a last text - wrapping up the week for his own tech team. The bothered bothering - an endless cycle.
“Is Artie coming by, after all?” he asked, watching the first pitch.
“Maybe. He’s got a lot of studying to do, I think.”
Can’t be midterms, you are all too young. What’s he studying so much for?”
“Well, let’s see… good grades?” She says in condescension. “He wants to get into MIT, become a techie like you. I told you all this.” He nods in acceptance.
Gilbert liked Artie but felt he didn’t know him well enough. He saw them both getting more serious, and he was hoping he’d make it to the game: A chance to probe him, ever so slightly, without setting off Aubrey’s consternation. He tried to compare his high school relationships to see if Aubrey and Artie’s seemed similar, but his thoughts always drifted to later relationships though: college, post-college, Serafina. Then little made sense and he’d stop thinking about it.
The game progressed quickly. Pitcher’s duel. Many strikeouts, easy groundouts and scoreless at the bottom of the fourth. Gilbert grabbed another beer mid-inning and observed Aubrey as he walked back to his seat. She was texting vigorously. “Everything ok?” Yes. She stopped abruptly.
The tension must be with Artie. She really wanted him to come. Aubrey didn’t need to say anything. He usually read her well; He saw himself in her, refusing to talk about those strong emotions, left in an inner sanctum that never see the light. Bottled up. And he knew to leave it be.
Just as quicky as he sat down Aubrey blurted out “I’m hungry.’”
“Sorry Mija, I should have asked you when I grabbed the beer.”
“Yes, you should have.”
“Sure, everything is ok?”
“Yes. I am just going through famine. Can I get a hot dog, please? I want to get up for a bit anyway.” “Of course, Mija,” said Gilbert.
They make their way up to the concession stand, passing bored Dirtbag fans who have taken in nearly an hour of a scoreless game. The organ player tries to stir up the crowd, but it falls flat.
The mascot flails its fins and displays its mouthful of sharp teeth, scaring a few, smaller children in the front row. The announcer calls up the first batter for the bottom fourth. The Right fielder for the dirtbags with a .217 batting average. No applause.
Gilbert was now craving one too. He bought two dogs. Standing at the condiments station. Gilbert piled on the works. Ketchup, mustard, onions, jalapenos, and atop all that, some sweet relish.
“Here, have some relish, always good with a dog”
“No way.”
“Have you tried it?”
“Dad, why would you eat something that looks like regurgitated pickle. It’s disgusting. I mean who is responsible for it? How can anyone enjoy that? Seems like a punishment, like oatmeal or grits. Makes me feel sorry for your childhood - Forcing this stuff on you. Abuelita let you eat this?” She was getting worked up in that funny way I remember myself doing, some time ago.
“Well, I always liked it, especially at your age. And Abuelito let us eat it, behind Abuelita’s back.”
“Besides, I thought you were born after 1950. Would you like some Jell-O with that?”
He smiled at the comment. “You don’t want any, fine, but watch me enjoy it.” He pumped a generous portion from a gallon container onto the 8-dollar hotdog as Aubrey looked away making a fake gagging reflex. He did know she disliked relish. It was all a tease, to get a rise out of her. To engage with her. To exchange emotions with her, whatever they may be. Back in the seat Gilbert tilted his head and takes a large bite from one end of the dog. A small clump of relish slides off, falling on Aubrey’s lap. She is visibly upset, feeling that it was almost intentional. Oh God she says looking away. He looks perplexed and genuinely sorry. He knows she really is disgusted now.
“So sorry Mija. I think I overloaded this dog with too much crap.” He tried to clean the relish but its staining, he can tell. Her jean shorts absorbing the liquid, and that glucose smell, well…
He saw her tear up. It can’t be the relish, he thought.
“It’s Artie isn’t it? That guy, I don’t know. C’mon Aubrey, He is self-absorbed, is that what you want?”
“What?” she said, mouth agape, “So, he’s not ambitious now? I thought you liked him?” He rolled his eyes. “I’d like him more if he didn’t make you cry.”
“I’m not crying for him. Artie is great. He isn’t like those…” pausing, looking for a word ”….dirtbags at school. ……..I was thinking about you.” She looked away, towards the right outfield.
“Me?” He doesn’t read her well, he thought. Now the situation involved him. Front and center. Dating, marriage, the birth of his daughter, divorce, dating again. All these experiences rushed through his mind at warp speed. As if his brain was sifting through algorithms to try and find out what about his being - made her cry. Was it a specific incident? Bad father? Bad husband? Bad ex-husband? Bad person in general? He didn’t know what to say but some words did come out of his mouth and he hears himself say it in a shaky voice.
“I’m sorry I’ve put you through all this Mija. I um…” he couldn’t say more.
“I’m fine Papi. Really, I am. What about you? Things ok with Angelina? I would really like to finally meet her. I know it may be too soon for you, but you tell me. You tell me when.”
She’s nice Mija. I will tell you when. His mind is overloaded. This is learn-as-you-go parenting. He chuckles nervously as his next thought is: when isn’t it?
They look at each other for a moment. First real eye contact since they met today. He pats her back. Both smile.
Its bottom of the fifth now. The short-stop is batting. He hits a line drive to left with man on second base. It’s an RBI double. The Dirtbags are up 1-0 and everyone is standing, cheering. Gilbert plays the part. He doesn’t want Aubrey to sense that his mind keeps running; that he wonders what in hell just happened. Is she really ok? Is she worried about me? He takes quick unassuming glances at Aubrey while watching the game. She is back to normal as if nothing happened. Oh, she is like him he thought again.
The Dirtbags squeaked out a win in the bottom of the 9 th . A homerun by the catcher puts them
over the top, 2-1. Gilbert drives back up the 605 northbound. Aubrey is texting, giggling as she writes. His thinking is lucid now, well beyond the drone of some of his meetings, driving on LA freeways, and the mild depression that has stunted him for several months now.
“So next Friday, how ‘bout you come to my place for dinner? I’ll invite Angelina, if she’s not busy.”
“Artie and I are going to that Goya exhibit at the Norton Simon next Friday. Can we try the following week?, I’d really like that.”
“Oh.. yeah. Let’s do that.” Gilbert says casually.
Everything in place for a Friday afternoon.
First Prize Short Essay in Spanish - Faculty & Staff
Estar o No estar
Author: Borja Santos Porras
Vice Dean
Estar o No estar
Vas a mirar algo en el móvil y pasan 20 minutos viendo cosas triviales. Tienes una inquietud interior que hace casi imposible que pase una hora sin revisar el WhatsApp o
ver si te ha llegado un email. Conversas menos en la mesa con tus amigos o tu familia porque la mayoría están mirando su móvil cada poco tiempo. Te despiertas cansado y te das cuenta de que dormiste menos porque te pasaste de capítulos en la plataforma de turno o porque te entretuviste viendo tonterías en el móvil. Te cuesta concentrarte en una tarea en el trabajo sin distraerte. Te conectas a menudo a Twitter, LinkedIn o a un periódico digital para leer noticias, pero te das cuenta de que no profundizas en ningún tema e incluso estás aún más frustrado e indignado.
Hace tiempo que te cuesta pasar del primero o segundo capítulo de cada libro que quieres leer y aún recuerdas que un día eras capaz de devorar un libro de Shakespeare en un par de noches.
No estás solo. En la era de la información y la constante estimulación digital, la falta de atención se ha convertido en una preocupación creciente que va más allá de una
cuestión individual.
Yo también comencé a preocuparme por este problema hace siete años. Sufría por ello. Tenía distracciones permanentes que no me permitían concentrarme y estaba
atrapado en un ciclo de hiperconexión digital. Esa continua atención parcial no me permitía ser productivo. De alguna manera, me culpaba a mí mismo por ello, y
probaba trucos, aplicaciones o consejos, pero siempre volvía a caer en lo mismo. Con el tiempo, me di cuenta de que la responsabilidad iba mucho más allá de mí. Es una
batalla constante contra una fuerza superior a nosotros. Nos encontramos saltando de una idea a otra, incapaces de mantenernos enfocados en una sola tarea durante
periodos prolongados.
Pensaba que este problema tenía un efecto en mi productividad, que la atención y la concentración eran el super poder del siglo XXI1 , más importante incluso que el talento o el coeficiente intelectual, por su impacto en mi eficiencia y efectividad. Pero con el tiempo me di cuenta de que la falta de atención también afectaba a muchos otros aspectos, como la salud mental, las relaciones familiares y personales, y el propio funcionamiento de nuestra democracia. Nos enfrentamos a grandes problemas en
nuestras sociedades que requieren atención sostenida. Detenernos en profundidad es fundamental para abordar estas cuestiones complejas y poder preservar⎯cuando no
salvar⎯nuestras democracias.
El teléfono y otras aplicaciones digitales son nuestro caballo de Troya; traen en su interior una carga de potentes distracciones que se infiltran en todos los aspectos
nuestra vida diaria. Este problema no es únicamente resultado de un fracaso personal; es un problema sistémico y urgente que debemos comprender y abordar.
¿De qué trata la atención?
La atención, según William James (1890), es “el proceso por el cual la mente toma posesión, de forma vívida y clara, de uno de los diversos objetos o trenes de
pensamiento que aparecen simultáneamente. Focalización y concentración de la conciencia son su esencia. Implica la retirada del pensamiento de varias cosas para tratar efectivamente otras”. La atención incluye mantener la vigilancia durante una tarea, priorizar los estímulos, y manejar las interferencias externas, manteniendo
nuestro foco.
En mi caso, me gusta también asociar la atención con el concepto de Eudaimonia 2 , que proviene del griego y etimológicamente se compone de las palabras “eu” (“bueno”) y “daimōn” (“espíritu”). Es un estado en el que alcanzas tu pleno potencial humano, asociado con la felicidad. Se trata de algo parecido a la satisfacción que sentimos cuando entramos en un “estado de flujo 3 ”, realizando una actividad completamente inmersos y disfrutando del proceso llegando a ser nuestro mejor Yo. La virtud de la atención es fundamental; sin ella, somos incapaces de alcanzar esa felicidad.
La Doctora Gloria Mark 4 , profesora en la Universidad de California y autora del libro Attention Span, explica que la atención promedio en una pantalla era, en 2004, de 2 minutos y medio. Pocos años más tarde, bajaba a 75 segundos. Actualmente apenas llega a 47 segundos. Esto puede observarse en distintos ámbitos. Por ejemplo, en el
sector del entretenimiento la duración de las tomas de cine y televisión ha disminuido a unos cuatro segundos por toma. En otra investigación de la doctora Mark 5 , encontraron que las personas revisan el correo electrónico una media de 77 veces al día, lo cual fragmenta su atención. También es alarmante el tiempo que pasamos en frente de las pantallas. Los niños de entre dos y cuatro años pasan un promedio de dos horas y media al día frente a una pantalla. Entre cinco y ocho años, ese promedio alcanza las tres horas al día 6 .
Un día pregunté a un grupo de estudiantes que revisaran en sus móviles cuál era la duración promedio diaria que indicaban los datos de uso de sus dispositivos. Al hacer
un promedio básico, resultó ser de seis horas y media. Casi siete horas pegados al teléfono. Me preguntaba: ¿Cuándo duermen, comen, estudian o hacen deporte? Investigaciones en 2016 señalaban que tocamos nuestros teléfonos 2617 veces al día 7.
