La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en la gran protagonista de la revolución digital. Su capacidad para replicar las cualidades propias de la inteligencia humana ha dado lugar a que un número creciente de empresas y hogares la incorporen en su día a día. Aun así, no todos ven esta tecnología con buenos ojos. Por ello, en este artículo reflexionamos sobre las dos caras de la IA.
Los desafíos que puede llegar a plantear la IA han captado la atención de grandes instituciones internacionales como Naciones Unidas o el Foro Económico Mundial. Esta última incluso ha publicado una lista de dilemas éticos que esta tecnología trae consigo, entre los que destacan los siguientes:
La IA puede reemplazar determinados puestos de trabajo. Aplicada al sector logístico, por ejemplo, podría dejar en el paro a millones de personas si los drones o los camiones autónomos llegasen a consolidarse. Sin embargo, podría argumentarse que, si pueden evitar accidentes de tráfico, lo más ético sería optar por dichas tecnologías.
Si la sociedad evolucionase hacia esta dirección, toda la riqueza se concentraría en pequeños segmentos de la población, es decir, en aquellos que controlasen las tecnologías y recursos. Consecuentemente, esta situación, en la que la mayoría de la población careciera de un puesto de trabajo, no sería sostenible y demandaría buscar nuevos modelos económicos.
Como cualquier sistema informático, la IA se programa para fines determinados. No obstante, es difícil anticipar todos los supuestos a los que se puede enfrentar y es posible que cometa errores. Asimismo, existe el riesgo de que se utilice de forma inadecuada o con objetivos ilícitos, lo cual podría dar lugar a resultados devastadores a nivel global.
La cualidad que distingue al ser humano es precisamente su inteligencia. La existencia de un sistema inteligente capaz de aprender y mejorar puede, por tanto, concebirse como una amenaza. Este es un miedo que siempre ha estado presente en la ciencia ficción, pero, con los últimos avances tecnológicos, la pregunta de si la IA podría algún día hacerse con el control del mundo en el que vivimos está más presente que nunca.
A pesar de los dilemas que presenta, desde el punto de vista empresarial, el potencial de esta tecnología es innegable. Entre sus ventajas más significativas, se encuentran las siguientes:
La IA permite automatizar tareas repetitivas que requieren mucho tiempo por parte de los empleados. Para este tipo de funciones, las tecnologías resultan mucho más precisas y trabajan con un margen de error mucho menor. Por ejemplo, a la hora de recopilar y clasificar información, un sistema inteligente puede ser mucho más eficaz que un ser humano.
Aunque los empleados puedan concebir la posibilidad de automatizar tareas como una desventaja, también puede resultar en un aumento de la productividad de la empresa. Además de agilizar ciertas tareas, permite que los profesionales dediquen una mayor parte de su tiempo a actividades intelectuales que pueden aumentar su motivación y mejorar los resultados de la organización. Con el tiempo, la IA también puede mejorar su propio rendimiento gracias a su aprendizaje autónomo, multiplicando, a largo plazo, los beneficios que proporciona.
La mayor fuente de ingresos para una empresa son unos clientes satisfechos. Tanto los negocios B2C como los B2B pueden beneficiarse de la IA para ofrecer un servicio de atención al cliente más personalizado y eficaz. Gracias a esta tecnología, las organizaciones pueden recopilar más información y utilizarla para identificar las preferencias de sus clientes y adaptarse a ellas.
La IA no es una tecnología sencilla, pero no por ello debemos renunciar a sus ventajas. En IE Executive Education queremos ayudarte incorporar las tecnologías más punteras en tu organización, por eso hemos creado el Programa de Inteligencia Artificial para Directivos, con el objetivo de brindarte las herramientas y los conocimientos más innovadores para que puedas sacar el máximo provecho a la AI. Descubre aquí más detalles sobre el programa.