La complejidad y dinamismo que rodean al mundo empresarial pueden resultar abrumadores. Se trata de un escenario repleto de una amplia variedad de agentes, transacciones, productos y servicios cada vez más interconectados, por lo que el papel de un directivo no es nada sencillo. Pero ¿a qué dificultades se enfrenta realmente un responsable de gestión en su día a día? En este artículo te explicamos los principales desafíos de la gestión empresarial.
Las organizaciones no operan de forma aislada, sino que se hallan dentro de un complejo contexto empresarial y social. Como resultado de la globalización, cada vez son más los factores y agentes que interactúan en los distintos sectores y mercados. Por esta razón, el éxito de una organización dependerá de su rendimiento dentro de este competitivo contexto.
Unos de los principales desafíos de gestión consiste, precisamente, en saber analizar e interpretar correctamente el entorno macroeconómico y financiero en el que se encuentra la organización. Este análisis es necesario para identificar y aprovechar nuevas oportunidades de negocio, así como para acertar en la toma de decisiones estratégicas con el fin de mejorar los resultados de la empresa.
Aunque el análisis del entorno empresarial proporciona información muy valiosa, no es suficiente para garantizar una evolución rentable de la organización. El principal objetivo de los líderes de cualquier entidad debe ser establecer estrategias de gestión y modelos de negocio que permitan anticipar la evolución de la organización y evitar, o al menos reducir, la incertidumbre.
Para lograr dicho objetivo, un directivo debe conocer a la perfección los modelos y estrategias disponibles para identificar los más adecuados para su organización, pero también debe ser capaz de diseñar, adaptar e implementar sistemas propios. Estos deben abordar todas las áreas del negocio, desde la creación de valor hasta el marketing o el control de gestión, e integrar la capacidad de impulsar a la organización hacia un rendimiento óptimo y predecible.
Puede que las decisiones que tome un directivo sean las correctas para la empresa, pero si carece de capacidad de liderazgo es probable que no consiga los resultados esperados. Para todo líder, resulta esencial tener en cuenta que las organizaciones están formadas por personas y no infravalorar el hecho de que la gestión empresarial tiene un componente interpersonal muy importante.
Cualquier decisión, medida o estrategia debe ir acompañada de habilidades comunicativas, de negociación, de mediación y de gestión de equipos para garantizar que los involucrados entiendan los objetivos y sientan la motivación necesaria para alcanzarlos. Asimismo, quien ocupa un puesto directivo también es responsable de gestionar su propia motivación y evolución, ya que no contará con el apoyo de un supervisor.
En el mundo empresarial, los cambios se suceden a un ritmo frenético. La perspectiva conservadora que tradicionalmente ha predominado en este sector no puede proporcionar resultados positivos en un entorno tan cambiante. Por ello, los cargos directivos deben dejar de lado esta tendencia y aprender a innovar, renovarse y encontrar soluciones creativas para afrontar los nuevos retos del entorno corporativo. La mejor forma de maximizar las posibilidades de éxito consiste en no tener miedo de adoptar nuevas prácticas y liderar la transformación de la organización.
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