La doctora Mark advierte que las trampas que captan nuestra atención durante el uso de nuestros dispositivos digitales pueden ser diversas. Los errores de encuadre se refieren a cómo interpretamos nuestro contexto, a menudo evaluando mal el tiempo necesario para actividades específicas (quizás te suene: “solo medio capítulo de Netflix y a la cama…”). La atención errante se refiere a la tendencia natural de nuestra mente a vagar entre estímulos externos e internos, exacerbada por ejemplo por la visibilidad constante de pestañas y aplicaciones (en muchas ocasiones tenemos abiertas a la vez muchas pestañas de periódicos, música de YouTube, Teams o WhatsApp). La atención rutinaria describe la dificultad de abandonar actividades fáciles y gratificantes en nuestros dispositivos, como juegos y redes sociales, especialmente cuando estamos cansados. Las redes sociales son particularmente American CNN. (2023, Enero 11). Short attention span wellness. CNN. problemáticas debido a nuestra necesidad de conexión social o la identidad en línea, crucial para muchos jóvenes, que puede consumir una gran cantidad de tiempo, atención y presencia.
¿Qué consecuencias tiene la falta de atención?
La pérdida de atención tiene múltiples consecuencias negativas en diferentes aspectos de nuestra vida.
En primer lugar, la pérdida de atención afecta a nuestra Salud. La prevalencia del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) en niños y adolescentes estadounidenses casi se ha duplicado en las últimas dos décadas, llegando al 10.2%. Además, las distracciones son la principal causa de accidentes en la ciudad de
Barcelona8.
La Dirección General de Tráfico asegura que estuvieron detrás del 25% de los accidentes y el 31% de los fallecidos en las carreteras españolas en 2016. La Administración Nacional de Seguridad del Tráfico de EEUU reporta 9 que el uso del teléfono está involucrado en el 12% de todos los accidentes automovilísticos en las carreteras de EEUU, y afirma que un total de nueve personas mueren cada día debido a una conducción distraída.
La falta de sueño es también una consecuencia importante. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, el 40% de la población duerme mal. Uno de cada cuatro adultos considera que no descansa bien, siendo el insomnio el trastorno con mayor prevalencia. El 40% de los estadounidenses sufre carencia de sueño, y en el último siglo, el niño medio ha perdido 85 minutos de sueño en promedio de cada noche 10 . Además, la falta de sueño perjudica la memoria ya que se nos confunden los sentidos, y afecta a la capacidad de concentración. Como explica J. Hari, en su libro El Valor de la atención 11, “Durante el sueño, el cerebro se limpia a sí mismo de los
residuos acumulados durante el día. Durante el sueño de ondas lentas, los canales cerebrales de líquido espinal lavan nuestro cerebro y arrastran las proteínas tóxicas al
hígado para deshacerse de ellas. También durante el sueño, la energía se restaura y se recarga, ya que la corteza prefrontal es el área del cerebro donde se genera el
juicio y que es muy sensible a la falta de sueño”. El 90% de los estadounidenses mira algún dispositivo electrónico que emite resplandor una hora antes de acostarse, lo que también afecta muy negativamente al sueño y por tanto a la salud.
En segundo lugar, afecta a la productividad. Existen numerosos hallazgos al respecto.
Las interrupciones y pérdidas de atención tienen mucho impacto en la productividad. Una investigación en la Universidad de California en Irvine calculó que, en promedio, toma 23 minutos volver a concentrarse después de una interrupción 12 . Otro estudio de la Universidad Estatal de Michigan concluyó que los estudiantes tenían el doble de probabilidades de cometer errores cuando eran interrumpidos, incluso si la interrupción duraba menos de tres segundos. Un tercer estudio de la Universidad Carnegie Mellon sometió a un examen a 136 estudiantes. A algunos de ellos les pidieron que mantuvieran sus teléfonos apagados, mientras que otros los tenían encendidos y recibieron mensajes de texto intermitentes. Los estudiantes que recibían mensajes obtuvieron, en promedio, un resultado 20% peor al del resto de estudiantes. En 2005, una investigación realizada por el Dr. Glenn Wilson en el Instituto de Psiquiatría de Londres encontró que las interrupciones y distracciones persistentes en el trabajo provocaban una disminución del coeficiente intelectual en 10 puntos, el doble que el impacto del consumo de marihuana.
Por ello es normal que en el ámbito laboral 13 , el 54% de los Millennials y la generación Z dicen que no estén rindiendo como debieran, que el 50% admitan ser menos
productivos, y el 20% deplore que no puede alcanzar su potencial (y muy probablemente su “Eudaimonia”).
Esta pérdida de atención también influye en los resultados PISA 14 . En 2022, se registró una caída del rendimiento medio de 10 puntos en lectura y casi 15 en matemáticas, en comparación con los resultados de 2018. Según la OCDE, el 65% de los estudiantes reportan distraerse con el uso de dispositivos digitales en al menos algunas lecciones de matemáticas, y el 45% se sienten nerviosos si no tienen el teléfono cerca de ellos.
Esta disminución de productividad se puede reflejar en la economía. La revista The Economist 15 estimó que el tiempo que cada trabajador emplea en las redes sociales se cifra en una cantidad de US$4500 diarios. También drena la creatividad. Si la mente está libre de distracciones, puede pensar en todo lo asimilado y comenzar a establecer nuevos enlaces y conexiones. Sin embargo, al dedicar nuestra energía a alternar rápidamente entre tareas sin concentrarnos, creamos menos.
En tercer lugar y a veces no tan obvio, la pérdida de atención afecta a nuestra Democracia.
Un aspecto crítico del descenso en las democracias a nivel mundial es la decreciente capacidad de los ciudadanos para participar de manera significativa en procesos democráticos. La calidad de una democracia depende en parte de la participación ciudadana informada y comprometida, pero la falta de atención puede debilitar estos
principios fundamentales.
Como menciona Johan Hari 16 , “la democracia es una forma de atención colectiva 12 Mark, G. (2023). Cómo recuperar la capacidad de atención. Editorial Urano.
No es coincidencia que estemos teniendo la mayor crisis de la democracia en el mundo desde 1930 al mismo tiempo que tenemos esta crisis de atención individual. Una población que no puede prestar atención y pensar profundamente no puede sostener una democracia a largo plazo”.
Cuando la población no presta atención sostenida o se centra en fuentes de información no fiables, es más propensa a caer en desinformación o noticias falsas. Esto es dañino para la democracia, ya que se distorsiona el debate público y nos lleva a decisiones mal informadas. Incluso llegamos a un punto donde tenemos problemas para identificar fuentes fiables y determinar aquellas que merecen nuestra confianza 17 . La falta de atención también deriva en un enfoque superficial a la hora de profundizar
en la información. El consumo de contenido breve y rápido debilita la capacidad de los ciudadanos de analizar y debatir temas complejos.
En 2018, Mark Zuckerberg anunció cambios en las normas de Facebook: “Los últimos dos años han demostrado que, sin las suficientes salvaguardas, la gente manipulará estas herramientas para interferir en las elecciones, difundir desinformación e incitar a la violencia”. No en vano, Facebook ha sido acusado de ser la correa de transmisión del discurso islamófobo y odio en Myanmar hacia a la minoría Rohingya y por tanto clave en su limpieza étnica 18 .
¿Cuáles son las causas de la pérdida de atención?
Dispositivos tecnológicos como el teléfono móvil pueden ser una fuente de distracción. Según un estudio 19 , la presencia de un teléfono móvil puede afectar negativamente a la cognición. Es decir, que la mera presencia visible de nuestro propio teléfono reduce nuestra capacidad cognitiva disponible. Con el móvil en la mesa, nos concentramos menos.
Nuestra creencia en el “multitasking” o multitarea como algo muy positivo es otra fuente culpable. La científica francesa Barbara Demeneix menciona que “el
adolescente promedio cree que puede seguir seis tipos de medios al mismo tiempo”.
Para los neurocientíficos, cuando las personas creen que están haciendo varias cosas a la vez, en realidad están cambiando de una tarea a otra rápidamente. Este cambio
constante y la consiguiente reconfiguración del cerebro tiene un costo significativo en la atención. Barbara Oakley explica el "attention residue"20 como cada vez que cambiamos de tarea, un residuo de nuestra atención permanece en la tarea anterior.
Este residuo es incluso más fuerte si esa tarea inicial estaba inacabada, lo que contribuye a una distracción parcial que va en aumento cuando más multitarea se
realice.
A pesar de entender estas razones, nos resulta muy difícil aislarnos de las aplicaciones digitales para concentrarnos. Pero no podemos responsabilizarnos individualmente de este fracaso cuando los mejores cerebros están contratados para diseñar algoritmos que continuamente nos roban la atención. Es lo que muchos
expertos denominan como la “Economía de la Atención”. La atención se convierte en un recurso valioso y escaso, que muchas empresas buscan captar y monetizar. La
socióloga Shoshana Zuboff lo denomina “el capitalismo de la vigilancia 21 ”. Esta profesora de la Universidad de Harvard describe cómo las grandes tecnológicas utilizan algoritmos sofisticados para capturar y mantener nuestra atención, lo que afecta negativamente a nuestra capacidad de concentración. No es, por tanto, únicamente una responsabilidad individual, sino que en cada paso que damos o en cada herramienta que usamos, estamos rodeados de algoritmos diseñados para robar nuestra atención. James Williams, antaño estratega de Google, recopiló en un ensayo toda la información sobre cómo nos afecta la economía de la atención al usar Internet y argumentó que “tenemos que hacer crítica tecnológica en un sentido similar al de la crítica literaria 22 ”.
Pero ¿cómo funcionan esos algoritmos?
Para entenderlo debemos conocer varios factores. El primero es cómo funciona la dopamina, un neurotransmisor responsable de transmitir señales entre las células
nerviosas del cerebro. Aunque a menudo nos referimos a ella como el "neurotransmisor del placer", Robert Sapolsky, profesor de biología en Stanford,¡ matiza que la dopamina es en realidad el neurotransmisor de la "anticipación del placer 23", ya que es esa anticipación de una recompensa la que nos refuerza ciertos comportamientos. La dopamina nos influye en la motivación que se siente al ver fotos en Instagram o nuevas noticias que van apareciendo. Es lo que nos hace adictos, comprometiendo nuestra fuerza de voluntad y finalmente nuestro control de la atención.
El funcionamiento se entiende muy bien con un experimento realizado con monos entrenados para realizar una tarea (apretar un botón) y recibir comida como premio.
Se observó que la producción de dopamina aumentaba al detectar la señal de la tarea (apretar el botón) pero disminuía al recibir la recompensa (la comida). Sin embargo, cuando la recompensa se otorgaba solo el 50% de las veces que apretaban el botón, los niveles de dopamina subían muchísimo más, superando incluso los niveles asociados con el uso de cocaína. Esto es denominado por Sapolsky como "la magia del tal vez" y es utilizado también en los casinos, donde las máquinas tragaperras están diseñadas para generar resultados cercanos a ganar el premio mayor, engañando a los jugadores para que crean que tienen más posibilidades de ganar de las que realmente tienen. En el caso de Internet, los teléfonos y sus “apps” pueden ser vistos como las “tragaperras” y la recompensa variable puede ser un email interesante, una gran cantidad de likes o nada. Cuando hacemos un “scroll-down” no sabemos qué puede venir después. Estamos esperando la dopamina de lo que puede venir. No en vano, la creación del “scroll infinito” hace perder 50% más de tiempo que sin él 24 .
Influenciando en el nivel de segregación de dopamina se adiestra a nuestras mentes a reaccionar frente a la idea de recompensas frecuentes, y se refuerzan hábitos dañinos del mantenimiento y preservación de nuestra atención. Este “capitalismo de la vigilancia” funciona como una carrera armamentística para robar nuestro tiempo.
Compañías como Googleplex controlan el 50% de todas las notificaciones de nuestros teléfonos. Además, todos estos algoritmos nos descomponen y conocen muy bien cómo somos, qué nos gustaría tener, qué nos excita, qué nos enfada… Con capacidades de predecir automáticamente lo que probablemente vayamos a hacer. Saben dónde pillarnos. Finalmente, cuanto más tiempo miremos a la pantalla, más dinero ganan. El objetivo es evitar que salgamos de allí.
Otra de las causas es que somos seres sociales y, por tanto, nos cuesta ignorar lo que los demás piensen de nosotros. Existe un deseo de aceptación social que conducimos
a través de nuestro avatar digital. Sin embargo, se produce “La paradoja de las redes sociales” donde a pesar de estas diseñadas para “conectar personas”, nos roban la
atención y nos conducen a un mayor aislamiento y disminución del bienestar emocional.
Es interesante conocer cómo estos algoritmos también juegan con nuestras emociones. Varios estudios y análisis han demostrado que los titulares y contenidos
que evocan emociones negativas como la ira, el miedo o la indignación tienden a generar más clics, likes y atención que aquellos con un tono positivo o neutral, por lo
que esas noticias son amplificadas y contribuyen a la polarización en nuestra sociedad 25 . Es por ello que, según otro estudio del MIT, las noticias falsas viajan a una velocidad seis veces mayor que las verdaderas. Cuando Bolsonaro ganó las elecciones en Brasil, sus partidarios gritaban “Facebook, Facebook, WhatsApp,
WhatsApp 26 ”. Los científicos de Facebook habían concluido que con su aplicación estaban explotando la atención del cerebro a través de la división y la ira 27 .
Otra de las causas de nuestra pérdida de concentración es cómo afrontamos nuestro trabajo. Se difuminan las fronteras entre nuestra vida personal y laboral. La tecnología nos mantiene conectados las 24 horas del día 28 . Por ello es común que, en nuestro tiempo personal, cuando estamos en casa después del trabajo, nos ocupemos de problemas y comunicaciones laborales sin desconectar del trabajo. Según James Nestor 29 , “pasamos los días medio dormidos y las noches medio despiertos, tumbados en una zona gris de media ansiedad”.
Podríamos también mencionar otros factores que causan la pérdida de concentración como son la situación económica, la alimentación y algún otro factor, pero se nos escapa al alcance de este ensayo.
¿Tenemos solución?
Al ser un problema sistémico, no podremos encontrar una sola solución, sino que debemos trabajar en muchas medidas y propuestas diferentes. Citaré aquí solo
algunas posibles, aun conociendo la limitación de la propia lista. Muchos países han comenzado a prohibir los móviles en ciertos contextos, especialmente en las aulas para mejorar la concentración de los estudiantes. En Francia, una ley prohíbe desde 2018 el uso de teléfonos móviles en las escuelas primarias y secundarias para alumnos menores de 15 años 30 . Suecia siguió el mismo ejemplo en 2019. Desde la sociedad civil, asociaciones de padres y grupos de expertos 31 abogan por limitar el uso de dispositivos electrónicos en el aula y el recinto escolar.
Surge también el campo de los Neuroderechos, que se refieren a los derechos relacionados con la privacidad y la autonomía mental en el contexto de las tecnologías
neurocientíficas. Por ejemplo, en Chile se ha dado un paso significativo en la protección de los neuroderechos al consagrarlos en su constitución 32 (artículo 19), de
cara a proteger la integridad mental y la privacidad de las personas frente a los avances en neurotecnología.
También, es fundamental aumentar la conciencia sobre la desinformación y fomentar el pensamiento crítico en el consumo de información. Esto permitirá a los individuos analizar y cuestionar la información antes de aceptarla como verdadera, promoviendo una mentalidad más centrada y menos susceptible a la manipulación explicada anteriormente.
Otro de las potenciales medidas es revitalizar y fomentar la lectura en papel. Muchos estudios 33 concluyen que leer en papel ayuda a comprender y a retener mucho mejor la información en comparación con las pantallas, especialmente para textos largos y complejos 34 .
En Francia también existe una iniciativa donde los trabajadores tienen un “derecho legal a desconectarse”, es decir, tienen un horario de trabajo definido y un empleador
30 La Vanguardia. (2018, junio 8). Francia prohibirá los móviles en los colegios a partir de septiembre. no puede comunicarse con ellos fuera de ese horario. Buscan con ello generar un descanso para poder recargarse en un mundo donde las fronteras personales y laborales se han difuminado. Aunque es una medida eficaz probablemente sea difícil de aplicar en muchas organizaciones con idiosincrasias y visiones diferentes.
Existen también muchas medidas de carácter más individual como establecer rutinas para mejorar una concentración profunda. Descansar adecuadamente para restaurar nuestras funciones cognitivas. Hacer deporte.
La actividad física es una de las actividades que mejor recargan nuestra concentración y atención. Sólo un paseo de 20 minutos por la naturaleza nos puede ayudar a relajarnos significativamente. Incluso puede ayudarnos a producir muchas más ideas, ejercitando el pensamiento divergente. Por último, fomentar la meditación y una buena respiración, son prácticas estudiadas 35 como muy beneficiosas para, entre otras cosas, mejorar la atención.
Fomentar la Atención Plena hacia la Eudaimonia
Es urgente, poner este problema aún más en la agenda pública, explicando adecuadamente todas sus aristas. Afecta a personas de todas las edades, pero especialmente a nuestros jóvenes.
Solo así podremos alcanzar la Eudaimonia, es decir, concentrarnos para dar lo mejor de nosotros mismos, tanto a nivel individual como colectivo y así llegar a ser quienes queremos ser. Necesitamos profundizar en la complejidad sin distraernos, conversar más con amigos y familiares prestando atención a sus palabras y emociones, sin mirar los móviles, descansar mejor y aprovechar plenamente nuestro tiempo de reposo.
Debemos evitar perder el tiempo en trivialidades y retomar el hábito de la lectura profunda, más allá del segundo capítulo de nuestro siguiente libro. Así, volveremos a
disfrutar de obras clásicas como las de Shakespeare, y quizás, al abrir ese mismo libro que devoraste, quizás reflexiones diferente: “Estar o no estar, esa es la cuestión”.
Referencias:
1 Newport, C. (2016). Deep Work: Rules for Focused Success in a Distracted World. New York, NY: Grand Central Publishing.
2 https://www.uniovi.es/documents/39158/f1e7bd74-e689-cd51-8c6f-a689f033abc1
3 https://asana.com/es/resources/flow-state-work
4 American CNN. (2023, Enero 11). Short attention span wellness. CNN. https://edition.cnn.com/2023/01/11/health/short-attention-span-wellness/index.html
5 American Psychological Association. Attention spans [Archivo de audio]. https://www.apa.org/news/podcasts/speaking-of-psychology/attention-spans
6 Ibid
7 Business Insider India. (2016, Julio 13). Research shows we touch our cell phones 2617 times per day. Business Insider India. https://www.businessinsider.in/research-shows-we-touch-our-cell-phones-2617-times-per-day/articleshow/53197026.cms
8 La Vanguardia. (2018, mayo 6). El impacto de la tecnología en la falta de atención y las distracciones digitales. https://www.lavanguardia.com/vida/20180506/443286406642/impacto-tecnologia-falta-atencion-distracciones-digitales.html
9 Forbes. Distracted driving statistics. https://www.forbes.com/advisor/legal/auto-accident/distracted-driving-statistics/#sources_section
10 Hari, J. (2022). El valor de la atención. Planeta.
11 Ibid
12 Mark, G. (2023). Cómo recuperar la capacidad de atención. Editorial Urano.
13 Udemy Research. (2018). Udemy in Depth: 2018 Workplace Distraction Report
14 OECD. (2023, mayo 15). Decline in educational performance only partly attributable to the COVID-19 pandemic. https://www.oecd.org/newsroom/decline-ineducational-performance-only-partly-attributable-to-the-covid-19-pandemic.htm
15 Management Study Guide. Economic effects of digital distractions. https://www.managementstudyguide.com/economic-effects-of-digital-distractions.htm?utm_content=cmp-true
16 Ibid
17 Microsoft News. (s.f.). En la era digital, la democracia depende de la alfabetización informacional. Microsoft News. Recuperado de https://news.microsoft.com/es-xl/en-la-era-digital-la-democracia-depende-de-la-alfabetizacion-informacional/
18 El País. (2018, abril 12). Actualidad. https://elpais.com/internacional/2018/04/12/actualidad/1523553344_423934.html
19 Ward, A. F., Duke, K., Gneezy, A., & Bos, M. W. (2017). The Journal of the Association of Consumer Research
20 Dahl, M. (2016, Enero 28). Attention residue is ruining your concentration. The Cut. https://www.thecut.com/2016/01/attention-residue-is-ruining-your-concentration.html
21 Zuboff, S. (2019). El capitalismo de la vigilancia. Paidós.
22 Pérez, M. (2021, febrero 23). The Objective. https://theobjective.com/further/futuro/2021-02-
23/james-williams-tenemos-que-hacer-critica-tecnologica-en-un-sentido-similar-al-de-la-critica-literaria/
23 Alejandro Martínez Gallardo (2017). https://pijamasurf.com/2017/10/que_es_la_dopamina_digital_y_como_se_convirtio_en_la_droga_mas_popular_y_adictiva_del_mundo/
24 Hari, J. (2022). El valor de la atención. Planeta.
25 Big Think. (s.f.). Negative media headlines skyrocketed. https://bigthink.com/the-present/negative-media-headlines-skyrocketed/
26 Doctorow, C. (2021). Fans of Brazil – Facebook, Facebook, WhatsApp, WhatsApp
27 Horwitz, J., & Seetharaman, D. (2020, mayo 26). Facebook executives shut down efforts to make the site less divisive. The Wall Street Journal. https://curio.io/publications/The-Wall-Street-Journal/jeff-horwitz-and-deepa-seetharaman/facebook-executives-shut-down-efforts-to-make-the-site-less-divisive
28 American Psychological Association. (2021, Enero 15). Speaking of Psychology: Why our attention spans are shrinking, with Gloria Mark, PhD [Archivo de audio]. APA. Recuperado de https://www.apa.org/news/podcasts/speaking-of-psychology/attention-spans
29 Nestor, J. (2020). Breath: The new science of a lost art. Riverhead Books.
30 La Vanguardia. (2018, junio 8). Francia prohibirá los móviles en los colegios a partir de septiembre. https://www.lavanguardia.com/internacional/20180608/444207686744/francia-moviles-colegios.html
31 ORM. (2024, mayo 30). El grupo de expertos recomienda no usar dispositivos electrónicos en colegios antes de 5° de Primaria. https://www.orm.es/noticias-2024/el-grupo-de-expertos-recomienda-no-usar-dispositivos-electronicos-en-colegios-antes-de-5-de-primaria/
32 Somos Iberoamérica. (2021, octubre 20). Neuroderechos en Chile: Consagración constitucional y regulación de las neurotecnologías. https://www.somosiberoamerica.org/tribunas/neuroderechos-en-chile-consagracion-constitucional-y-regulacion-de-las-neurotecnologias/
33 Phys.org. (2024, Febrero). Screens and paper are equally effective for absorbing and retaining information. https://phys.org/news/2024-02-screens-paper-effective-absorb-retain.html
34 BrainFacts.org. (2020, Julio 28). Reading on paper versus screens: What's the difference? https://www.brainfacts.org/neuroscience-in-society/tech-and-the-brain/2020/reading-on-paper-versus-screens-whats-the-difference-072820
35 Público. (s.f.). Meditación mejora la atención y el autocontrol. https://www.publico.es/actualidad/meditacion-mejora-atencion-y-autocontrol.html
Second Prize Short Essay in Spanish - Faculty & Staff
Las galerías cubiertas de París como templo del capital mercantil detente el siglo XIX
Author: Agustina Lezcano
Senior Advisor
Las galerías cubiertas de París como templo del capital mercantil detente el siglo XIX.
Una de las características del estudio materialista de la historia es la identificación del alcance que tiene el proceso de mercantilización en la sociedad moderna. Dice Sacristán: «Lo característico de la sociedad moderna, de la sociedad más alienadora […] es precisamente la mercantilización general de la vida, la conversión de toda realidad en mercancía».1 El proceso de mercantilización presenta la posibilidad de ser abordado en estudios urbanos, arquitectónicos y culturales. En esa línea, este ensayo se propone estudiar a las galerías cubiertas de París por ser una tipología arquitectónica que nace como producto de la actividad de intercambio de mercancías y se convierte, tal como la define Walter Benjamín, en un «templo del capital mercantil»2. Con ese fin, este escrito se estructura en los siguientes cuatro puntos:
I. La arquitectura y la mercancía.
II. Las galerías cubiertas de París como producto de la sociedad burguesa.
III. Las galerías cubiertas como productoras de nuevos tipos sociales
IV. Ruinas de la burguesía
A continuación desarrollaré cada uno de estos puntos desde una perspectiva de análisis queme permita pensar en las galerías cubiertas como representaciones de poder que toma la clase burguesa parisina durante el siglo XIX.
I. La arquitectura y la mercancía.
Según Benjamin, de manera análoga al siglo XVII cuando las ciencias se liberaron de la filosofía, en el siglo XIX el desarrollo de las fuerzas productivas impulsó una emancipación de la creación formal de la esfera del arte. Benjamín menciona cuatro casos en particular: el primero es el caso de la arquitectura, que se convierte en una labor de ingeniería; el segundo es el caso de la observación de la naturaleza, que se vuelva a la fotografía; el tercero es el caso de la imaginación creativa, que se traduce en dibujo publicitario; y el cuarto, la creación1Sacristán, M. (1983) M. Sobre Marx y marxismo. Barcelona: Icaria; p. 279. 2Benjamin; W. (2005). Libro de los pasajes. Madrid: Akal; p. 72.literaria, que se convierte en folletín. Y afirma: «Todos estos productos están a punto de entregarse al mercado como mercancías».3
Para el autor, el siglo XIX es un período de transición en el cual las disciplinas artísticas se mercantilizan. De modo que la arquitectura, al igual que las demás producciones culturales, es parte del proceso de mercantilización de la época moderna. Dentro de este contexto, se pueden identificar varios símbolos urbanos y arquitectónicos que han estado al servicio de este proceso de mercantilización: Estaciones de ferrocarril, pabellones expositivos y nuevos trazados urbanos son, probablemente, una constante en todas las capitales europeas.
Sin embargo son las galerías cubiertas de París las que constituyen un ejemplo paradigmático del proceso de mercantilización antes mencionado. Según Walter Benjamin, en las galerías «habita el último dinosaurio de Europa, el consumidor. En las paredes de estas cavernas prolifera la mercancía como una flor inmemorial que experimenta, como el tejido ulceroso, las más irregulares conexiones».4
Por ello las describió como el «molde en donde se vertió la Modernidad»5 y las convirtió en objeto de estudio para su obra incompleta Libro de los Pasajes.
II. Las galerías cubiertas de París como producto de la sociedad burguesa
En el siglo XVIII París era una ciudad aún medieval en cuanto a su urbanismo. Sus calles serán laberínticas.6
En ese contexto, de manera espontánea, los parisinos usaban ciertos “pasajes” como atajos para desplazarse por la ciudad. Esos pasajes eran espacios vacantes que existían entre los patios de las casas que se conectaban con las calles de la ciudad.
Podríamos decir que el primer objetivo de estos espacios era transitar por la ciudad velozmente. Con el advenimiento del vidrio y el metal - producto de las revoluciones industriales - los mismos vecinos comenzaron a techar esos pasajes.7 La cubierta vidriada delos pasajes protegía a los transeúntes de la lluvia y la nieve y permitía instalar lámparas de aceite en los muros. Muy pronto, estos “atajos” se convirtieron en lugares de refugio y de paseo. La velocidad disminuyó y esos espacios se volvieron una oportunidad de comercio.3 Benjamin: op. cit. p.49. 4Benjamin: op. cit. p. 866. 5Benjamin; op. cit. p.866. 6Ver Fig. 1 y Fig. 2. 7 Los términos “pasaje” y galería cubierta” son sinónimos, la diferencia entre estos términos suele radicar en quelas galerías cubiertas son pasajes con mayor ornamentación.
Los mismos vecinos convirtieron a estos pasajes en espacios de comercio convirtiendo los fondos de sus casas en locales comerciales.8
Luego, la construcción de las galerías se convirtió en asunto de los grandes comerciantes de la ciudad: Se compraban numerosas viviendas, se las conectaba y se creaban nuevos pasajes o galerías que sirvieran de paseo comercial. En la planta baja se instalaban los comercios y bares. Y en las plantas superiores se creaban viviendas.
Es interesante que el proceso de separación entre ingeniería y arquitectura que mencionaba Benjamin como producto de la mercantilización de la técnica y el arte puede apreciarse en estas galerías. Ambas disciplinas están reunidas en la galería pero conviven de manera perfectamente diferenciada: la ingeniería crea las cubierta de vidrio y hierro; mientras que la arquitectura resuelve todo lo que está debajo de esa cubierta. La arquitectura funciona como un “ropaje de ornamentación” que recubre suelos y muros y convierte al espacio en un símbolo de poder burgués.9
Durante la primera mitad del XIX París llegó a tener más de cien galerías. Eran un espacio de lujo, comercio y ocio. En aquel entonces, la Guía ilustrada de París las describía como pasajes que atravesaban edificios enteros, iluminados naturalmente durante el día y mediante lámparas de aceite por la noche y repletos de tiendas y bares en el perímetro de sus muros.
Esa misma guía llegaba a afirmar que «semejantes pasajes (eran) una ciudad, e incluso un mundo en pequeño».10 Podríamos interpretar el nacimiento de estos espacios como una necesidad de comercio surgida por los propios parisinos que luego, al juntarse con las posibilidades técnicas de la época y la avidez de comercio de grandes inversores, se convirtieron en lugares de ocio y comercio. Por ello, las galerías son consideradas por Benjamin como el reverso delcomercio.11 Son uno de los signos culturales de la propia mercancía.
III. Las galerías cubiertas como productoras de nuevos tipos sociales8
Un ejemplo de esta primer proceso de construcción de galerías es el “Passage du Caire” construido en 1789.Ver Fig. 3. 9Ver Fig 4. 10 Benjamin; W. (2005). Libro de los pasajes. Madrid: Akal; p. 37. 11 Benjamin; op. cit. p.59.Hasta el momento hemos descrito a las galerías como producto de la actividad comercial; como un sitio donde se intercambiaban las mercancías.
Sin embargo, al estudiar estos espacios, Benjamin identifica el carácter influyente que tiene la arquitectura sobre quienes los habitan. Las actividades arquetípicas que las galerías generaron y que Benjamin estudia son: la flânerie y la prostitución. Pero estas actividades no son ajenas a la mercancía, al contrario, pueden ser entendidas ellas también, como un proceso derivado del fetichismo de la mercancía. El fetichismo de la mercancía genera que aquello que es una creación humana, el valor, empiece a funcionar con una dinámica en la sociedad capitalista que hace que el valor se nos presente como si fuera una propiedad de las cosas en la realidad.12 Lenin definía a la mercancía como una cosa u objeto que, por un lado, satisface una necesidad humana y, por otro, es cambiada por otra cosa.13 En ese proceso de cambio, los hombres equiparan entre sí sus trabajos.
Decía Lenin: «El valor es, como dijo un viejo comunista, una suma relación entre dos personas; pero debió añadir simplemente: relación encubierta por una envolturamaterial».14 Estamos ante una especie de perversión en la cual aquello que pertenece a la realidad humanase convierte en algo que pertenece a la realidad de las cosas. En el apartado anterior, definimos a las galerías como el templo de estas mercancías, pero además ello, decíamos, este proceso de encubrimiento o ilusión operaba también en los habitantes de las galerías, que según Benjamin, hace que se conviertan ellos mismos en mercancía.15 Y todo esto ocurre de un modo velado, casi imperceptiblemente, siendo este ocultamiento parte del propio sistema social. Dice Eduardo Álvarez: «[…] se trata de una apariencia producida por el propio sistema, que encubre la relación esencial que existe entre capital y trabajo».16 Como evolución de este proceso de fetichización, Benjamin nos describe, de manera inversa, dos actividades donde la vida humana se vuelve mercancía.
La primera actividad, la flâneriees ejercida por el hombre burgués que vagabundea la ciudad. Embriagado por el absenta y el tabaco se sumerge en la pesadez del tiempo que ofrecen las galerías y en lugar de ser el comprador de esos objetos expuestos en vitrinas a cada cada de los muros de las galerías,12 Álvarez, E. (2021). Las ideas filosóficas de Marx. Madrid: Tecnos; p. 183-184. 13 Lenin, V. I. (1975). Marx y Engels. Moscú: Progreso; p.36. 14 Lenin; op. cit. p. 38. 15 Benjamin; W. (2005). Libro de los pasajes. Madrid: Akal; p. 201. 16 Álvarez, E. (2021). Las ideas filosóficas de Marx. Madrid: Tecnos; p. 184.termina por convertirse él mismo en mercancía. Benjamin lo define del siguiente modo: «Comercio y tráfico son los dos componentes de la calle. Pero resulta que el segundo ha desaparecido en los pasajes […] es sólo calle ávida de comercio, que únicamente se presta al despertar de los apetitos. […] el flâneur sabotea el tráfico. Tampoco es un comprador. Es unamercancía».17 A su vez, ese despertar de los apetitos mocionado por Benjamin no es otra cosa que la prostitución.
Sabemos por los registros históricos, que las viviendas con las que contaban las galerías en las partes superiores se convirtieron en los sitios donde se ejercía la prostitución.18 Ese proceso podría ser justificado por la coincidencia de que a principios del siglo XIX, cuando las galerías comenzaban a construirse, el Rey Luis Felipe había prohibido el ejercicio de la prostitución en los jardines del Palacio Real. Esta prohibición y la cercanía de los pasajes con los jardines habría generado que la prostitución comenzara a practicarse en aquellas galerías cubiertas.
Sin embargo, Benjamin, interpreta filosóficamente el ejercicio dela prostitución y lo relaciona con la idea de mercancía a la que es sometida la imagen de la mujer en el ejercicio de la prostitución. Según benjamín, la mujer que se prostituye es tanto vendedora como vendida, es persona y objeto, es fetichismo de la mercancía. Dice Benjamin:«El amor a la mujer que se prostituye es la apoteosis de la empatía con la mercancía».19
De modo que las galerías cubiertas, además de ser el escenario de intercambio de las mercancías, se convierten ellas mismas en las generadoras de un proceso de mercantilización de la vida humana. Tanto el flâneur como la mujer que se prostituyen, se convierten, según Benjamín, en mercancías. Podríamos pensar entonces, en un doble proceso de perversión, por un lado la fetichización de la mercancía y, luego, la mercantilización de la propia vida humana que vemos reflejada en la imagen del flâneur y de la mujer que se prostituye.
IV. Ruinas de la burguesía
De las más de cien galerías cubiertas que existían en París a inicios del siglo XX sólo alrededor de una decena de ellas perduran en la actualidad. La demolición de esa gran17 Benjamin; W. (2005). Libro de los pasajes. Madrid: Akal; p. 77. 18 Benjamin; op. cit. p. 507. 19 Benjamin; op. cit. 511.cantidad de galerías fue producto, paradójicamente, de la misma burguesía que antes las había construido.
Nuevamente, hay dos maneras de leer esta historia. Una narración lineal de los hechos podría ser la siguiente: Las galerías fueron creadas durante el reinado de Luis Felipe, “el rey banquero”, como producto de la avidez comercial de los grandes empresarios de París que vieron en la forma laberínticas de la ciudad medieval una oportunidad para crear espacios de comercio.
Luego, cuando Napoleon III se volvió emperador y emprendió su gran reforma urbana de París mediante la obra del Barón Haussmann, esas galerías fueron vistas por la sociedad como parte de ese tejido medieval que expresaba retraso. Se demolieron las galerías junto con la eliminación del antiguo trazado y, en su lugar, se construyeron los nuevos bulevares. El reemplazo directo de las galerías fueron los grandes halles donde la mercancías e exhibía en pequeños stands dentro de una gran cubierta que cobijaba todo el espacio expositivo. Esos halles y bulevares fueron también un símbolo burgués de la época y a través de su ornamentación expresaban los valores de Modernidad tal como, años antes, lo habían hecho las galerías.
Sin embargo, es preciso recordar las siguientes palabras de Engels: «[…] allí donde en la superficie de las cosas parece reinar la casualidad, esta se halla siempre gobernada por leyes internas ocultas y de lo que se trata es de descubrir esas leyes».20
Benjamin no confía en la casualidad de los hechos históricos y, en cambio, interpreta la demolición de estas galerías como parte de la misma naturaleza capitalista de la sociedad. Según el autor, esta aceleración es propia del devenir de esta sociedad capitalista: «Con la conmoción de la economía de mercado empezamos a reconocer los monumentos de la burguesía como ruinas, antes incluso de que se hayan derrumbado».21
De modo que la destrucción de las galerías es también producto de todo este proceso histórico moderno que caracteriza a esta sociedad burguesa del siglo XIX. Por ello las galerías pueden ser estudiadas como un espacio arquetípico de esta sociedad donde podemos apreciar el siguiente proceso: nacimiento como producto del intercambio entre mercancías; conversión de estos espacios en símbolos de la burguesía; transformación de las actividades interhumanas en mercancía; destrucción y reemplazo de estos espacios por parte de la misma burguesía.20
Engels, F. (2003). Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. Córdoba: El Cid Editor; p. 20. 21 Benjamin; W. (2005). Libro de los pasajes. Madrid: Akal; p. 49Considero que el estudio que hace Benjamin de las galerías pone de manifiesto las tensiones culturales y materiales que existen entre la arquitectura y la sociedad de la cual ella emerge.
Estos espacios arquitectónicos deben ser comprendidos desde el complejo proceso de mercantilización que caracteriza a la sociedad capitalista. Porque ella es reflejo de ese proceso, es un agente activo de modificación de las relaciones interhumanas y también resultado de esa actividad comercial intensa que en ella se produce.
Las galerías cubiertas de París son un símbolo del complejo proceso de mercantilización general de la vida moderna. Por ello, estudiarlas, puede convertirse en una clave de acceso a algunos de los mecanismos modernos que siguen operando hoy en día en nuestra sociedad.
Figuras 1 y 2:
Fig. 3 y 4:
Referencias:
ÁLVAREZ, E. (2021). Las ideas filosóficas de Marx. Madrid: Tecnos.SACRISTÁN, M. (1983).
Sobre Marx y marxismo. Barcelona: Icaria.LENIN, V. I. (1975). Marx y Engels. Moscú: Progreso.
ENGELS, F. (2003). Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. Córdoba: ElCid Editor.BENJAMIN, W. (2005). Libro de los pasajes. Madrid: Akal.
Third Prize Short Essay in Spanish - Faculty & Staff
Homo inventor
Author: Juan Ortín
Professor
Homo inventor
El homo sapiens es supuestamente un homínido sabio; sin embargo, considero que son probablemente las capacidades de inventar y de creer la que más nos distinguen del resto de los animales, que por otro lado parecen saber todo lo que necesitan para subsistir. Las creencias compartidas han moldeado nuestra sociedad, constituyen los fundamentos de nuestra cultura y han contribuido de manera decisiva al continuo desarrollo de la civilización; por ello podríamos decir que los humanos modernos nos encontramos en un orden de los primates distinto: el homínido que inventa, al que llamaremos homo inventor.
Los inventos que aquí nos interesan son tan relevantes para la sociedad como lo han podido ser la rueda, la bombilla o el láser, y sin embargo son intangibles; se trata de entes inventados con un determinado propósito que, por el hecho de ser compartidos, se transforman en realidades con influencia plena en nuestras vidas. Todas las organizaciones en general, los países, las empresas, las marcas, los partidos políticos, las ideologías, las instituciones… son reales, no son ficticios, forman parte de nuestro acervo cultural, han contribuido a nuestro nivel de desarrollo, han dado forma al mundo en que vivimos y en muchos sentidos lo han ordenado, dotándolo de estructura y organización. Pero los entes inventados no son ideales abstractos, atemporales, perfectos ni irreversibles. Puesto que son instrumentales y han nacido para cumplir un propósito, la medida de su validez nos la debería proporcionar el bienestar -entendido en los términos más amplios- que proporcionan a la sociedad en su conjunto.
Saber y creer
Según el diccionario de la RAE, saber es “Tener noticia o conocimiento de algo”, mientras que creer es “Tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o Demostrado”.
En el momento en que el ser humano empezó a relacionarse y comunicarse con otros a través del lenguaje, pudo acceder a información sobre eventos o sucesos que no podía “saber” o “conocer de manera directa” porque no los había percibido con sus propios sentidos. Al procesar la información transmitida por otros en relación con objetos que no percibíamos directamente, nuestro cerebro hubo de operar con representaciones mentales o generalizaciones y establecer categorías.
Además, el lenguaje permitía estructurar mentalmente conceptos abstractos y transmitirlos a otros. La combinación de lenguaje y abstracción no solo amplía infinitamente los horizontes de conocimiento sino que también permite “crear realidades”. Para ello es suficiente la poderosa fuerza de la palabra compartida siempre y cuando los receptores del mensaje tengan por cierta la información recibida sin necesidad de una experiencia directa, es decir, si creen.
Puesto que crear realidades compartidas precisa de una alta capacidad de abstracción y lenguaje, creer en entes inventados parece una capacidad propiamente humana. Sin estas sofisticadas habilidades, la vida del resto de animales está seguramente condicionada por las circunstancias (elementos objetivos, como las condiciones meteorológicas o la disponibilidad de alimento) que les rodean y que pueden percibir de manera directa.
En esas condiciones su comportamiento viene determinado por lo que saben y lo que ignoran o temen respecto de su entorno y lo mismo cabe decir probablemente de nuestros ancestros: “sé que tenía frío a la intemperie y sé que en esta cueva en la que me adentro obtengo calor y refugio, pero la oscuridad del lugar me inquieta y mi cuerpo está alerta…” podría ser la reflexión de un australopithecus. Sin duda sabían lo que necesitaban y lo que debían evitar, ya que sin ese conocimiento en parte innato -algunos lo llaman instinto 1 - nuestra especie y todas las que nos precedieron no se habrían perpetuado y, por lo tanto, no habríamos llegado hasta hoy.
La mayoría de los homo inventor del siglo XXI tenemos un menor conocimiento de nuestro entorno y estamos menos preparados para sobrevivir en esas condiciones, mantenemos similares temores, probablemente anclados en nuestros genes 2 , si bien podemos imaginar el futuro y tratar de anticiparnos -con todo lo que ello implica, para bien o para mal- y, gracias especialmente a los avances científicos, sabemos otras cosas. Pero lo que ha crecido de manera exponencial es la realidad que hemos inventado y en la que creemos. Al “yo soy yo y mis circunstancias” el hombre moderno podría añadir “y mis creencias”.
En un futuro próximo será más complicado identificar el conocimiento susceptible de ser “sabido”, ya que ni siquiera nuestros sentidos serán fiables. Gracias o por culpa de la IA, no podremos volver a confiar en aquello que históricamente nos ha proporcionado conocimiento directo, ya que podremos percibir imágenes, sonidos o sensaciones, sin poder estar seguros de si son reflejo de una realidad objetiva.
Si esa capacidad de simulación alcanza el nivel de perfección necesario para hacer indistinguible el original de la copia, las consecuencias pueden ser disruptivas. En una sociedad en la que no podríamos estar totalmente seguros de nada, los sucesos serían susceptibles de ser creídos, pero no de ser sabidos.
Como consecuencia, es razonable suponer que crecerá el nivel de escepticismo, pero también que lo hará de manera sesgada. Del mismo modo que tendemos a creer aquello que se ajusta más a nuestros propios prejuicios, tenderíamos a ser más escépticos con aquello que se ajuste menos. Si nada puede conocerse con certeza, lo que no encaje con nuestras ideas podrá ser calificado de bulo o ”fake news”, objeto de un justificado escepticismo o simplemente ignorado.
Un tipo de nombre propio
Algunas de las ideas o creencias, producto del intelecto humano, se extienden y son compartidas (por distintos motivos y cauces) por la mayoría de los individuos que conforman la sociedad del momento. Asimismo, las propias agrupaciones de individuos que se unen en torno a esas ideas o creencias y que no se conocen entre sí dan lugar a “organizaciones”, entes igualmente intangibles dotados de un nombre y una identidad propia que trasciende a los miembros que la conforman. Estamos tan acostumbrados a estos entes que es fácil olvidar que, en origen, fueron constructos mentales; los entes inventados no son “subjetivos” ni entes imaginarios 3 , pero sí son creaciones de la mente, cuya subsistencia depende del nivel de confianza que generan entre la colectividad. Esa creencia compartida por una pluralidad de individuos -generalmente porque cumplen una función- es la que los dota de entidad 4 .
Una vez
1 Según la definición de la RAE, “pautas de reacción que, en los animales, contribuyen a la conservación de la vida del individuo y de la especie”. Ignoramos si la RAE contempla al homo sapiens dentro de los animales.
2 Sustituyamos la palabra “cueva” de la reflexión anterior por la palabra “oficina” y parecerá la metáfora de una estresante jornada laboral.
3 Los entes imaginarios suelen ser ilusiones individuales, e incluso cuando se trata de ilusiones compartidas (como los personajes de cuentos), existe un consenso casi absoluto sobre su naturaleza ficticia, no son reales. que forman parte de la consciencia colectiva, su existencia trasciende incluso de las personas concretas que creen en ellos -siempre y cuando sean una mayoría suficiente-.
Una de las propiedades de los entes inventados es que no existen en tanto en cuanto no se les asigna un nombre. La teoría del lenguaje suele distinguir entre nombres propios y comunes, y entre estos se sitúan los nombres concretos y los abstractos. Entre los nombres propios encontramos nombres que designan personas (antropónimos), nombres que designan lugares concretos (topónimos), y “otros”.
En ese cajón de sastre se encuentran la mayoría de los entes inventados. Estos entes tienen una naturaleza totalmente distinta al resto, pero, quizá porque tradicionalmente no se les ha dado ninguna denominación específica, es fácil atribuirles por error características similares a las de los objetos concretos, los entes abstractos, las personas o los lugares.
Diferencias con los entes abstractos
Los entes abstractos son ciertamente intangibles, pero no son un producto de nuestra mente. Los conceptos matemáticos o el tiempo son intangibles pero -sin entrar en hipótesis radicales- la mayoría de nosotros admitimos que no son ilusiones mentales. Aunque nadie en la Tierra creyese en las matemáticas, dos más dos seguirían siendo cuatro. Incluso conceptos abstractos subjetivos, interpretables o relativos como maldad, justicia o belleza, probablemente han estado siempre ligados a nuestra experiencia consciente, desde que estamos dotados de la capacidad de lenguaje.
En un último estadio de abstracción podemos situar conceptos metafísicos y religiosos como el ser, dios, alma o infinito, que suponemos que intrigaron a los primeros individuos que tomaron conciencia del futuro y de su propia finitud… son conceptos que se encuentran en el límite de lo que puede ser sabido y que, en esencia, encierran preguntas, más que respuestas. Han merecido distintas aproximaciones, desde la mitología, la superstición, la ciencia o la religión, y las posibles respuestas que se han planteado en muchos casos generan a su vez otras preguntas. No obstante, parece muy dudoso que se trate de invenciones creadas en un determinado momento o para un determinado propósito: creemos que se trata de interrogantes universales y atemporales que no han dejado de acompañarnos y probablemente su propio planteamiento nos define como seres humanos conscientes. En este sentido, estamos siendo testigos del nacimiento de una inteligencia artificial, no humana, que puede almacenar información, distinguir objetos reales, seguir algoritmos -entes inventados-, incluso puede “inventar”, pero, mientras no sea capaz de hacerse preguntas existenciales no podrá, a nuestro juicio, calificarse de consciente.
Por ello, sin pretender aquí atribuir a los entes abstractos la naturaleza de entes reales arquetípicos y representativos de la “esencia” de los entes sensibles, al estilo de las ideas platónicas, sí consideramos que se trata de conceptos unidos estrechamente al pensamiento consciente: cualquier persona, ya viva en una bulliciosa ciudad o en la isla más remota, en el siglo XXI o en los albores del pensamiento abstracto, ha podido cuestionarse o reflexionar sobre ellos en algún punto de su existencia y ha buscado, casi siempre, una palabra -abstracta- con la que designarlos.
4 Yuval Noah Harari considera que los fenómenos intersubjetivos forman un “orden imaginado”. Sapiens. De animales a dioses
Contexto de los entes inventados
Las sondas Voyager lanzadas al espacio en 1977 son los objetos inventados por el hombre más lejanos a la Tierra. Siguen vagando por el espacio sideral y transportan en su interior mensajes grabados en discos de oro que retratan la diversidad de la vida en nuestro planeta por si en un lejano futuro cayeran en manos de una inteligencia extraterrestre. Entre su contenido se encuentran imágenes de hombres y mujeres, animales, plantas, planetas, células, aeropuertos, trenes, grabaciones de saludos en distintas lenguas, piezas musicales -de Bach y de Beethoven, pero también de Chuck Berry-, mapas, fórmulas matemáticas y demostraciones de acciones, entre otras, comer y beber.
Así, las mentes científicas más brillantes del momento consideraron que una inteligencia no humana podría llegar a comprender el significado universal de las matemáticas, apreciar la complejidad de un ser vivo o la avanzada tecnología asociada a una gran construcción, incluso quizá podría admirar la belleza o la armonía de la Quinta Sinfonía. Todos los conceptos contenidos en los discos de oro se designan con nombres comunes, son objetos concretos o entes abstractos 5 , pero no encontramos ningún ente inventado. No contienen ninguna mención a Estados Unidos, la NASA, la Reserva Federal, Nike o el Dólar, y es que cabe asumir que no tendría ningún sentido hacerlo. No podríamos trasladar ningún tipo de mensaje directo a un alienígena, por muy inteligente que fuera, con esas referencias.
Los entes inventados tienen significado en un contexto. No son conceptos universales, difícilmente pueden replicarse fuera del mundo en el que vivimos y el motivo es que identifican entes intangibles inventados por decisión o conveniencia de una persona o grupos de personas en algún lugar y momento concretos.
Utilidad de los entes inventados
Los entes inventados han resultado de enorme utilidad para el desarrollo de la civilización ya que responden a representaciones mentales compartidas por un número ilimitado de individuos, más allá de las personas con los que tenemos contacto directo y por ello sirven para unir voluntades a gran escala y ayudar a perseguir objetivos comunes: todas las organizaciones en general, los países, las empresas, las marcas, los partidos políticos, las ideologías, las instituciones… son reales, no son ficticios, forman parte de nuestro acervo cultural, han contribuido a nuestro nivel de desarrollo, han dado forma al mundo en que vivimos y en muchos sentidos lo han ordenado, dotándolo de estructura y organización. Esa estructura ha permitido un intercambio de ideas que es el verdadero motor del progreso. Pueden ser sujetos con capacidad jurídica, con derechos y obligaciones, gozan de un enorme valor simbólico y sentimental y tienen mucho más impacto en nuestras vidas que casi cualquiera de los elementos objetivos que nos rodean. Y ello a pesar de que son puro resultado del ingenio, no están ligados a nuestra naturaleza como humanos ni dan respuesta a preguntas existenciales, no se encuentran en la naturaleza, ni tan siquiera como entes abstractos. Sorprendentemente, se trata de entes intangibles con consecuencias bsolutamente tangibles.
5 Estamos seguros de que esa inteligencia no humana compartiría los interrogantes más profundos sobre
el origen del Universo y el sentido de la vida, aunque no haya una mención en los discos.
Contingencia de los entes inventados
Por definición, todos los entes inventados son contingentes, es decir, son teóricamente prescindibles, ya que hemos vivido sin ellos en algún momento y son instrumentales, ya que fueron inventados para servir un propósito. Sin embargo, la repercusión de los entes inventados en la rutina de nuestras vidas ha alcanzado tal magnitud que en ocasiones se presentan, equivocadamente, como un fin en sí mismos, ideales, abstractos, inmutables, perfectos e imprescindibles.
En esas condiciones, es fácil caer en posturas dogmáticas para las que cualquier discusión sobre sus atributos se considera un síntoma no ya de herejía sino de locura. Además, como hemos visto, el propio ente inventado tiene instrumentos a su alcance para defenderse.
Puesto que los entes inventados necesitan que la sociedad crea en ellos para subsistir y son sujetos con poder y derechos, pueden promover y premiar a quienes con más fuerza y convicción confían en ellos, en un proceso que se retroalimenta. Como consecuencia de lo anterior, en la sociedad del homo inventor abundan los entes inventados y sujetos con alta capacidad de inventar, creer y hacer creer. En algunos casos, este proceso puede llevar a la idealización del ente inventado.
Supervivencia de los entes inventados
Al igual que los memes 6 , las unidades teóricas de información cultural transmisibles de un individuo a otro, los entes inventados existen porque en un momento determinado fueron útiles para un determinado propósito, generalmente vinculado al desarrollo de una determinada organización, y han pasado a formar parte de nuestra cultura 7 . No parece casualidad que la explosión de crecimiento económico y desarrollo demográfico, junto con la mejora en los indicadores globales de calidad de vida experimentados en los dos últimos siglos haya coincidido con la proliferación de entes inventados. Una parte importante del mérito de esta mejora debe atribuirse a las invenciones técnicas -entes objetivos y tangibles- proporcionados por los avances científicos 8 , pero no debemos obviar que esos avances habrían sido imposibles de alcanzar sin la organización que proporcionan los entes inventados. La cooperación a gran escala es la responsable de casi todos los grandes logros de la humanidad alcanzados desde la revolución industrial. El más brillante de los científicos en una isla desierta e incomunicada no sería capaz de crear por sí mismo ni el más básico de los componentes del más primitivo de los artilugios tecnológicos… ni tendría motivos para hacerlo.
Sin perjuicio de lo anterior, conviene tener presente que el hecho de que un ente inventado perdure demuestra esencialmente que su propio diseño favorece su perdurabilidad, como cabe predicar de los memes -y de los genes-, pero ello no es garantía de perfección. Al igual que la herencia genética y de manera mucho más notoria, ya que se multiplican con mayor velocidad, resulta tautológico afirmar que sobreviven los memes o ideas que mejor se replican; pero de ello no cabe concluir que se replican necesariamente las mejores ideas.
6 Richard Dawkins, define los memes como unidades culturales autorreplicantes que son capaces de evolucionar. El gen egoísta
7 Se ha dicho de la cultura que es “el conjunto de la información no genética”. Lotman, J. y Ja, Semiótica de la Cultura.
8 Probablemente el descubrimiento más importante del pensamiento científico es que hay cosas que no sabemos.
Gigantes o molinos
Como hemos apuntado, el hecho de que el homo inventor sea capaz de inventar entes que proporcionan una utilidad o contribuyen al intercambio de ideas o a mejorar el nivel de vida es indiscutiblemente provechoso, y cabe confiar en que siga siendo así, ya que su crecimiento acompaña al de la civilización. El problema reside en la idealización del ente inventado, olvidando su función, cediendo al autoengaño o cayendo en al fanatismo y atribuyéndole atributos como necesidad, irreversibilidad, objetividad o inmutabilidad.
Resulta pertinente recordar que puesto que ningún ente inventado es irreversible, es necesario un esfuerzo por proteger aquellos que benefician a la sociedad y están amenazados.
El ejemplo más claro es la Democracia, una invención genial que proporciona el mejor marco conocido de convivencia, y que puede deteriorarse si nos limitamos a confiar en la inmutabilidad propia de entes abstractos. Esta confusión es más perniciosa en un momento en el que son necesarias altas dosis de realismo para hacer frente a los retos globales a los que nos enfrentamos: desastres nucleares, crisis climáticas, nuevas pandemias o los retos de la IA, son riesgos reales, no inventados, que constituyen una posible amenaza para la humanidad en su conjunto. Por ello necesitan respuestas globales que difícilmente resultarán eficaces si no están basadas en algún tipo de consenso, sustentado en interpretaciones mínimamente racionales y compartidas de la realidad.
Veámoslo con algo de perspectiva... mientras la ciencia nos ha ayudado a conocer el mundo que nos rodea y mejorar nuestro nivel de vida, la mayoría de los conflictos que tienen lugar hoy en el mundo a gran escala no tienen, en esencia, una justificación objetiva. Nuestros ancestros probablemente luchaban entre sí por el acceso a comida o al territorio.
Actualmente, lejos de las peores previsiones malthusianas, el número de personas con las necesidades básicas cubiertas es el mayor que haya conocido la historia de la humanidad, de modo que los motivos para la guerra deberían haberse reducido. No obstante, los conflictos continúan y la mayoría hunde sus raíces en creencias en entes idealizados que, cuando se utilizan como ariete, dan origen a sentimientos identitarios excluyentes, luchas de clases o de razas, extremismos o ideologías radicales. Probablemente estas creencias han provocado enfrentamientos tribales desde antiguo, pero en un mundo hiperconectado solo contribuyen a construir muros -tangibles o intangibles- cada vez más visibles.
Cuando dos entes inventados luchan entre sí, las víctimas son personas reales. Incluso cuando una persona lucha contra un ente inventado la única víctima posible es la persona, como le ocurrió al pobre Don Quijote en la “espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento” y en otras andanzas hasta casi el final de sus días.
No obstante, justo antes de morir, se recobró de su locura, abominó de “historias profanas” y exclamó que tenía ya “el juicio libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia.”
En un mismo proceso, sabedores de que todos los seres humanos son dignos e iguales, conceptos abstractos pero no inventados, es posible que en el futuro los homo inventor crean más en las personas y en sí mismos y dejen paso definitivo al homo sapiens.
First Prize Short Essay in English - Faculty & Staff
The Dogs of War
Author: Ibrahim Al-Marashi
Professor at IE School of Politics, Economics and Global Affairs
The Dogs of War
Since time immemorial humans have weaponized dogs, along with other animals such as horses and elephants. They are also collateral victims of war. In Ukraine, the war has killed or maimed domesticated dogs, as well as cats and zoo animals in zoos.
Dogs and political violence fall into two categories, dogs deployed for war and domesticated dogs suffering as a result of war, including stray dogs who find themselves losing access to food during conflicts.
Collectively they are victims of what I term “animal-based violence,” meted out by one animal, humans, against other animals, dogs, whether inadvertently or deliberately. Both animals, humans and dogs, suffer from post-traumatic stress disorder (PTSD). Unfortunately, animal welfare has yet to be incorporated into international humanitarian law during conflict.
Dogs Deployed for War
Dogs have been weaponized since antiquity, for at least the last 3,000 years, conscripted from the ancient Egyptians to Sarmatians (roaming the lands of what is Ukraine today), to the Romans.
Dogs were used as scouts, sentries, trackers, and even executioners. After 1492 Spanish conquistadors used dogs to project animal-based violence against other humans, as a tactic to kill native Americans in the Caribbean and Mexico, with a mastiff named Becerrillo emerging as a terrorizing weapon of war, eventually killed by poison arrows.
From training sessions at Camp Pendleton in San Diego county, close to 400 to 500 dogs were deployed at one point in Afghanistan and Iraq to sniff out improvised explosive devices. They suffer intensely when an explosion goes off due to their sensitive hearing, at times dying when caught in the line of fire.
Rebecca Frankel, who documented how dogs were deployed to Mahmudiyya, Iraq, an area known as the “triangle of death,” also chronicles the difficulty a war dog she adopted had transitioning to civilian life. Just like veterans and civilians, both civilian and combatant canines too are the victims of war, suffering PTSD.
Domesticated Dogs Suffering from War
During the summer of 1939, just before World War Two, the British government formed the National Air Raid Precautions Animals Committee, which issued a pamphlet warning of rationing and food shortages, leading to owners euthanizing 750,000 pets in just one week. The government failed to realize that pets would become key to the war effort, providing emotional assistance and helping people to survive, particularly during the German aerial bombardments during the Battle of Britian.
The weaponization of dogs goes in two directions. Just as the conquistadors used dogs as weapons, invading Russian forces during the war in Ukraine have deliberately killed dogs. Throughout history animals have been slaughtered during war, to deprive the enemy of its food supply and income. During the invasion of Ukraine killing support animals is an act of psychological warfare. Russian soldiers in retreat from the Kyiv region left behind executed cattle, horses, goats, and even domesticated dogs, while animal shelters have been bombed and animal rescue volunteers have been killed.
The problem is that animals are excluded from treaties governing warfare like the Geneva and Hague conventions. This International Dog Day is a reminder that animal welfare should be included in international humanitarian law, that the “human” in “humanitarian” should refer to acting “humanely” to both humans and animals as citizens and civilians.
In Ukraine, a half-breed corgi with shrapnel wounds could not even drink water because it spilled through a wound in his neck. It surely suffers from its actual wounds and mental ones. Human health and animal health, in wartime and peacetime, are a continuum. Both will need each other to overcome PTSD.
George Packer of The Atlantic reminds us,“War has nothing to do with the world they inhabit. In their consciousness it has no meaning, not even the meaning of evil.”
War can serve as a reminder to appreciate the role dogs place during peace. In Iraq, where dogs were historically considered ritually “unclean,” they eventually grew in popularity during the post-2003 chaos as a means of Iraqi security forces to sniff out ISIS bombs, and protecting families during the numerous blackouts. Caninophiles emerged in Iraq, embracing dogs as loved pets that are parts of the family. The Ukraine war is not dogs’ fault, yet that they are key to healing during and after conflict.
Dogs are victims of war, just like the Ukrainians or any people who suffer due to decisions made by politicians who will never be held accountable for their actions. As a historian these deaths inspired me to advocate for a new emphasis in university education. There are plenty of university-level courses and programs on the history of war, but none specifically on the “Victims of War.” There is a greater history of soldiers and civilians who have died or endured trauma and PTSD, internally displaced peoples and refugees, child soldiers, the victims of gender-based violence during conflict, those maimed by landmines and amputees, many reliant on prosthetics, landscapes poisoned by depleted uranium, to war horses and dogs killed on the frontlines.
Second Prize Short Essay in English - Faculty & Staff
Travels in a new language
Author: Pallavi Aiyar
Professor of Communication and Digital Media
Travels in a new language
My Spanish teacher, who had until now had that practiced look of language instructors around the world – feigned interest in the grammatically mangled, pedestrian utterances of their students – was startled. “Mahatma Gandhi was a what?” she asked, eyes wide. “An avocado,” I repeated, more hesitantly this time, tipped off by her reaction that I must have said something odd. Again.
I had meant to say “lawyer,” or “abogado” in Spanish, but had ended up saying, “aguacate” or “avocado,” no doubt tricked by the French that lingered subterraneously in my linguistically overcrowded brain. “Avocat” referred to both lawyers and the fruit en français.
In my mid-40s I am a serial learner of languages. Not one of those gifted polyglots who effortlessly inhales new tongues as though langorously sucking on a flavoured hookah. I’m more akin to a seriously out of shape marathon runner, huffing and hurting, but always with a long way still to go.
I had grown up bilingual, speaking Hindi and English, the type of child who participated in debating contests. So far, so glib. My problems began when I met Julio while at university in London. He was from Spain, had gone to a French school and later, a British university where he’d studied Chinese. We fell in love and my fate as a nomad was sealed. I spent the next quarter of a century in various countries around the world: China, Belgium, Indonesia, Japan and Spain- trying to learn enough of the local languages to avoid embarrassment. Unfortunately, embarrassment is essentially a synonym for learning a new language.
But after years of ordering lawyers when I wanted an avocado salad, I realized that embarrassment was not the most important aspect of the story. The real value of learning a new language isn’t gaining new vocabulary or syntax but acquiring empathy for vulnerability and a realization of the privilege bestowed by having access to the right words.
The inability to say interesting things, not think them or know them, but to express them with casual felicity, is an automatic demotion in your perceived value. Lacking the right words strips you of the cultural capital that allows those well-endowed with it to inhabit the world with confidence. Instead, you become diffident, refraining from offering your opinions, not because you don’t have them, but because you are ashamed of your pronunciation.
Learning a new language means that you know what it is like to hesitate and stutter on the sidelines while others hold center stage. It is to understand the truth that people who cannot speak “well” can still be worth listening to. That by making the effort to understand someone who is struggling to express themselves you do more than a mere kindness to them, you open yourself up to the possibility of learning. The privilege of words may be less obvious than material privilege, but it is equally distorting.
I am clumsy in several languages, Spanish only being the most recent. But clumsy trumps illiterate, which is what I found myself to be when I moved to China back in 2002.
Even daily routines I felt I had mastered held undiscovered terrors. For example, I had regularly been taking bus # 928 from SOHO to the Beijing Broadcasting Institute (BBI) for over a month without a hitch, when one day I boarded the bus as usual only to discover it zooming past the university and entering the expressway that led straight out of the city into Hebei province.
I asked around desperately if anyone spoke English, but my query was met with silent bemusement. I was unable to ascertain why we hadn’t stopped at BBI, where we were going or whether we would ever stop, the bus seemingly speeding on forever as we left the university further and further behind. The bus did eventually stop, and I took a cab back to BBI. It cost me an arm and a leg, and I was woefully late for class but most of all I felt shook up by how helpless I had been, disempowered by my lack of Chinese, literally without voice.
It transpired that bus #928 had two route services: the standard one that I usually took and an express one that went directly, with no stops, to the city’s outskirts. The latter was marked by a special character clearly visible at the front of the bus, but being illiterate it had held no meaning for me.”
In the event I learned to speak Chinese with a modicum of intelligibility, although I never shed the tendency to sound like an adolescent boy whose voice was breaking. My tones could veer alarmingly and inexplicably up and down, and I often ended up ordering soup (tang) when I wanted sugar (also tang but in a different tone), although I suppose at least both tangs were taxonomically related, unlike lawyers and avocados.
Language learning leads to the epiphany that making a mistake is an act of bravery, and the people making them should be patted on the back, not sniggered at. This does not mean however, that we can’t enjoy the glorious comedy of mistakes
In France a woman I was traveling to interview in Bordeaux, sent me a text message saying that she would wait for me at the train station holding up “a big shit with my name on it.” Luckily, she had meant sheet (of paper).
Another time, I had a Spanish friend tell me proudly about how his father had been to jail in the U.S. And it was while I was struggling to articulate an appropriately sympathetic response while wondering why my friend was looking so proud about his progenitor’s criminality, that I realized he must mean “Yale,” as in the university, not jail, as in Alcatraz.
There was also the time that I went to a pharmacy in Madrid to look for some cream to moisturize my dry skin. The pharmacist peered at me and asked if I’d “heard of hell?!” For a moment I thought she expected me, an obvious heathen, to fall down on my knees and accept Christ into my heart before it dawned that she was only offering me an emollient gel.
A final example: Last year, in the aftermath of my mastectomy I visited a physiotherapist; my shoulder was giving me trouble. But I began the session by explaining that I had a problem with my husband, “hombre,” when I meant, shoulder “hombro.” He must have thought I’d confused physiotherapy with psychology.
Luckily, it’s in the mistakes that the magic happens, and one falls in love with the world. Learning a new language is like traveling in a foreign country. Lots of surprises and the occasional shock, but also growth and expansion – a new lens through which to understand ourselves.
Special Mention Short Essay in English - Faculty & Staff
Alone
Author: Alana Moceri
Professor
Alone
For no good reason
“What brought you to Spain? Wait, don’t tell me! You came here for love!”
“No, I…”
“Ah, you came to study!”
“Well, I had already finished university…”
“So, you came here for work.”
“No.”
There was no guy that I came here to be with, no study abroad program and certainly no work. I came to Spain 25 years ago for no good reason whatsoever.
At least that’s what I tell people who can’t be bothered to wait for my answer.
Of course, I had a reason, there’s always a reason, even if we don’t figure it out until many years later. About six months before I left, a trip to the emergency room made me realize just how deeply burned out I had become from a job I loved. Then, one Sunday morning, I came across an article in the LA Times about travel and language study. Intrigued, I looked up a couple of the agencies mentioned and signed up for a two-month Spanish course in Nerja, a pretty fishing village in the South of Spain. It was the answer to my wish to learn Spanish and my need to take a break from work.
This is my standard story. And it’s all true but I leave out one detail. Between booking the trip and leaving, something else happened that turned this two-month getaway into an open-ended plan to travel. I often hold this back because not every random inquirer is entitled to my pain.
On Saturday, April 25, 1998, I woke up next to my boyfriend of nine years just like any other morning. The sunlight poked through our bedroom curtains along with the roar of leaf blowers and distant car alarms. It was Los Angeles, after all. He was already awake.
“We need to talk.
“OK.”
“I got into graduate school at UC San Diego.”
“Wow—congratulations! That’s awesome!”
“Actually, I found out about a month ago and have been thinking about it…and…I’m going alone.”
“Well, sure, I’ve got my trip to Spain and then I can see about work with the Heart Association in San Diego…”
“I mean, I’m going to live there alone...without you.”
“I don’t understand…”
To be honest, I’m not sure that he ever said the word breakup. It was a more of a I need to be on my own right now. It’s also entirely possible that I was refusing to hear it. Either way, I was blindsided. I spent the following week yelling at him and calling him a coward. He went to a friend’s house to give me some space and I followed him there and yelled at him some more.
So, yes, there was a guy, but I wasn’t running away to Spain to be with him. When I took off from LAX Airport on the 4th of July, I was running towards my 30th birthday and away from dealing with the loss my college sweetheart, the man who I thought I would marry and have children with. Away from explaining something what I didn’t yet understand myself to my family members who were crazy about him. Away from having to build a new life on my own in Los Angeles. Away from feeling unloved and rejected and being too ashamed to talk about it.
It has taken hindsight (and several Brené Brown books) to understand the depths of the shame I was feeling. I was a winner, I had it all set up: the job, the guy, the future. All it took was one Saturday morning to blow the whole thing to smithereens. And then there was my looming thirtieth birthday. Alone. And it was all my fault because something was wrong with me, or so I believed for many years to come.
Once I accepted that I wasn’t going to change his mind, I recalibrated my plan and the two of us spent my last two months in Los Angeles in keeping with our relationship: as the best of friends who had deep, intellectually stimulating conversations and a whole lot of laughs. The only thing that changed was the perfunctory sex, which went from infrequent to no more.
He made me a several mix tapes and a small photo album to take with me. On Independence Day we went to our favorite diner for breakfast, and he told the waitresses that I was leaving for Spain, which made me cry because it seemed so significant. I later sat in his lap with my arms around him in the terminal and sobbed. The flight crew recognized what was going on and let me board at the absolute last minute.
I boarded that plane with a loose plan to spend July and August learning some Spanish and then I would backpack around Spain and Europe. It was the kind of thing I had always imagined myself doing but until then it had been so much easier to travel with my boyfriend or friends.
Most importantly, besides putting off explaining how or why we had broken up to anyone at home, no one in Spain since I would know us or think we were the perfect couple. I was convinced that if I started talking about the breakup or opened up to anyone about my fear of being alone that I would start crying and never stop.
So, I didn’t. I just left.
Nerja
Los Angeles to Washington, DC then over the Atlantic to Frankfurt and finally down to Malaga: a set of flights I would never choose today but my 29-year-old-self didn’t give it much thought. Yet even with youth on my side, I struggled to stay on my feet, keeping my eyes on the bags as they popped up and inched around the belt.
Then, panic started to poke through the cobwebs in my head. As long as I was on those flights it was easy, I just had to follow the signs in the airports, get to the next one and sit on the plane.
“This is it,” I thought, “I’m alone. On the other side of the world. In a country where I don’t speak the language or know where I am going. What have I done? How on earth am I going to find my way to…”
“Are you going to Nerja?”
The German accented guy made a very lucky guess! It turned out that my new friend Martin was also heading to Nerja to take Spanish classes, so, much to my relief, we joined forces. It turned out that Martin was the lucky one since I quickly found the shuttle that took us to the sweltering, 1970s-era bus station. Each bus company had a sales counter with a list of destinations, so we went from one to the other until we found the company that went to Nerja. Feeling victorious, we grabbed a beer at the bus station bar while we waited.
As the driver turned on the engine and pulled out of the station, a funny “fftt-fftt-fftt” chirped out from around bus.
I looked around wondering, “What the…?
Then I realized, “Oh my God!”
Wafts of smoke rose among the seats of the crowded bus. Martin followed suit. I wasn’t in California anymore and much like my ridiculous set of flights, it hadn’t occurred to me until this very moment that I had come to the land of smoke-filled buses, bars, restaurants, offices, everywhere. This was Spain in 1998–there was still another seven years to go until smoking indoors would get banned.
Yet the scenery was familiar as the bus meandered up the coast: cactus and chaparral added pale greens to the brown rolling hills with sharp gray mountains shooting up behind them on our left. Mediterranean Sea shimmered to our right. We stopped at every cluster of white high-rise buildings that marked a new beach town heaving with summer tourists.
With each stop, we got closer and closer to Nerja and a new panic crept back bit by bit.
“What am I doing? How will I find the house where I’ll be staying?”
I had an address and map that had been photocopied too many times. Another reminder that this was 1998: no smart phones, no google maps. To navigate Los Angeles, most of us kept a thick Thomas Guide in our cars. There was no Thomas Guide for Nerja.
Martin’s host family met him at the dusty bus stop, so we parted ways. Trying not to begrudge his good fortune, I stayed until the rush of people getting off the bus and meeting friends and family died down. Then I pulled on my backpack and tried to make heads or tails of the map but I couldn’t get my bearings.
Then, I spotted a group of old men drinking beers at the bar by the stop. This sight would become familiar, no matter where you go in Spain, there is a bar with old men out in front and they are always, always happy to give directions. Yet that day, they just seemed unfamiliar and a little intimidating. I hadn’t yet come to grasp how strange a woman traveling alone was to them or anyone else. This is often true even now.
It turned out that my fear of walking all over town in the heat with a heavy backpack was greater than my fear of approaching these men for help. I screwed up my courage and walked over, flashing a big toothy American smile. Then, I pulled some high school Spanish out of my ass: “Donde está…?” and pointed to the address on the piece of paper. I was amazed that it worked. As if Spanish wasn't a real language that people used to communicate with each other every day in countries all over the world.
There was a gruff, “ven conmigo” as one of them waved at me to follow him. He took me to the street I was looking for and indicated that I should continue down the hill. That kindness along with the violet flowers of my favorite jacaranda trees along the street and the sea sparkling in the distance made me feel like perhaps I was where I should be. Finally, I found the building and rang the apartment.
A tiny, 60-something year old woman opened the door. “Hola, ¡Has llegado! ¿Lo has encontrado bien? ¿Cómo ha sido el viaje? Entra, entra…”
I knew I wouldn’t understand a thing, this is precisely why I chose a home stay: to force myself to learn and practice Spanish. But reality sunk in and the panic started to rise again—I didn’t understand anything! I wondered how I was going to live there for two months.
Yet, Sra. Jimena turned out to be a pro at hosting foreign women who’d come to study Spanish in Nerja. With Spanish words and hand gestures she encouraged me out to her shady green terrace, introduced me to her little dog Lupo, who was perfectly bilingual, and brought me a glass of juice.
I chose the room with its own bathroom that faced the street. I would rue this choice as the summer wore on with the heat, traffic, and endless stream of partiers at night making sleep impossible. But at that moment, it was just nice to settle in and shower that long trip off me.
Señora Jimena knocked on the door.
“Vamos a dar una vuelta.”
I had no idea what she said, but she had her bag and made a shooing motion towards the door and so I grabbed mine and followed her. The scorching sun had melted into warm darkness. The scent of jasmine, the murmur of the crowds, the carts offering candied nuts—all of this went on under the strings of fairy lights crisscrossing the maze of tiny streets.
A pretty church appeared to our right that opened onto a plaza with tourists milling around artists and horse drawn carriages. “Este es el balcón de Europa,” indicated Señora. Jimena. “Europe’s balcony” is a wide walkway built on an outcropping of rock that juts out into the Mediterranean, like an enormous balcony with panoramic views. She walked me by the language school and then we had pizza in her son’s restaurant.
I fell hard for Nerja that evening and my fear of being on my own in a foreign country got a bit smaller. At least for the moment. This magical little town would be my home for the next two months and it was exactly where I needed to be.
Turning 30
I spent my 29th birthday with my boyfriend in Lake Tahoe. It was awful. And for no good reason: I was with the man I loved, I had a job I adored, and I was turning 29 not 30 for God’s sake. We rowed a boat out to the middle of one of the most beautiful places on earth and I cried my eyes out. I had no idea what was coming for me in my 29th year, but I felt something foreboding. He told me that I was being illogical. Yet exactly one year later, we had broken up and I had left my job and life behind in Los Angeles. I was in Nerja, Spain with no idea what I would do after I finished two months of Spanish lessons.
The 15-minute walk from Señora Jimena’s apartment to the language school brought me through the Balcon de Europa and by the big shining sea and then on up through the narrow winding streets lined with white buildings against the blue sky. And sure enough, I found the school, checked in and they directed me out to the garden crowded with all the other first day students waiting for their level tests so they could be placed in a class. I found my Austrian friend, Martin, from the airport and immediately met a whole crew of people who were there to enjoy the beach and learn some Spanish.
Just as I was feeling good about the new friends I had made and the two months stretching out before me, they posted the classes and hours. All my new friends had classes in the mornings while I was in the afternoon! So unfair!
No matter, I made more friends in the afternoon classes and my life settled into a pleasant routine: I’d wake up around 8:30 and have breakfast with Señora Jimena, then do some homework until 10:00. Then I’d go meet my Swiss friend Esther at Playa Carabeo, a jewel of a cove at the bottom of a steep brick stairway lined with morning glories and beach bum cats. I’d head back home around 1:00, grab a shower and have lunch. Then Spanish classes from 3:30 to 7:30. A group of us took Sevillanas dancing lessons in the evenings and then we’d get some dinner and maybe hit some bars.
Despite this pleasantness, I woke up on my last day as a 29-year-old terrified by a future that was dauntingly wide open. Until that point, the next move had always been clear: finish high school, finish university, get a job, move in with my boyfriend. The next steps of getting married, buying a house, and having kids had been blown up. At least for the moment.
That night after Spanish and Sevillanas classes, we watched France beat Brazil in the World Cup and decided we should get my birthday celebration started. We stumbled across a bar called “Tiajuana” that fit the bill. I ordered a tequila shot at midnight. Out on the dance floor, my German friend Mattias shouted to me, “When do you feel free?”
I didn’t have to think about it, I shouted back “right now!”
I felt so happy and lucky to spend my 30th birthday with people who felt like old friends. When we went our separate ways to go home, I walked down to the beach and enjoyed the moon lighting up the sea while a band of drummers played nearby.
It hit me that 30 was a relief. During my 20s, there were all these things I needed to achieve but turning thirty meant that all this pressure was done. I could stop worrying about what I was supposed to do and start pursuing my own life on my own terms.
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